Читать книгу Luces de Bohemia - Ramón María del Valle-Inclán - Страница 15

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A esta pluralidad de temas le corresponde una variedad de personajes, porque el autor registra un panorama de la realidad española tan amplio que obliga a esa abundancia: desde un ministro hasta unas rameras; pasando por sujetos vivos (Dorio) y muertos (Rubén) e incluso personajes de ficción (Bradomín). Intelectuales, libreros, periodistas, escritores, gente del pueblo llano (porteras, sepultureros, obreros, pequeños comerciantes, fuerzas de policía, serenos): una galería interminable que incluye diversos animales. Dada tal variedad, nos centraremos únicamente en la pareja protagonista (Max Estrella y Don Latino de Hispalis) y dejaremos otras consideraciones para el glosario que se encuentra al final de este libro.

Para componer la figura de Max, Valle se inspiró en el escritor Alejandro Sawa (1862-1909). Ciertamente, guardan muchas coincidencias, porque Sawa tuvo éxito en su juventud, viajó a París, se casó con una francesa y tuvo una sola hija, Elena. Como Max Estrella, vivió ciego y en la miseria sus últimos años. Valle-Inclán escribió a Rubén Darío que había estado en casa de Sawa el día de su sepelio y que este había muerto «ciego, loco y furioso». También, añadía que el diario con el que colaboraba le había suprimido las 60 pesetas que le pagaba y que había dejado un buen libro sin publicar, Iluminaciones en la sombra, que se publicó al año siguiente gracias a Rubén Darío, que lo prologó, y a Valle-Inclán.

Máximo Estrella lleva el pelo rizado, al modo de los bohemios. La ceguera es un rasgo esencial, porque, más allá del tópico, Max no solo ve más que los otros, sino que es el que verdaderamente ve, como el ciego Homero, porque entiende el mundo que lo rodea.

Don Latino. Su presentación (I) ya evidencia que no es un caballero, porque está engañando y robando a Max y a las dos mujeres. Don Latino de Hispalis es un viejo asmático (I), embustero (VII) y adulador (V). No entiende la poesía de Rubén Darío. Es adepto a la teosofía, a la gnosis y a la magia (IX), aunque no las conoce en profundidad. Su nombre deriva de Latio, región italiana origen de la expansión romana, más el nombre latino de la actual Sevilla, Hispalis. Latino deriva de «latín»; «saber latín» significa ser listo, espabilado; en muchos casos, en el peor sentido. Así se comprueba cuando engaña a Max, cuando se niega tres veces a dejarle el abrigo, cuando le roba la cartera con el décimo de lotería y cuando no entrega el premio a la viuda y a la huérfana.

Pudiera resultar curioso, pero ninguno de los dos protagonistas aparece en todas las escenas. En realidad, Valle utilizó una estructura heterodoxa en la separación de su esperpento. Como es bien sabido, una escena tradicional está formada por cada una de las partes en que se divide el acto de la obra dramática, y en que están presentes unos mismos personajes. Ahora bien, Valle no organiza el material dramático de esa forma ortodoxa, sino que –como otros autores de diversas épocas– utiliza la fórmula de la escena en un sentido flexible; esto es, del escenario salen y entran personajes en diversos momentos de cada una de dichas partes. Si nos atuviéramos al concepto tradicional de «escena», comprobaríamos que la primera consta de tres partes; es decir, un primer periodo en que hablan Max, Madama Collet y Claudinita; un segundo momento con la aparición de Don Latino; y el tercero, con Madama Collet y Claudinita. El fenómeno se reproduce en el resto de la obra.

El modelo de Luces de bohemia acerca el resultado escenográfico al del cine. La disposición habitual implicaba bajadas de telón entre actos con pausas que los espectadores burgueses de la época aprovechaban para acudir a los aseos, al bar o hablar. Valle-Inclán anula las pausas y crea una línea continua de tensión con fluctuaciones climáticas (de alta tensión) y anticlimáticas (de baja tensión) y de alternancia entre escenas de tono trágico y otras de humor sarcástico. El espectador se siente inmerso en ese recorrido como en un descenso inevitable, en espiral, por un acelerado tobogán infernal. Por otro lado, la gran variedad de espacios en los que se desarrolla la acción, se acerca al género cinematográfico, dificulta la utilización del modelo tradicional en actos y favorece, en cambio, un efecto que aproxima los movimientos de la trama a los propios de la novela de recorrido laberíntico. Los movimientos estructurales se parecen a los del zarandeo, a los tumbos de la borrachera dubitativa de la bohemia, a un efecto de caos inestable que rompe con los modelos tradicionales, como una síntesis simbólica de los movimientos espaciales y psicológicos de la propia vida. Pero se puede esbozar un esquema interno que agrupa las escenas en tres partes, aunque de extensión muy desequilibrada.

En primer lugar, la presentación (I). Como marcan los cánones, en este prólogo aparecen los personajes principales, en este orden: el protagonista, Max Estrella; su mujer, Madama Collet; Claudinita, hija de ambos; y el otro protagonista, Don Latino. Además de los personajes, se nos ofrece un espacio fundamental, el guardillón, la mísera buhardilla de Max, que reaparecerá en la escena XIII. Un tiempo concreto, el crepúsculo, el anochecer, con valor simbólico acentuado por la ceguera, solo física, del protagonista. Un tono de miseria generalizada, pues a la pobreza física se une la miseria moral que caracteriza a Don Latino. Personajes, espacio, tiempo y tono convergen en el tratamiento lingüístico y dramático del esperpento.

En segundo lugar, el desarrollo (II-XII). Dibuja todas las circunstancias, desde la visita de Max a Zaratustra hasta la muerte de aquel en la calle, en el quicio del zaguán de su buhardilla. Mantiene unidad temporal, la noche, pero no espacial, pues los protagonistas deambulan por 11 lugares, tantos como escenas. El desarrollo se puede segmentar en tres partes: la primera desde la escena II a la VI, en la que Max, tras su detención al final de la escena IV (primer clímax) y su llegada a Gobernación en la V, coincide en el calabozo de Gobernación con un obrero catalán, cuya posible y lógica presencia ya se da en la escena II, en la que una acotación señala que la policía ha detenido a un hombre. La segunda, desde la escena VII, en la que Max es liberado, hasta la XI, enmarcada por dos muertes: la del niño que yace en brazos de su madre y la del obrero anarquista detenido (VI). Así pues, las dos partes quedan unificadas por el motivo común del preso catalán, ejemplo de la represión política. La escena XI prepara el clima de la tercera parte: muerte de Max por el frío y la pena (XII). Hasta aquí el recorrido espacial del protagonista es simétrico y circular, de ida y vuelta, pues sale de su casa al final de la escena I y vuelve y fallece a la puerta de su casa en la XII.

En tercer lugar, el desenlace o epílogo. Formado por las escenas XIII (velatorio), XIV (entierro) y XV (anuncio del suicidio de las dos mujeres). De este modo, se desemboca en el clímax final del esperpento: la tragedia, que ha sido anunciada desde el comienzo. Valle-Inclán rompe el esquema previsible, pues la expectativa tradicional de un final anticlimático, consolador, se quiebra con el golpe demoledor del doble suicidio.

Luces de Bohemia

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