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La ópera bufa en Venecia
ОглавлениеAunque menos divulgada que la napolitana, hubo también en Venecia una corriente de adaptación del lenguaje operístico al género cómico, a mediados del siglo XVIII. Uno de los impulsos de esta corriente fue la brillante carrera literaria que desarrollaría en Venecia el comediógrafo Carlo Goldoni (1707-1793). Este escritor había sabido introducir en sus comedias unos temas humanos y unos recursos escénicos basados en la brillantez de las situaciones y del diálogo y en la exposición de una idea moral brillantemente ejemplificada a través de la sátira de los pequeños vicios cotidianos de la burguesía, contrastados con las astucias de los personajes socialmente menos afortunados, que ocupan los puestos de criados o sirvientas característicos de la antigua commedia dell’arte, pero con una dialéctica nueva, más moderna, urbana y civil que les sirve para ocultar mejor sus propósitos a la hora de favorecer a los personajes «positivos» de la obra y burlarse de los «negativos».
Desgraciadamente, los profesores de literatura suelen desconocer las vinculaciones de algunos escritores con la música, y el hecho de que Goldoni fuese, de hecho, el libretista de las mejores óperas de su tiempo pasa casi del todo inadvertido, como, por ejemplo, lo es también en España la importante labor operística y teatral de don Ramón de la Cruz, en la misma época.
El gran éxito de las comedias de Goldoni anduvo parejo con el de las óperas bufas escritas por algunos compositores hábiles, entre los que hay que destacar, en primer lugar, el veneciano Baldassare Galuppi (1706-1785), llamado «il Buranello» por ser nacido en Burano. Este compositor escribió entre 1740 y 1760 una larga serie de óperas bufas de tema goldoniano que dieron la vuelta por los mejores teatros de Europa con un gran éxito, equivalente al de los mejores compositores napolitanos. Entre los títulos hoy mejor conocidos de Galuppi (no del «gran público», por supuesto) hay que mencionar la graciosa sátira L’Arcadia in Brenta (1749), con una escena bufa de estornudos que se hizo famosa; Il mondo della luna (1750), con un argumento que usarían también Haydn, Paisiello, y otros para construir nuevas partituras del mismo título; Le pescatrici (1753); Il filosofo di campagna (1754, que se representó en varias ciudades españolas), y otras muchas. La música de Galuppi es refinada, con fuertes dosis de elementos galantes propios de su época, y un sentido melódico muy desarrollado. Naturalmente, es al mundo del disco al que hay que agradecer la recuperación de muchos de sus títulos, algunos de los cuales aparecen a veces en algunos festivales veraniegos con solera.
Grabado de Baldassare Galuppi, realizado por G. Bernasconi.
Aunque hubo otros compositores de calidad activos en la Venecia de los años centrales del siglo XVIII, el único que ha merecido alguna atención modernamente es Ferdinando Gasparo Bertoni (1725-1813), autor de un apreciado Tancredi (1766) y autor de un curioso Orfeo ed Euridice (1776) sobre el mismo libreto de Calzabigi que había utilizado Gluck en 1762.
Baldassare Galuppi tuvo tanta fama en la Europa de su tiempo que fue el primero de los grandes compositores italianos que la zarina Catalina II invitó a trabajar en Rusia cuando subió al trono, abriendo así la serie de compositores italianos que harían de San Petersburgo un escenario importante en el campo de la ópera.
Si bien Venecia tuvo en Galuppi al último de los grandes operistas de su historia, el auge de la ópera italiana continuó a medida que avanzaba el siglo XVIII y fueron muchos los compositores europeos que, aun perteneciendo a otros países y culturas, adaptaron sus creaciones operísticas al estilo de los italianos, lo único posible en una época en la que éstos todavía poseían los secretos de la técnica vocal.