Читать книгу La marea de San Bernardo - Roberto Villar Blanco - Страница 10
ОглавлениеEl día que Pablo se plegó sin condiciones a mi decisión de quemarlo todo también llovía con una lentitud desesperante. Había que darse prisa. No temíamos que brotara dentro de nosotros un débil esqueje de juicio, sino que el desencanto ante cualquier nimio obstáculo que surgiera nos hundiese en la cómoda desesperanza que disipara nuestro estúpido plan.
Los vestigios de mi idea tienen una fecha incierta. Datan, con toda seguridad, de un día que no recuerdo. Probablemente por la noche. Alguna de esas terribles noches adolescentes en las que lloraba oscuro y callado, atenazado por lo que había y por lo que no había hecho. Impotente ante un miedo proveniente del futuro y de la habitación de mis padres, según creo haber desvelado años más tarde.
Las gotas tardaban una eternidad en atravesar el aire. Parecían un póster estático, una fotografía tamaño ventana. Pablo y yo hablábamos. Nos quedábamos en silencio. Hablábamos. Y el agua no acababa aún de recorrer el rectángulo de aire enmarcado por la ventana de la habitación de Pablo. Lo curioso es que no se trataba de una lluvia diferente. Era la misma multitud de gotitas que cinco minutos antes, cuando había llegado a su casa, comenzara su recorrido kilométrico a través del hueco de la pared de su cuarto.
No tengo pruebas que sostengan las coartadas que expreso en estas páginas. Pero espero que confíes en mis palabras. Todo lo que te cuento ha ocurrido con la fidelidad con que mi memoria me lo dicta. Ella es infiel con lo que recuerda (son todas iguales), pero sin embargo, es memoria de un solo hombre cuando me susurra y me grita esa parte del pasado del tipo que yo era y del pasado del tipo que fue Pablo.
Si vas a pedirle pruebas irrefutables a la memoria estás perdido: ella te convencerá de lo que quiera. No pidas peras al olmo ni verosimilitud a la nostalgia. La memoria necesita que el tiempo –el tiempo que discurre y el tiempo que nubla y solea– la distorsione para poder conjeturar, aproximadamente, algún recuerdo. Si fuera posible recordar prescindiendo de los engaños de la memoria tendríamos la peor clase de pasado.