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La universidad que soñamos

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Las universidades se deben transformar. ¿Cómo hacerlo? Soñando. Muy difícilmente una universidad se puede transformar si antes no se permite soñar. Es tan simple como complejo. La universidad que soñamos es abierta, es un lugar donde los vigilantes no exigen carné, está diseñada para ser “la universidad de todos”, un lugar tanto para los de 8 como para los de 80 años. Una universidad para la gente, crítica e independiente, que deje de estar ausente en el proceso social del país. Soñamos con una universidad que genere placer y bienestar. El placer de enseñar y el bienestar para aprender. Soñamos con una universidad para la vida colectiva, sin distinciones ni discriminaciones. Una planta física sostenible y robusta tecnológicamente. Con una fuerte plataforma digital y con un currículo inteligente donde cualquier persona pueda acceder a las clases sin necesidad de estar matriculado.

Soñamos con una universidad multilingüe. Con un proceso de responsabilidad social claro, pertinente para las regiones, cercana a los sectores empresarial, político y social. Queremos una universidad que sea un espacio de convergencias de sectores sociales. Una universidad abierta e integrada a la sociedad. La universidad que soñamos debe ser el centro de las relaciones región-mundo. Debe ser humanista y entender que el ser es lo más importante. Queremos que permanentemente esté en función del cambio, esto la haría más dinámica, menos estática. Queremos una universidad en donde la comunicación sea asertiva, orientada al servicio, con un fuerte énfasis en la arquitectura institucional, con posicionamiento a nivel internacional por su oferta. Soñamos una universidad reconocida por su carisma inspirador, innovadora y por lo mismo disruptiva, creativa, con un liderazgo que no confunda, que sea adaptativa y global, esto es, fortalecida localmente y pensada globalmente.

Queremos una universidad que motive el trabajo colaborativo, que sepa simplificar sus procesos y que agregue valor. Queremos que el valor sea consecuencia de las personas; un valor que sepa integrar los conocimientos de la gente y sumarlos a sus habilidades. Con esto garantizamos los estándares de la calidad educativa; sin embargo, lo que soñamos que debe multiplicar y hacer elevar de manera exponencial nuestras instituciones es la actitud de las personas. Una actitud inspiradora, orientada al servicio, desinstalada para permitir que otros se instalen. Una actitud consecuencia de entender que quienes trabajamos en la universidad respondemos a la vocación de educar. Una actitud de personas felices por estar en la universidad, dispuestas a asumir riesgos; que sepan llegar a las regiones sin timidez, con alegría, con la ternura suficiente para mover su corazón hacia los más débiles, dispuestas siempre a escuchar; libres, ya que este es uno de los principios fundamentales de nuestra humanidad; fuertes, pues estos sueños se hacen con la fortaleza que nace del amor de las personas. Soñamos con una universidad en donde lo que fue descartado en el tiempo por muchas instituciones, se vuelva un factor determinante: la cultura, las humanidades, el arte. No queremos más universidades masivas, queremos universidades familia, donde todos seamos de los mismos, nos construyamos en comunidad y generemos en nuestras relaciones los lazos suficientes para la vida. Queremos universidades donde el foco de la gestión sea su propia transformación. La transformación de las universidades no es un asunto de tecnología, se trata de entender que la universidad debe ser sea entendida de otra manera, para mejorar y renovar sus formas, al hacerse más ágil y permitirse ser disruptiva y canalizar las necesidades para que sean las personas los sujetos del cambio que las instituciones requieren. Nuestro principal reto es diseñar una experiencia para los estudiantes que genere un vínculo elemental para comprender intuitivamente y de forma clara lo que ellos necesitan.

Vale la pena soñar. Si algo sabemos hacer los académicos es soñar, soñar con ganas y soñar ¡siempre para adelante! Siempre que alguien se acerque a una universidad debe sentir que está invitado a soñar: soñar con crecer, con llegar a las regiones con más audacia y construir un liderazgo que promueva el desarrollo humano, social y económico.


He atravesado el mar

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