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La Ley del espejo

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Con la mente dividida no alcanzamos a percibir todo lo que sucede en ella, con lo cual, la experiencia de la vida se convierte en el instrumento para conocer lo que domina en nuestro psiquismo o modelo mental. Lo que a este nivel es verdad para una persona es lo que se manifiesta en la realidad que experimentamos, como una representación que simboliza lo que realmente está dentro de nosotros.

Para profundizar más esto voy a apoyarme el siguiente gráfico:


Al nivel de la percepción vemos desde la parte de la mente consciente. Pero lo que mueve la experiencia que tenemos de la vida es la rueda de la mente inconsciente. Como desconocemos su contenido y operamos desde el nivel que percibe el efecto, la mente consciente, nuestros intentos para manejar la realidad que experimentamos son erráticos, ya que confundimos el efecto con la causa. Por eso tratamos de cambiar lo de afuera, pero lo de afuera viene de adentro.

Porque vivimos como si estuviéramos separados de la realidad que queremos experimentar, la rueda de la mente consciente tiene sentido de giro distinto a la de la realidad que experimentamos. Por su parte, la de la mente inconsciente gira en el mismo sentido que la de la experiencia de la realidad que tenemos, pues es un símbolo de ésta.

Vivimos desconociendo desde dónde se gesta la realidad que experimentamos. Y la necesidad de convencernos de que lo que no funciona, sí funciona, nos ha llevado a armar toda una serie de leyes para sostener que esto sea así, intentando sobrellevar la inseguridad que sentimos al experimentar la vida de este modo.

Los deseos nacen desde la información que captamos afuera. Tenemos la creencia de que esa es la única manera de controlar lo que nos sucede, cambiar cosas afuera, y como todos actuamos así, nos cuesta encontrar la alternativa a la proyección. Eso sucede después de algún tiempo, cuando el sufrimiento ya llega a ser insoportable, y llegamos a la conclusión:

Tiene que haber otra forma...

Este libro pretende abrirte esa otra forma.

Al desconocer que todo lo que experimentamos es una proyección que procede de nosotros mismos, tratamos de cambiar desde lo que es un espejismo que nosotros mismos fabricamos, el efecto. Puede que puntualmente cambiar afuera parezca funcionar, pero la forma en que la verdad interna se manifiesta cambiará de forma, y por tanto, lo que estamos destinados a sanar seguirá apareciendo como un espejo en nuestra vida para que nos veamos.

Todo lo que no sea una experiencia de amor es nuestra propia invención proyectada, y no es real, aunque se pueda experimentar. El que estemos dotados de este poder de experimentar no significa que sea real.

Lo único que es real es aquello que se extiende, es eterno y tiene «fuente». Voy a tratar de explicar esto mismo a través de la siguiente ilustración:


Al igual que en el ejemplo del iceberg, el mundo inconsciente sería lo que está bajo tierra, las raíces. Estas raíces son la causa de lo que se ve fuera. No es posible que de un roble nazca un abeto o que de la vid nazca un naranjo. Por tanto, lo que se ve fuera es una representación de lo que hay dentro.

En el caso de los árboles, y la naturaleza en general, las raíces no pueden dejar de ser lo que son. Son una manifestación pura de la creación. Por el contrario, el ser humano, como decía, tiene libre albedrío, y lo que puede manifestar no es necesariamente la verdad de lo que es. Por eso, lo que vemos en los demás y en el mundo no tiene porqué reflejar necesariamente nuestra esencia, y éste es el objetivo de todos nosotros, ser la medicina para el mundo convirtiéndonos en la verdad de lo que somos desde nuestra luz interior.

Para poder reflejar la verdad es necesario que las raíces se purifiquen (con amor) de las mentiras que a lo largo de la vida hemos creído. Debido a la incorrecta identificación con lo que se es, enfermamos. Siendo lo que realmente somos, es imposible la enfermedad. Porque en verdad el ser humano se creó del amor, y el amor es su fuente. Por eso amando nos encontramos a nosotros mismos. Pero largo tiempo atrás un error nos trajo a esta experiencia, e inventamos la posibilidad del no-amor, y al darle palabra surgió esta experiencia. Ahora debemos volver al origen aprendiendo lo que somos con la experiencia, bajo las leyes universales que garantizan nuestra protección y el rotundo éxito de la expiación para todos nosotros.

El mundo tal y como lo percibimos es la voluntad de lo que el colectivo elige creer, por eso es ilusión, porque aún queda trabajo para transformar las raíces de la mente del ser humano. Cada uno de nosotros, valga la redundancia, somos una neurona de esta mente y la medicina que sin duda curará desde el amor la falsedad que todavía vemos en el mundo.

Podemos conocer nuestro modelo mental inconsciente a través de su reflejo en la realidad que manifestamos. Si reconocemos la correspondencia del mundo interno (la causa) con el mundo externo (el efecto) podemos ir más allá de lo que vemos, perdonar y así elegir de nuevo querer ver la auténtica realidad.

Hasta que no entendemos cómo funciona la manifestación del mundo que experimentamos, no comienza lo «mágico» de nuestra existencia, y este engranaje se mueve desde la rueda verde con mucho esfuerzo. Creemos que somos un cuerpo y vivimos desde la limitación de éste. Ya has hecho lo más difícil.

¡Tan sólo imagina cómo será tu vida cuando te conviertas en el lúcido soñador del sueño y experimentes que tu vida no tiene límites!

Con objeto de complementar este apartado, recomiendo estudiar la alegoría de la caverna de Platón.


Lo que nos sucede en el sueño es que estamos atrapados por el reflejo de nuestro modelo mental, de la misma manera que sucede con las sombras de las personas en la alegoría de la cueva de Platón. A pesar de que nos indican que nuestra realidad es otra, que puede dar respuestas a lo que no entendemos de nuestro mundo, no nos lo creemos porque nos sentimos cómodos y confiados en nuestra ignorancia.

Una de las utilidades de este vídeo es comenzar a ver cómo es cuestión de elección liberarse de los apegos del mundo tal y como lo conocemos, para como mínimo, saber que existe un camino que todos podemos tomar para descubrir la verdad de nosotros mismos y recuperar la soberanía en nuestras vidas. La respuesta es el conocimiento.

No somos un cuerpo, ni estamos limitados a las leyes físicas. Pero no es través de los sentidos como vamos a aprenderlo, porque no es posible ver desde antes de donde se cree que empieza todo, ni tampoco ver más allá de aquello que queda limitado por el cuerpo. De esta forma es como acabamos viviendo sujetos a las leyes médicas, políticas y religiosas del mundo, deterministas y limitadas por lo que aprendemos. Los sentidos simplemente decodifican la información de nuestros pensamientos. Por eso en los sueños vemos imágenes, escuchamos sonidos y podemos sentir que incluso nos tocan, pero los ojos están cerrados, estamos en silencio ni realmente hay nada ahí fuera, porque somos simplemente pensamiento.

Somos una unidad con toda la creación, una sola mente que se experimenta cuando entregamos nuestra voluntad a algo que está más allá de nosotros, y de esa manera cesamos la actividad del pensamiento individual que se originó por un error.

El sendero del ser

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