Читать книгу He atravesado el mar - Ricardo Ernesto Torres Castro OP - Страница 17
Aprovechemos nuestra racionalidad
ОглавлениеQuisiera que juntos hiciéramos un corto recorrido por una fracción de la filosofía que nos ayude a ser más profundos en la forma como usamos nuestra racionalidad. No es obvio que los seres humanos hablemos de racionalidad, por el contrario, es absolutamente profundo. La diferencia que hay entre el conocimiento filosófico y el científico parte del hecho de reconocer que el segundo solo les interesa a unos pocos; en la ciencia se precisa la exactitud por medio de la experimentación. Sin embargo, en la filosofía más que las respuestas lo que nos interesa son las preguntas, pero no cualquier clase de pregunta, sino solo aquellas que estén dotadas de pertinencia y capacidad para abrir horizontes y hacer más claras las ideas. En este sentido, la filosofía rompe con lo obvio. Un buen filósofo no es quien más historia de la filosofía conoce, sino aquel que sabe filosofar, que se sabe accidentar con las ideas, que recoge en el filtro de la duda la capacidad argumentativa, la capacidad de pensar. Y, ¿qué es pensar? Cuando usamos nuestra razón para transformar la ciencia o la tecnología y, por ende, la usamos para preguntarnos quiénes somos o dónde está nuestro bien, dónde está la verdad; uno podría decir que se está mutilando la misma existencia, se está restando a las condiciones de posibilidad de entender que, como lo decía Platón atribuyéndole a Sócrates, “una vida sin examen no es digna de ser vivida”11. No es el azar del día a día, es el sentido que tiene ese día a día.
Nuestra racionalidad nos sirve para dar profundidad a la vida. No cualquier moda, no cualquier pensamiento, no cualquier postura debe conducir la vida. El deber de filosofar es el de ser capaces de conducir la propia vida. ¿Soy lo que otros quieren que yo sea? ¿Estoy donde los demás quieren que esté? ¿Hago lo que otros quieren que haga? Estas preguntas nos ayudan a usar nuestra racionalidad para nuestra propia vida. Si uno no puede oponerse a ninguna tendencia entonces es un títere de estas. Las modas, las ideologías, por ejemplo, nos están quitando la racionalidad. Los jóvenes que asumen posturas de género por moda están tristemente destinados a chocarse con un sinsentido, el absurdo de una idea que no es pensada. En otras facetas de la vida pasa lo mismo. La tendencia a ideologizar debe ser atacada con una fuerte dosis de racionalización.
Ideologizar la democracia, por citar un caso, nos llena de excusas o totalitarismos y dogmatismos que no la enriquecen. Racionalizar la democracia nos ayuda a inquirir, preguntar y conducir las ideas desde el filtro del pensamiento, de manera que aprovechar nuestra racionalidad es profundamente importante. El filósofo español Xavier Zubiri muestra, más que una selección de formas de conocimiento, formas en que ese conocimiento puede darse. Para el filósofo, por un lado, se encuentra la formalidad por estímulos y, por otro, la de realidad12. A partir de estas formalidades podríamos, por ejemplo, explorar mucho más sobre la diferencia que hay entre el conocimiento de los animales y el de los seres humanos. Un conocimiento con formalidad estimulada corresponde a ese conocimiento de los animales. Un animal agresivo puede atacar a aquel que se le acerque y que considere una amenaza, responde a un estímulo asociado a la sobrevivencia, a la defensa. En este sentido, toda actividad racional supone conocimiento, pero no todo conocimiento supone una actividad racional. La educación habla de estímulos permanentemente, para que los docentes escriban, para que los estudiantes logren sus objetivos académicos, etc.
La pregunta es ¿qué tipo de estímulos hacen que el conocimiento pase por la razón? O será más bien que los estímulos que damos están en función de producir un conocimiento sin racionalidad. La formalidad de realidad nos lleva a preguntar siempre un por qué. En este sentido, la pregunta está por encima de los problemas y de los estímulos. Usemos el mismo ejemplo, ¿qué pasaría si los estímulos para nuestros estudiantes no fueran cosas? ¿Qué pasaría si el papá dejara de premiar a sus hijos con estímulos materiales? ¿Qué pasaría si nuestros docentes investigaran sin esperar estímulos sino grandes preguntas? ¿La pregunta misma podría ser el estímulo? Aprovechemos nuestra racionalidad para responder esas preguntas.
Finalmente, quisiera dejar abiertas muchas preguntas. El lema de la Universidad Santo Tomás es Facientes Veritatem, que traduce ‘buscadores de la verdad’. Este lema nos invita no a mirar los estímulos sino la realidad, las cosas en sí mismas, independientemente de lo que cada uno crea, ¿qué son las cosas en sí? Y usando la formalidad de la realidad entonces podemos colegir que los animales no son inteligentes, como tampoco lo son los teléfonos, los computadores, los aparatos, las cosas, etc. Lo que ha hecho el ser humano es construir, por medio de la tecnología, una serie de habilidades que responden a estímulos, como los animales. Solo el día en que el perro se pregunte por su hambre o por el cariño que sus dueños le manifiestan, estará construyendo inteligencia; sin esas preguntas, imposible. Confundir la inteligencia actualmente es muy habitual, por eso es importante usar y, claro está, aprovechar nuestra racionalidad.