Читать книгу He atravesado el mar - Ricardo Ernesto Torres Castro OP - Страница 9

Presentación

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Me gusta ver el mar, sentir la brisa e imaginar lo que puede haber en las profundidades. Me gusta imaginar que ese mar se puede atravesar con las propias fuerzas, sin depender de otro vehículo más que el propio cuerpo. Me gustan el mar y su grandeza, su música y su color. El 25 de agosto de 1969, Jorge Luis Borges, en el prólogo de Luna de enfrente, recogía las palabras que en 1905 proclamara Hermman Bahr: “el único deber, ser moderno”1. Algunos pensarán que querer lo mismo sería algo anacrónico, quizá difícil. No obstante, tan real es querer ser moderno como ser humano. Este libro pretende tanto lo uno como lo otro. No es otra cosa que el intento de un atrevido escritor por presentar una mirada moderna y humana del mundo de las universidades, tan solo esto: una mirada. Se trata de la misma de quien sentado al borde de la playa mira el mar, siente la brisa, imagina lo que hay en sus profundidades y, en un arranque de valentía, se lanza porque lo quiere atravesar con sus propias fuerzas, nadando no más, avanzando a su propio ritmo, sabiendo que con cada brazada la profundidad es cada vez mayor y, con la misma mirada de los modernos, no se disculpa frente a las olas sino que sigue hasta que siente que lo ha atravesado aunque no haya llegado muy lejos.

Ser moderno en la actualidad no es solo una declaración atrevida, es una actitud desafiante y pertinente frente a la vida misma. La pertinencia está muy ligada a la verdad, de ella surge todo el proyecto originario para el que fueron creadas las universidades: hacedoras, constructoras de conocimiento y guías hacia la verdad. Ser moderno en el inmenso mar de la universidad no es otra cosa que querer ir a las profundidades, no solo sintiendo que se está atravesando, sino que se está llegando muy lejos. Esta ha sido nuestra lucha en la universidad, ir siempre orientados, de la mano de la memoria hacia la verdad pensada, comunicada y convivida.

La humanidad es nuestra fuerza. De ella surge toda la maravillosa aventura de emprender ese viaje dentro del mar. Brazada tras brazada, con la fuerza que sale de nuestra condición humana, uno va hacia la profundidad, uno va avanzando y aunque se pueda cansar, uno tiene todo para dejarse sumergir en la profundidad o simplemente para atravesar el mar, soñando volver, si es el caso, o sumergirse y morir. De eso se trata, de morir atravesando el mar.

¿Qué son las universidades? ¿De dónde vienen? ¿Para dónde van? Son las tres preguntas que me he formulado para sumergirme en la profundidad del mundo universitario. No se trata de un relato histórico, mucho menos de los resultados de una investigación. Es una mirada a la universidad colombiana. Las reflexiones que he querido compartir son fruto de un constante ver la realidad. Cuando desde la orilla uno se detiene a reflexionar y ver atravesar a otros y a uno mismo ese mar que es la universidad, se adentra profundamente en las preguntas, las palabras se van quedando como la principal lección y escribir se convierte en un duelo entre quien se sumerge en la profundidad y quien atraviesa el mar. Cuando Santo Domingo de Guzmán fundó la Orden de Predicadores, envió a los primeros miembros a la universidad para que educaran su recio carácter y sus mentes lúcidas. Los envió para cultivar su humanidad y hacer de ellos hombres de la palabra. A eso se va a una universidad, a eso fueron a la más antigua de las universidades y por eso hoy atraviesan y ven atravesar a los hombres y mujeres en sus necesidades y preocupaciones.

Quiero que este libro sea una declaración de amor. Nunca como ahora logré ser tan consciente del alma que habita en las universidades. Puede haber muchos factores complejos, como la crisis en las matrículas, la legislación alejada de los criterios fundamentales de la razón de ser, la inequidad y falta de oportunidades, la mediocridad y hasta la absurda competencia; sin embargo, todas ellas se revisten de un color, una música especial, un aliento de vida y humanidad, un tejido de dignidad que muy difícilmente otra institución puede tener. Amar la educación con lo que hay en ella, en sus profundidades, con sus instituciones: eso es este libro.

Quiero que a partir de estas líneas, querido lector, se anime conmigo a dar cada brazada, sienta conmigo el impulso de vencer las olas, descubra junto a mí cada momento difícil, sienta el cansancio y la satisfacción de atravesar el mar. Y ese espacio, esa manera, ese momento, está en las universidades, es allí en donde es posible tejer historia, ver utopías, soñar con muchos mundos posibles. Vemos hoy una sociedad ansiosa por derribar los muros de la ignorancia, pero que también está arrinconada, sin sueños, con frustraciones, que se resiste, quizá por temor, a entrar al mar. Pero existe un lugar privilegiado en donde nuestra sociedad puede dar saltos hacia adelante, es la universidad, y nada tan moderno y humano como querer estar en ella.

“Mi vida entera” es el título de un poema de Borges en el que se inspira este libro, cada vez que la noche lo invoca en mis horas de vigilia, cuando el alma siente caer la tarde y se da cuenta de que, entre jornadas y noches, finalmente somos iguales. He entrado en el mar, he entrado con otros a quienes he visto subir al barco y navegar, y hemos vivido juntos esta hermosa experiencia de ir hacia el propio destino a través de la universidad.

Mi vida entera

Aquí otra vez, los labios memorables, único y semejante a vosotros.

He persistido en la aproximación de la dicha y en la intimidad de la pena.

He atravesado el mar.

He conocido muchas tierras; he visto una mujer y dos o tres hombres.

He querido a una niña altiva y blanca y de una hispánica quietud.

He visto un arrabal infinito donde se cumple una insaciada inmortalidad de ponientes.

He paladeado numerosas palabras.

Creo profundamente que eso es todo y que ni veré ni ejecutaré cosas nuevas.

Creo que mis jornadas y mis noches se igualan en pobreza y en riqueza a las de Dios y a las de todos los hombres.2

1 Jorge Luis Borges, Obras completas 1923-1972 (Madrid: Alianza, 1983), 71.

2 Ibíd., 70.



He atravesado el mar

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