Читать книгу Entre dos ríos - Romina Zanellato - Страница 11

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Desnuda en el baño del hotel me miro a los ojos. Desde una ventana que da al cielo claro, que está manso ahí afuera, entra una luz clara, natural y pareja. Soy yo, la de hombros firmes con pechos pequeños que caen como dos ciruelas sobre una cintura exagerada, oculta, un secreto sobre la panza ancha, base de operaciones de todo lo que siento. Soy yo esta mujer del espejo que está sola en un hotel, en un pueblo desconocido.

La habitación es blanca impoluta, los pisos antiguos de madera. Afuera me espera la plaza donde se conocieron Aurora y Santo hace sesenta años. Ella iba charlando con Julia sobre una película de Hollywood que habían visto en el cine, iban a la matinée todos los sábados a la tarde. Caminaban separadas de las demás compañeras del grupo, un poco más atrás. Iban con los brazos sellados entre sí. Y ahí, hablando tonterías con su amiga, apareció un petiso de cara cuadrada y ojos rasgados, brillantes, un negro como el primer carbón que se enciende para hacer el asado. Su mirada era curiosa y su cuerpo mostraba cierta timidez. Algo pasó en esa escena, en él acercándose a ellas.

Esa fue la primera vez que se vieron. No tengo idea de lo que sucedió pero sé que huyeron de Entre Ríos ni bien se casaron. Muchos años después, mi abuela me dio una pista: hay que amar con locura o estar sola, y no hay que dejar que nadie se meta. Es la única forma de que valga la pena durante sesenta años.

Ahora, en esta habitación de hotel solo tengo preguntas y una lata de té con un montón de cartas que él le envió. ¿Los reconoceré? ¿Mis abuelos son mi memoria? La cadera ancha, el vientre generoso, suave. Me veo hermosa esta mañana. ¿Soy de donde vengo? La cara redonda de tortafrita, los ojos de india, la nariz de ñato, el sonido apagado, la vista atrofiada. ¿Fueron ellos para que yo sea?

Entre dos ríos

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