Читать книгу El aprendiz de conspirador - Pío Baroja - Страница 10

SE OYE UNA CANCIÓN

Оглавление

Índice

Allí no se veía a nadie; pero se iba oyendo una voz de alguien que se acercaba y cantaba, en vascuence, con un aire que estaba muy en boga entre los carlistas, esta canción:

Sargentua, moscorra.

Charretera galdú;

Nescacha diru emanta

Berriya erosi dú.

¡Ay, ay, mutillá,

Chapela gorriya!

(El sargento, borracho, ha perdido la charretera; la chica le ha dado dinero, y ha comprado una nueva. ¡Ay, ay, muchacho, la boína roja!)

Pello no veía de dónde partía la voz; pero la canción en vascuence le indicaba que allí había un paisano, y contestó, cantando a media voz:

Azpeitico nescachac,

Arrasoyarequin,

Eztute nai danzatu

Chapelgorriyaquin.

¡Ay, ay, mutillá,

Chapela gorriya!

(Las chicas de Azpeitia, con mucha razón, no quieren bailar con los que llevan boína roja. ¡Ay, ay, muchacho, la boína roja!)

¡Arrayua! ¿Quién canta en vascuence?—dijo la voz de un hombre que se asomó por encima de una tapia de piedras, con un fusil en la mano.

—Soy yo—dijo Pello.

—¡Usted!

—Sí, yo.

Y el centinela, porque debía ser centinela, se quedó asombrado al ver el talante de aquel lechuguino que se presentaba caballero en un jaco escuálido.

—¿Es usted vascongado?

—De Vera. ¿Y usted?

—Yo soy de Oyarzum. ¿Qué le trae a usted por aquí?

—¿Habrá posada en este pueblo?

¡Posada aquí!—exclamó el de Oyarzum, en el colmo del asombro—. Aquí no hay más que hambre.

—¿Pero se puede pasar, o no?

—Pase usted si quiere.

El aprendiz de conspirador

Подняться наверх