Читать книгу Melanie Klein - Ricardo Antar - Страница 25
“Tendencias edípicas incipientes”
ОглавлениеPrecisamente hacia ese punto se dirige M. Klein en los siguientes párrafos:
“Podemos observar que los niños muestran a menudo, ya al principio de su segundo año, una marcada preferencia por el progenitor del sexo opuesto y otros indicios y tendencias edípicas incipientes.
Cuándo empiezan los conflictos subsiguientes, es decir, en qué punto el niño llega a estar realmente dominado por el complejo de Edipo, es menos claro, ya que deducimos su existencia sólo de ciertos cambios que advertimos en el niño.”10
Con mucha cautela (ya que diferencia entre “tendencias edípicas incipientes” y “estar realmente dominado por el complejo de Edipo”) comienza a introducir en la teoría lo que su clínica le muestra como observación (“Podemos observar...”): las manifestaciones del complejo de Edipo se pueden apreciar antes de lo que S. Freud pensaba. “En ellos el complejo de Edipo ejerció una profunda influencia ya en su segundo año de vida.”
Cautela que, en el siguiente párrafo, ya deja su lugar a una firme conclusión. Lo que eran
“ciertos cambios que advertimos en el niño [ahora son] una profunda influencia ya en su segundo año de vida: El análisis de un niño de dos años y nueve meses, otro de tres años y tres meses, y varios de alrededor de cuatro años, me ha llevado a la conclusión de que en ellos el complejo de Edipo ejerció una profunda influencia ya en su segundo año de vida. Ilustraré esto con el desarrollo de una pequeña paciente.”11
Quizás para retornar a la cautela es que anuncia en forma de nota al pie de página lo que bien podría formar parte central de texto (y lo será en dos años más en Estadios tempranos del conflicto edípico), ya que contiene importantes ideas:
“Con esta conclusión está estrechamente conectada una segunda, que sólo puedo indicar aquí.
En una serie de análisis de niños descubrí que la elección de la niñita del padre como objeto de amor seguía al destete. Esta privación, que es seguida del aprendizaje de hábitos higiénicos (proceso que se presenta al niño como un nuevo y penoso retiro de amor), afloja el vínculo con la madre y hace que empiece a funcionar la atracción heterosexual, reforzada por las caricias del padre, que son ahora interpretadas como seducción. Como objeto de amor, también el padre sirve en primera instancia al propósito de gratificación oral. En el artículo que leí en el Congreso de Salzburgo en abril de 1924, di ejemplos para mostrar que los niños conciben y desean el coito al principio como acto oral.
Creo que el efecto de estas privaciones en el desarrollo del complejo de Edipo en los varones es a la vez inhibitorio y propulsor. El efecto inhibitorio de estos traumas se ve en el hecho de que es a ellos a los que el niño retrocede en seguida, cuando trata de escapar a su fijación a la madre, y refuerzan su actitud edípica invertida. La circunstancia de que estos traumas, que preparan el camino para el complejo de castración, procedan también de la madre es, como he podido ver, la razón de por qué en ambos sexos es la madre la que en los estratos más profundos del inconsciente es especialmente temida como castrador.
Sin embargo, por otra parte, las privaciones orales y anales de amor parecen promover el desarrollo de la situación edípica en los varones, ya que la impulsa a cambiar su posición libidinosa y a desear a la madre como objeto de amor genital.”12
Las siguientes son algunas de las puntualizaciones que podríamos hacer:
a) El destete, primero, y el aprendizaje de hábitos higiénicos, después (procesos que aparecen al niño como un penoso retiro de afecto), promueven las tendencias edípicas (positivas y/o negativas) en las niñas y en los niños.
b) Asimismo, M. Klein está planteando, entre otros puntos, que en las niñas estos primeros momentos del desarrollo comienzan también bajo el complejo de Edipo y no solo bajo el complejo de castración, para luego acceder al complejo de Edipo, como pensaba S. Freud.
c) Nos está describiendo un panorama en que las pulsiones y deseos se imbrican, en las relaciones objetales, de formas complejas. Por ejemplo, en las niñas, se afloja el vínculo con la madre y empieza a funcionar la atracción heterosexual (diferenciación masculino/femenino) con el padre; aunque el coito (genitalidad) es concebido y deseado como acto oral.
d) En la medida en que estos primeros traumas (destete y aprendizaje de hábitos higiénicos) son vividos como procediendo de la madre, es esta la que aparece en los estratos más profundos de la mente como castradora.
e) Es probable que sea el panorama tan cambiante de estos primeros momentos el que la lleva a usar la expresión “posición” para referirse a la relación libidinosa (oral, anal, genital homo o heterosexual) que en un momento dado los niños mantienen con sus objetos edípicos. Quizás también por esto mismo es que utiliza la expresión “situación edípica”.13
A continuación, M. Klein ilustra estas ideas con material del análisis de Rita (dos años y nueve meses):
“Mostró una llamativa preferencia por el padre. Por ejemplo, a los quince meses repetidamente pedía quedarse sola con él en la habitación, sentarse en sus rodillas, mirar libros junto con él. Pero a los dieciocho meses, su actitud cambió nuevamente, y prefirió otra vez a la madre. Simultáneamente empezó a sufrir terrores nocturnos y miedo a los animales.
Desarrolló una excesiva fijación a la madre y una muy profunda identificación con el padre. Al comienzo de su tercer año manifestó creciente ambivalencia, y era tan difícil criarla que cuando tenía dos años y nueve meses fue traída al tratamiento analítico. En esta época había mostrado por algunos meses una considerable inhibición en el juego, incapacidad para tolerar frustraciones, excesiva sensibilidad al dolor y marcado malhumor.”14
Este desarrollo neurótico de Rita se encontraba relacionado con significativas experiencias en relación con sus padres:
“Hasta la edad de casi dos años Rita durmió en la habitación de sus padres, y los efectos de la escena primaria se mostraron claramente en su análisis. Sin embargo, la ocasión de la irrupción de su neurosis fue el nacimiento de su hermanito. Poco después de esto se manifestaron dificultades aún mayores que aumentaron rápidamente.”15
La conclusión que se impone es evidente:
“No puede haber dudas de que hay una estrecha conexión entre la neurosis y efectos tan profundos del complejo de Edipo experimentados en edad tan temprana. No puedo determinar si es a niños neuróticos a quienes la actuación temprana del complejo de Edipo afecta tan intensamente, o si los niños se vuelven neuróticos cuando este complejo se instala demasiado pronto. Es, sin embargo, seguro que experiencias como las que he mencionado aquí hacen el conflicto más grave, y que por consiguiente o incrementan la neurosis o provocan su irrupción.”16
Asimismo, los análisis que M. Klein está llevando a cabo también con otros pequeños pacientes les van mostrando los “rasgos típicos”:
“En varios casos en los que analicé ataques de angustia en niños muy pequeños, estos ataques resultaron ser la repetición de un terror nocturno que había ocurrido en la segunda mitad del segundo año y al comienzo de su tercer año. Este temor era a la vez un efecto de una elaboración neurótica del complejo de Edipo. Hay muchas elaboraciones de este tipo, que nos llevan a establecer conclusiones firmes sobre los efectos del complejo de Edipo.
Entre estas elaboraciones, en las que era muy clara la vinculación con la situación edípica, debe recalcarse la forma en que los niños frecuentemente se caen y se lastiman, su hipersensibilidad, su incapacidad de tolerar frustraciones, sus inhibiciones de juego, su actitud ambivalente hacia ocasiones festivas y regalos, y finalmente diversas dificultades en la crianza que a menudo hacen su aparición a una edad sorprendentemente temprana. Pero encuentro que la causa de estos fenómenos muy comunes es un sentimiento de culpa particularmente fuerte, cuyo desarrollo examinaré ahora con detalle.”17
De esto se desprende una consecuencia que, de acuerdo con nuestro criterio, resulta trascendente para el psicoanálisis: “el efecto inhibitorio de los sentimientos de culpa fue evidente a una edad muy temprana. Lo que encontramos aquí corresponde a lo que conocemos como el superyó en adultos.” “El análisis de niños muy pequeños muestra que éstos, en cuanto surge el complejo de Edipo, empiezan a elaborarlo y de ahí a desarrollar el superyó.”18
Estas afirmaciones hacen a una concepción del niño.
Melanie Klein está planteando la necesidad de antedatar el complejo de Edipo e investigar las características de sus “estadios tempranos”.