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El Sueño

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A lo largo de los siglos, el ser humano ha desarrollado una descripción del mundo para facilitar su paso por la Tierra. Al olvidar que la descripción del mundo es solo una descripción, ha acabado atrapando la totalidad de sí mismo en ella, en un estado de amnesia respecto de su poder y de quién es. Con el olvido de quién es surge el miedo, y con el miedo surge el apego a las creencias. A través de las creencias comienza a vivir en una «realidad» fabricada por los propios juicios. Puesto que dichos juicios no disponen de una fuente, sino que son su propia invención, nada sucede realmente. Por eso es un sueño.

El hombre, a pesar de estar en una experiencia de separación, no está realmente solo en esta experiencia de la vida. Sigue disponiendo de la abundancia de la «fuente» antes de creer que fue expulsado del paraíso, como luego veremos. Ese fue un acontecimiento que al creer que pasó dio lugar a tal experiencia, porque no es real, como trataré de demostrar a lo largo del libro. Es muy importante dejar de darle valor a lo que no lo tiene para poder experimentar la auténtica realidad del ser humano.

Vivimos repitiendo el mismo momento en el que la serpiente captó la atención de Adán y Eva en la vieja historia del Edén. La duda generó la primera división de la mente, y el miedo nos llevó a una tercera división en la que la realidad de la perfecta unidad y el paraíso quedó relegada en el olvido. Todo esto lo iremos viendo a lo largo del libro. Simplemente adelanto estas ideas para explicar que nuestro paso por la experiencia de la vida en la que nos percibimos como cuerpos separados y esclavos del tiempo tiene una explicación y un origen que puede ser vislumbrado cuando se conoce en mayor profundidad el funcionamiento de la conciencia.

Muchas de las corrientes espirituales de la New Age no contemplan la causa y se enfocan exclusivamente en aquello que se percibe desde la mente consciente. Sin embargo, esto es ya el efecto. Por eso es momento de hablar del origen del sueño, y para ello me voy a valer del siguiente gráfico:


El contenido de la mente inconsciente, al igual que le sucede a un iceberg, constituye lo que es responsable de nuestra experiencia de la «realidad», de la misma manera que la gran masa de un iceberg bajo el agua es lo que lo empuja a flotar sobre la superficie.

Es lo que no vemos, lo inconsciente, lo que determina la experiencia que finalmente vivimos. Dicho contenido de la mente inconsciente se proyecta al dormir, pero también cuando «despertamos». No hay diferencia. Por eso los sueños siempre están relacionados con el momento emocional que estamos pasando. Si estamos felices, y podemos recordar los sueños, estos también serán felices. Si tenemos miedo, tendremos pesadillas y nos despertaremos en medio de la noche.

En cualquier caso, los sueños siempre los podemos utilizar para tomar conciencia de la causa adentro, y cuando hacemos esto con la plena conciencia de que lo que vivimos depende enteramente de nosotros, y los perdonamos (elegimos de nuevo), podemos cambiar la experiencia que estamos teniendo de la vida. Por tanto, los sueños pueden y deben ser usados para conocerse mejor a uno mismo, para aflorar las creencias y pensamientos del subconsciente que pueden estar impidiéndonos tener una experiencia grata y dichosa de la vida.

Como decía, el estado de separación es la última condición en la que quedó la mente del ser humano mucho tiempo atrás y dio lugar al mundo de formas fragmentado que vemos, quedando la unidad y el paraíso olvidado para sí, pero nunca se perdió.

A menos que se eleve a la conciencia que, en verdad, la separación nunca sucedió, no se podrá salir de esta experiencia donde el miedo y la carencia son posibles. No podemos esperar el cambio de percepción por arte de magia, sino que debemos empezar a retirar el valor que le damos a la percepción para que se realice el cambio.

Hay alternativa al mundo que vemos, pero debemos dejarnos guiar por el conocimiento. Con la dualidad surge la percepción en diferencias, y con estas diferencias la tentación a emitir juicios es casi inevitable. Al hacerlo, estamos eligiendo mantener la visión del mundo tal y como éste enseña, vacío, gris y fragmentado.

El sendero del ser

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