Читать книгу 50 pasos hacia la Paz - R. M. Carús - Страница 11

Paso 2
El jardín interior

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Un buen jardinero elige cuidadosamente las semillas que planta en su jardín, aguarda la estación precisa para la siembra, las riega con la cantidad adecuada de agua, cuando germinan coloca tutores junto a los tallos para que crezcan rectos, poda las ramas, arranca las malas yerbas. De esta manera hace de su jardín un lugar siempre hermoso donde caminar con deleite y admiración.

Haz lo mismo con tu interior. Sé el jardinero de tu mente. En la medida en que escojas las semillas de lo que piensas y en consecuencia de lo que sientes, las plantes con esmero, las riegues, las guíes con rectitud cuando crezcan, las podes para fortalecerlas, deseches las dañinas y des espacio a las generadoras, creativas y cariñosas, tu jardín se mantendrá hermoso.

Cuida del jardín interior, porque por él caminas y en él vives.

No es posible llegar a expresar suficientemente el enorme poder que las ideas tienen sobre ti. Una idea y su consecuente emoción son capaces de hacerte volar o tumbarte en tierra. En el segundo caso uno tropieza como cuando camina por un huerto asilvestrado. Mientras que cuando lo hace por uno cuidado lo hace con suavidad e infinito deleite.

La cualidad de las semillas plantadas en tu interno define el jardín de tu vida. Cuando tus pensamientos son felices, experimentas una existencia feliz; cuando las emociones resultantes son amorosas, vives una vida de amor; cuando tus ideas son pacíficas, sientes paz. Por el contrario, cuando lo que piensas y sientes es oscuro, percibes un mundo tenebroso; cuando es doliente, acusas dolor; cuando es aterrador, te invade el miedo.

De la misma manera, los frutos de tu jardín salen de las ramas de lo que has plantado. Esos frutos son tus acciones y sus consecuencias. Cuando actúas en función de un pensamiento creativo, tu acción crea; cuando actúas como resultado de un pensamiento positivo, tu acción suma; cuando actúas siguiendo un pensamiento cariñoso, tu acción es atenta, delicada y receptiva. Entonces, los frutos de tu cosecha, los que comes y los que repartes, son deliciosos. Y al contrario: si tus semillas no son frescas o están deterioradas, los frutos consecuentes estarán secos, acorchados y tendrán un sabor amargo.

Pon el máximo esmero, pues, en cuidar de tu jardín.

Si quieres comienza ahora. Elige una idea afectuosa. Puede ser un recuerdo bonito, un plan para ayudar a alguien, una imagen idílica como el rostro de un niño o un paseo por la playa con la persona amada. Riégala. Contémplala crecer y florecer. Luego, sin intención de cambiar nada, observa cómo al desarrollarse influye tanto en tu manera de sentir como en tu manera de actuar.

Luego elige una idea en la que exista miedo, resentimiento o rencor. Acércate a ella con cariño y guíala. Pon uno de esos tutores que colocan los jardineros cerca de un tronco para ayudarle a crecer sano. Háblale con afecto, como los floristas expertos suelen hacer. Cúrala. Arráncala con delicadeza si es necesario. De nuevo, mira las consecuencias.

Haz esto a menudo hasta que tu jardín sea un vergel de incomparable belleza, y por lo tanto también lo sea el mundo por el que caminas.

50 pasos hacia la Paz

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