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CAPÍTULO XII

EL PACTO QUE SE QUEBRÓ EN MALVINAS. UNA PULSEADA DESIGUAL

El TIAR mostró su fragilidad y fue cuestionado tras la guerra del Atlántico Sur.

El sistema común de defensa continental que intentó ser el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), cuya convocatoria impulsó el gobierno argentino, tuvo su prueba de fuego en la guerra de las Malvinas. Y tuvo un fracaso rotundo.

Pese a haber sido antecesor de la OTAN, los años y las aplicaciones controvertidas fueron llevando al TIAR hacia una crisis tan pronunciada que hoy muchos de sus miembros lo consideran obsoleto.

Impulsado por Washington en los albores de la Guerra Fría, el tratado nació en Río de Janeiro, en 1947, y fue ratificado por 21 países. “Un ataque armado por parte de cualquier Estado americano será considerado un ataque contra todos los Estados americanos”, establece en su artículo 3.

Esa norma, columna vertebral del acuerdo, solo se aplicó cuando benefició a los objetivos de los Estados Unidos y se incumplió (o se pasó por alto) cuando no coincidió con los intereses del socio más poderoso.

El tratado no fue convocado en 1961 tras la fallida invasión a bahía de Cochinos, en Cuba (que todavía era miembro del TIAR) y dio el visto bueno a las invasiones a la República Dominicana, Nicaragua y Panamá, y a la política norteamericana durante la crisis de los misiles, en 1963.

El mecanismo fijado establece que los cancilleres de los países firmantes deben reunirse ante el pedido explícito de uno de ellos que se sintiera afectado por otra nación.

Hasta 1982, el TIAR había sido convocado 13 veces. Gracias a su intervención se evitó que derivaran en guerras conflictos entre Costa Rica y Nicaragua (en 1948 y 1955) y entre Honduras y El Salvador (en 1969).

Pero hasta el 22 de abril de 1982, cuando el canciller argentino Nicanor Costa Méndez convocó el TIAR para reclamar ayuda frente al conflicto en las islas Malvinas, los miembros del sistema común de defensa jamás se habían enfrentado ante un verdadero estado de guerra.

Tras recuperar el control de las Malvinas, la Argentina buscó apoyo regional contra el ataque británico.

Con la flota del Reino Unido acercándose al Atlántico Sur, el gobierno argentino consideraba que eso constituía una amenaza contra la paz en el continente y justificaba la invocación del compromiso del pacto. En la reforma del TIAR de 1975, la Argentina había logrado que se extendiera el límite de la zona de seguridad de modo de que incluyera al archipiélago de las Malvinas.

Costa Méndez reclamaba la aplicación del artículo 8, que compromete a los países firmantes a tomar represalias económicas o diplomáticas conjuntas contra el país agresor, de ser aprobado por la mayoría. Lo que no se fija es el uso de la fuerza, que deja supeditado a la decisión de cada país.

En una noche dramática, en la que Costa Méndez invocó la inminencia del ataque británico, la asamblea aprobó por 17 votos en favor y cuatro abstenciones una declaración que reconocía la soberanía argentina e instaba a ambos países a poner fin a las hostilidades. Pero la ausencia en la última sesión del secretario de Estado norteamericano Alexander Haig ponía en duda cuánto éxito podría tener la iniciativa.

La Argentina volvió a pedir la aplicación del tratado en mayo, en rechazo a la ayuda norteamericana a Gran Bretaña. Fueron sesiones dramáticas, en las que se acusó a los Estados Unidos de violar el tratado. Nuevamente con la abstención de los Estados Unidos, Colombia, Chile y Trinidad y Tobago, el TIAR se pronunció en favor de la Argentina.

Pero el apoyo se quedaría en la letra de la resolución. Estados Unidos fue fiel a la OTAN, la guerra terminó y el TIAR empezó un camino hacia el descrédito. (Diario La Nación, 15 de septiembre de 2001).

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