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CAPÍTULO 3

Reflexiones sobre el cine hecho por mujeres

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“El cine es una oportunidad para reflejar mal la realidad y quizás de esa manera revelar el artificio de lo real”.

Lucrecia Martel

Al preguntarnos sobre la existencia de un cine asociado al género, muchas de las respuestas escapan a encasillamientos o preconceptos, y si tal vez se asocia lo femenino a las películas por el solo hecho de que una mujer las dirige, se está prejuzgando un corpus de obras cinematográficas que, en realidad, deben ser valoradas por su condición artística más que por quién las ha realizado.

En esa confusión de ubicar todo en un mismo plano, feminismo e imaginería femenina pueden pasar por un mismo punto, cuando en realidad plantean el primero una posición ante el mundo, y la segunda, una manera de representarlo.

El género propio no se ‘hace’ en soledad. Siempre se está ‘haciendo’ con o para otro, aunque el otro sea solo imaginario (…) los términos que configuran el propio género se hallan, desde el inicio, fuera de uno mismo, más allá de uno mismo, en una socialidad que no tiene un solo autor (…)1.

El feminismo en sí mismo es polifacético, las posibles dimensiones y permutaciones de interrelación entre él y el cine se vuelven enormemente numerosas (…) el cine de mujeres es diferente del cine feminista, las películas de esta última franja no constituyen un patrimonio de las mujeres porque los hombres también pueden producir obras de carácter feminista2.

Un buen ejercicio para determinar cuestiones asociadas al cine que el patriarcado ha producido en los más de cien años de existencia, y evidenciar la impronta masculina en las películas, es el reconocido test de Bechdel.

Esta prueba, creada por Alison Bechdel en su cómic Dykes to Watch Out For, buscaba visibilizar casi de manera humorística una realidad que la artista quería mostrar y denunciar.

En el relato, uno de los personajes protagonistas manifiesta que para ver una película tiene que cumplir al menos tres requisitos. El primero es que aparezcan, al menos, dos personajes femeninos. El segundo es que mantengan una conversación entre ambas en algún momento. Y el tercero, que en esa conversación no hablen sobre algún hombre.

Con el correr de los años la prueba se utilizó para determinar la inequidad de género que predomina en la industria del entretenimiento, con algunas variantes como, por ejemplo, que los personajes femeninos que interactúan tengan nombre, o que hablen durante al menos dos minutos a lo largo de la película.

“Todo lo que limita es una forma de ghetto, cine latinoamericano, cine de negros, de mujeres, de judíos. Lo deseable es lo que me pasa a mí cuando me invitan a certámenes internacionales en que competimos hombres y mujeres (…). Cine de mujeres hay muy poco. Los distribuidores que son hombres, y muy zonzos, no compran películas de mujeres porque piensan que no funcionan y están muy equivocados”3, disparaba en 1989 María Luisa Bemberg.

Dolores Fonzi, actriz, suma una reflexión sobre el feminismo: “Ser feminista tiene que ver con la lucha contra la desigualdad e injusticia (…). Sinceramente me agota tener que explicar todo el tiempo lo mismo4. Y en ese escapar a recortes hay muchas realizadoras, actrices, editoras, asistentes de fotografía, jefas de área, que piensan de manera contrastante entre sí, pero que tienen una similitud, la de enfrentar el cine de mujeres desde otra posición, una que las acerca a la sensibilidad característica de las propuestas, tan mencionada por varias.

“Yo amo el baño unisex, porque además hay una infinidad de grupos más allá de mujeres y hombres, y va a ver inimaginables más, y la verdad que a mí la educación que más me interesa, y no quiere decir que como mujer no haya estado y vaya a estar en miles de aspectos sometida, es poder pensar una igualdad de verdad, que el par es par, eso sí es feminista. En Mi amiga del parque había una aventura que me representaba, una supuesta tentación, un deseo vital que gana al género, porque podría haber sido cualquiera. No es lo mismo, pero me gusta darle prioridad al feminismo desde la igualdad. No es fácil, porque hay que armar todo de nuevo. No se puede deconstruir el patriarcado sin pensar en el capitalismo y la propiedad privada. Hay muchas ideas, nada inocentes, que están en auge. Para mí es a por todo, esa instancia es muy complicada del patriarcado, es una consecuencia lógica de la propiedad privada. Hay que moverse, perder comodidad todos, más allá de cuánto se gana y tiene”, dice Ana Katz (Sueño Florianópolis, Mi amiga del parque, Los Marziano, El juego de la silla), una realizadora y actriz que escapa a etiquetas.

Y agrega: “Cuando me preguntan sobre dirigir cine y ser mujer cómo me planto ante un equipo, no se me ocurre. Me parece que hay muchas cosas que, para dejar de ser un tema, tienen que dejar de ser un tema. Hay algo que tiene que dejar de pasar y hay que asumir muchas cosas. Es un momento alucinante, de raíz de transformación, y si me preguntás qué quiero hacer con esa raíz, desde chica, desde El juego de la silla, siempre trabajé con la identidad de género, por eso hay que ir a por más, y el tema de la propiedad privada es clave”.

Mercedes Morán (El ángel, Familia sumergida, El amor menos pensado), protagonista de Sueño Florianópolis, dirigida por Katz, suma: “Ana es una directora que conoce mucho de procesos íntimos, femeninos, que son contradictorios, que van y que vuelven, y que el folclore los ha llamado ‘histeria femenina’, descalificándola, que no creo que sean solo femeninos, pero que el modelo patriarcal lo menciona así, ‘Histérica, estás indispuesta’, y se los trabaja de manera sutil, no se dan respuestas. Como actriz tenía algunas preocupaciones más frívolas, que tienen que ver con la imagen y la exposición, porque iba a estar en una playa, en traje de baño, a mi edad, y son cosas que pienso”.

“No hay un cine ‘femenino’, creo que hay una cantidad de mujeres que están dirigiendo que tienen una mirada de su género. Algunas tienen conciencia de su género y otras no. Como hay directores que se han sentido curiosos por el universo femenino y con ellos cuando construyo mis personajes, que son siempre mujeres, tengo buena comunicación. Sí es cierto que se están contando en el último tiempo más historias de mujeres protagonistas, que en equipos se han sumado más mujeres y eso permite hacer una lectura de alguna escena diferente, y pasan cosas que repensás. Como, por ejemplo, hacés un personaje que tiene una situación con otra persona, no su marido. Llega a su casa y se baña, ¿por qué lo hace?, ¿para que no le queden rastros?, ¿para lavar culpas? Pasémoslo para más adelante. Hay que correrse de los arquetipos de heroína: la madre, la esposa, la hermana, la mujer ideal. Esto es algo que yo hice siempre sin darme cuenta de que estaba trabajando por una causa. Cuando hice Roxi, en Gasoleros, lo primero que le dije a Adrián Suar es que no quería hacer una heroína convencional, quería hacer una mujer que se equivoque, con zonas oscuras, que tenga defectos, una mujer real. Él me decía quiero empatía, y yo le dije que justamente así iba a funcionar. Siempre estuve en procura de buscar verdades en mis actuaciones, que sean reales. Y ahora se está dando esto, dejando de lado la victimización, roles periféricos. Y tengo suerte con el trabajo y lo que se está dando en la sociedad y que el cine lo refleje”, concluye Morán.

Yo he armado equipos de mujeres medio de casualidad, siempre estuve aliada a grandes mujeres, nos cuidamos, pero yo no quiero ser como un hombre convencional. Antes era una mesa de reuniones en una empresa solo tipos, y ahora poner yo sólo mujeres, devolvérselas, porque justamente, como te dije, me gusta el baño ‘unisex’. Me gustan las ideas, los corazones. Mi defensa no es por no ser feminista, al contrario, hay que ir por el mercado y la propiedad privada, y cuando te ponés muy proteccionista no es bueno. Ahora estoy con un guion infantil, los clásicos para niños están escritos desde la mirada de un hombre. Los disfruto con mis hijos, pero quiero que sea ahora desde el punto de vista de una mujer, por eso Alicia en el país de las maravillas me parece brillante. Se combate con alianza, no con miedo. Apoyo la lucha feminista, hay miradas y cosas para hacer, pero no hay que distraerse, porque si no queda que somos solo tres progresistas en un mundo que no es así”, agrega Katz.

Julia Solomonoff (Nadie nos mira) reflexiona: “He discutido muchas veces cuando a mí me dicen que soy feminista y les digo ‘no, yo soy democrática’. O sea, estoy hablando de igualdad de derechos, no estoy diciendo nada diferente que una igualdad. No es porque me parezca ofensiva la palabra feminismo, me parece ofensivo que se tome como feminismo algo que tiene que ver con igualdad, estoy hablando de igualdad de derecho, así, simplemente. Creo profundamente en la diferencia más que en la igualdad. Yo creo que lo interesante es justamente en qué se diferencian una mujer de un hombre. Para que esas diferencias puedan surgir naturalmente y crecer tiene que haber definitivamente una igualdad de condiciones. Si no, siempre va a ser una diferencia negativa. O sea, no pensarlo en el sentido de algo conflictivo, sino que siempre va a haber una discriminación5.

Algo similar imagina la realizadora Majo Staffolani (Colmena, Román) y redobla la apuesta: “Yo peleo por la igualdad de oportunidades de trabajo en la industria y la equidad en los salarios. Por narraciones ricas donde se ofrezca diversidad y un trabajo fino sobre el cuerpo y la sexualidad. La mujer debe y merece contar historias, delante y detrás de cámara, abortando el estereotipo patriarcal que nos pretende tontas, sumisas, débiles y cogibles. Que nos pretende objetos. El camino viene siendo arduo y doloroso, pero lo único importante es que no hay vuelta atrás. El futuro será feminista o no será”.

Y sobre las “particularidades”, si las hay, del cine realizado por mujeres agrega: “Hallo claras y fuertes virtudes en las películas que fueron dirigidas por mujeres, sobre todo en los últimos años. Creo que estamos atravesadas por un proceso de evolución social muy groso, estamos paradas en un momento bisagra que se traslada a la pantalla de forma indefectible. Nada de lo que aprendimos a contar resulta tibio, no hay lugar para los grises. Ya no. Sentimos, de forma consciente o no, la responsabilidad de hacer cine y lo que eso conlleva. Estoy segura que ninguna mujer directora, en tiempos como los que corren, tiene como objetivo que su película se convierta en un refugio pochoclero. Estamos incómodas, estamos hartas, por eso denunciamos, gritamos, y, por primera vez, sentimos contención para ser libres a la hora de contar. Afortunadamente es un proceso sin fin, esto recién comienza”.

Sobre si tuvo alguna vez ganas de abandonar el proceso, en donde el machismo marca tiempos de trabajo y rubros, concluye: “Todo lo que me tocó atravesar como mujer está directamente ligado a mi ser directora. Es indivisible. Viniendo del palo independiente, el destino siempre fue más o menos descifrable. Nunca me expuse a la voluntad de nadie para contar las historias que conté. Todos fueron procesos que se vivieron con urgencia, naturalidad y libertad. Asimismo, en algunas oportunidades, estando en producciones ajenas, padecí desigualdad en el trato, desigualdad en el salario, desigualdad por el simple hecho de haber nacido mujer. Pero todo lo vivido, fue asimilado como parte de un proceso. Digo, en mi segunda película, Román, decidí que el equipo esté conformado por un 95 % de técnicas mujeres, todas cabezas de equipo. Considero que la inclusión no solo se debate, se ejerce. A la industria ingresé a los codazos, por ser mujer, por ser lesbiana, por ser”.

Lucía Puenzo (Wakolda, XXY, El niño pez) menciona: “Rechazo que nos pongan en el cine de mujeres y, aun habiendo estado como jurado en muestras, no nos hace bien a las mujeres, no tiene que estar sectorizado. Soy amiga de muchas de ellas y en gran medida tiene mucho que ver con el auge de escuelas de cine. Hace pocas décadas roles que se fijaban más en los equipos técnicos… esto se modifica. Muchas alumnas egresan y empiezan a dirigir. Y también en otras áreas. Cuando veo una película me doy cuenta si hay una mujer detrás. Y esto es como una contradicción. Hay algo que uno reconoce. Hay muchos hombres que filman con más precisión que una mujer también lo femenino, por ejemplo Pedro Almodóvar”.

La reconocida periodista y crítica de espectáculos Josefina Sartora6 suma su visión sobre este punto: “Yo creo que hay diferencias entre las mujeres y varones, partamos de eso. Diferencias biológicas, psicológicas, antropológicas. Las hay. De todas maneras, no creo que haya un cine de varones y un cine de mujeres. Creo que la mujer aporta su sensibilidad y características femeninas, distintas a las de los varones, no creo que haya un cine de mujeres, y hoy estamos ocupando espacios que antes no ocupábamos por una razón u otra. Los tiempos están cambiando y estamos ocupando lugares como la dirección, tradicionalmente masculino, fotografía. La mujer siempre era una actriz, [hoy] es la directora de arte, la directora de fotografía, es la productora, también. La mujer tiene más virtudes que los varones para ocupar el lugar de producción, porque es práctica, porque es ejecutiva, es pragmática, está en el detalle que no está el varón. Tiene que ver con la psicología femenina, está cambiando, por suerte y en el campo de la crítica, el mío, personal, ha cambiado muchísimo”.

Mónica Lairana, directora de La cama y de los cortos Rosa, María y Emilia, suma: “Antiguamente se solía escuchar comentarios sobre un tipo de sensibilidad ‘especial’ que algunas personas encontraban en el cine dirigido por mujeres. Hoy eso cambió y, en tal caso, el cine dirigido por mujeres está siendo reconocido por la manera positiva de retratar a la mujer, lejos de un estereotipo sexista y de una visión patriarcal. Es un cine con protagonistas fuertes y decididas que llevan las riendas de su vida. No podemos determinar que todo el cine hecho por mujeres tenga alguna de esas características. Conozco a varias directoras cuyas películas, al ser de acción y de violencia, se alejan por completo de la norma o de lo esperado. Por otro lado, conozco directores cuyas películas tienen la delicadeza y la sensibilidad atribuidas a las mujeres. En una sociedad que avanza hacia el respeto y reconocimiento de la diversidad de identidades sexuales, creo que resulta un poco viejo seguir marcando estas diferencias. No obstante eso, todavía existen desigualdades entre hombres y mujeres para desarrollarse dentro del ámbito audiovisual. Hay que seguir luchando por la igualdad de oportunidades dentro de nuestra pequeña industria. Lo que necesitamos es diversificar la mirada”.

María Alché en su ópera prima Familia sumergida trabaja con ideas y conceptos que subvierten algunas ideas preconcebidas sobre el rol de la mujer en la sociedad: “Me gusta pensar que un hombre también puede sentirse identificado con el personaje, y me pasó. No pienso que una película solo deba interpelar a hombres o mujeres, me parece que los hombres también pueden identificarse desde ese sentido de extrañamiento. Hay algo que yo no tenía ganas de hacer, que era que somos seres complejos, estamos llenos de grises y no somos una sola cosa, no quería que aparezca la sensación de triángulo, que el marido es un tipazo y le pasa algo sexual con otro, le gusta, vuelve su marido, para algunos es genial, para otros muy ausente, la película genera sentimientos distintos según quién lo mire. La película tiene una protagonista femenina, dirigida por mujer, con mayoría de mujeres en el equipo, pero no creo que sea distinto esto a otras películas”.

Lorena Muñoz (Gilda. No me arrepiento de este amor, El potro, Los próximos pasados, Yo no sé qué me han hecho tus ojos) dice: “No estoy tan de acuerdo sobre esa mirada. Me ha pasado de ver películas creyendo que la dirigieron hombres o mujeres, por la forma en la que se acercaban a los personajes, por cómo conocían ciertas psicologías femeninas o masculinas y me llevé sorpresas. No me parece que hay un cine de mujeres o un cine de hombres. Sí me parece que existe y es alarmante, en cantidad, cuántas películas son protagonizadas, las historias, tratan sobre hombres y cuán pocas por mujeres. Las protagonistas en general no son las mujeres y eso es muy significativo. Además que hay muchísimas menos directoras mujeres. Tal vez tenga que ver que el punto de vista es más de los hombres, se me ocurre, es muy subjetivo todo esto”.

Y agrega: “Hay algo instalado difícil de ver estando dentro, yo durante muchos años pensé que nunca había tenido dificultades en el cine como mujer y ahora sí sé que fueron muchísimas. Porque uno contemplaba cosas que pasaban como ‘normales’. Muchas situaciones que pensaba que eran normales y que ahora sé que no estaba bien que pasen”.

Alejandra Portela, periodista, docente, investigadora de cine, reflexiona sobre el tema: “Creo que nuestro cine es un cine muy poderoso. Con sus momentos críticos y sus momentos de esplendor. Seguramente elegir cuáles fueron estos momentos es más una cuestión de puntos de vista. Sin embargo, hay datos bien concretos que no se pueden discutir. Las mujeres tienen un lugar cada vez más importante en el cine nacional, tanto en la producción como en la realización o en los aspectos técnicos. Cuando se habla del cine argentino también las incluye y eso creo que está bien claro. Cuando apareció Lucrecia Martel nos preguntábamos quién era esa mujer que había traído algo distinto, pero no distinto porque traía una ‘mirada femenina’, distinto porque hablaba de un país en decadencia con una extrañeza y una potencia que eran extraordinarias y como nunca antes se había hecho. El cine de Martel es uno de los más importantes que tiene la cinematografía latinoamericana y me atrevería a decir mundial y bueno, es un orgullo que sea mujer, claro. De hecho el lugar central que tienen las mujeres en la realización de películas argentinas en parte se lo debemos a ella. Creo yo. Creo que deberíamos cuidarnos y marcar más el hecho que no decimos ‘Cine de mujeres de Argentina’ o ‘Cine argentino de mujeres’. Decimos y debemos decir: ‘Películas de realizadoras mujeres’”.

Mujeres, cámara, acción

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