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Paso 6
No tener nada

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Uno puede vivir de alquiler o tener casa en propiedad, comprarse un esmoquin para una boda o pedírselo prestado a un amigo, guardar un equipo de esquí en el sótano o alquilarlo en invierno. En el primer caso, no se posee la casa, el traje ni los esquís. En el segundo, aunque pueda parecer lo contrario, tampoco.

Tú no tienes nada. Todo aquello que crees poseer ha venido en algún momento y en algún otro se irá irremediablemente, sea porque se pierda, se desgaste o pases a mejor vida.

Tú no tienes nada. Simplemente haces uso de unas supuestas pertenencias durante un periodo limitado. Son tan tuyas como un coche alquilado o un traje prestado.

Si la reflexión anterior te hace sentir más ligero —como si hubieses soltado lastre, como quien viaja con poco equipaje y lo hace con más libertad—, el motivo podría ser el siguiente: cada vez que crees poseer algo, ese algo comienza a poseerte a ti. La idea de posesión implica que lo que se tiene le hace a uno más o mejor. Entonces no es difícil que surja el miedo a perderlo, e inmediatamente lo poseído comience a pesar y a convertir al poseedor en un ser dependiente.

En caso de que (como en algún momento nos ha pasado a tantos) por desventura te hayas hecho servidor de tus pertenencias, sea porque crees que añaden un valor sustancial a lo que ya eres, o sea porque según tú te dan seguridad, alégrate. Es exactamente al contrario. Si te atan no te están aportando nada. Ni siquiera seguridad, no solo porque tu felicidad dependerá de algo pasajero, sino porque cuando tu patrimonio desaparezca te hará desgraciado. Verdaderamente, no hay manera más insegura de vivir. Si tu felicidad no depende de lo que tienes seguirás siendo feliz cuando lo pierdas.

La abundancia no consiste en poseer cosas, sino en que las cosas no te posean a ti. Esa es la clave.

Lo único necesario para soltar ese pesado lastre disfrazado de abundancia es efectuar un cambio de mentalidad. ¿Cómo?

Primero dándote cuenta, si es el caso, de estar siendo poseído; de que cuando lo que atesoras en realidad te limita, ciertamente vives en la indigencia. Después, sabiendo disfrutar de lo que está a tu alcance mientras lo esté, y agradeciendo con alegría los servicios prestados cuando se vaya.

Darte cuenta de todo esto quizá también te haga más generosa. En cuanto lo que se tiene adquiere un valor relativo es mucho más fácil desprenderse de ello. Al fin y al cabo se va a ir en algún momento, y quizá en manos de otro tenga mayor utilidad ahora.

Cuanto más se da, más se tiene porque dar disminuye el apego a lo dado y ayuda a disfrutarlo en mayor medida tanto cuando se usa como cuando se cede.

Por eso la propuesta de hoy es la siguiente: si estás de acuerdo con lo anterior, da algo a alguien. Y cuanto más lo valores, mejor. Pero hazlo con la noción de que lo que cedes no es tuyo, sino que es tan pasajero como un par de zapatos. También de que al cederlo lo estás utilizando como un medio para ser más libre y al mismo tiempo como un servicio al otro. Por este motivo, sugiero que al dárselo le insinúes que no se apegue a ello y que considere regalárselo a su vez a otra persona en algún momento si es posible. Así seguramente lo darás con alegría, cariño y curiosidad.

Luego, mira en qué grado te sientes menos atada, más feliz, más libre. Como un peregrino ligero de equipaje.

50 pasos hacia la Paz

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