Читать книгу La orquesta imaginaria - Rodrigo Díaz Cortez - Страница 8

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El Astronauta nunca se preocupaba por las cosas que inquietan al resto de la gente. Según él, el futuro no existía, y por eso no le importaba eso que llaman sentido común. Antes de la catástrofe del Lido, un día lo vimos con un volante de ómnibus en las manos, y dijo: Los hombres duermen mientras viven, y cuando están muertos despiertan. Y siguió conduciendo lo que con Lu imaginamos que era su ómnibus repleto de fantasmas. Lo llamaban Astronauta porque se vestía con todas las chaquetas y todos los pantalones que había en su armario, unas prendas encima de otras hasta agrandar su figura; y daba pasos a cámara lenta como si estuviera pisando la Luna. En otra ocasión apareció y dijo: Vendrán ángeles tan horribles como los hombres y abrirán la tierra con los dientes y caerán una a una todas las casas del puerto. Quise responderle, pero lo dijo con unos ojos como de relámpago, y Lu se puso a temblar, y tembló tanto que yo también empecé a temblar y todas las chinches salieron de nuestro cuerpo y pelo y subieron al ómnibus fantasma. No sé por qué las gaviotas empezaron a volar en círculos sobre el Astronauta, que mantenía las dos manos bien sujetas a su volante. Con su compañía yo no me inquietaba porque conseguía que no me aburriera. Con él nunca se sabía qué iba a suceder. Sin su cara de entonces yo habría perdido el deseo de seguir soñando.

La orquesta imaginaria

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