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Prólogo

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A fines de septiembre de 1974 se produce una caza masiva de los militantes del Peronismo de Base (PB) de Resistencia, Chaco. Habiendo cerrado el Colegio Mayor Universitario, estaba yo alquilando una casa “cerrada” para los militantes del PB, de manera que nadie pudo denunciar mi domicilio cuando eran “apretados” por el ejército.

La noticia recibida de la caída de diversos militantes del PB no me impidió seguir trabajando sobre el texto de Paul Ricœur Finitud y culpabilidad, que me interesaba para la materia Ética que había comenzado a dar en la Universidad. Ya anocheciendo, me acerco a la Facultad de Humanidades y allí me entero de que ya los alumnos me daban por caído en prisión. Aclaro mi situación y me voy a dormir.

A la mañana siguiente, sigo trabajando sobre el texto de Ricœur y al mediodía me dirijo al estudio de Saúl Acuña, el abogado que teníamos como PB. Cuando él me ve llegar, ni siquiera me quiere mirar a los ojos. “Rajá que te andan buscando”, me dice, “la situación es muy jodida”. Me doy vuelta y al salir compro el diario El Norte, donde aparezco en primera plana con el título “Buscado”.

Me vuelvo a mi casa y le pido a mi hermana Teresa que me saque pasaje en el primer colectivo que salga. Con el boleto en la mano y una muda de ropa, me presento en la estación de ómnibus, minutos antes de la salida. Le pregunto a un militante de la Juventud Peronista (JP) que atendía la boletería si había vigilancia en el límite entre el Chaco y Santa Fe. No tenía noticia al respecto.

Tuve suerte. En la frontera no había vigilancia. En el Norte Bis viajé hasta Reconquista. Allí tomé otro colectivo hasta Santa Fe, donde volví a cambiar de ómnibus hasta Buenos Aires. Me dirigí a la casa de mi hermano Gregorio y allí no recuerdo si ese mismo día o al siguiente recibí noticia de Resistencia, en la que se me comunicaba que debía cambiar de “sanatorio”. Comenzaba una nueva etapa en mi vida, aunque todavía no tenía conciencia de ello. De la razia del ejército en Resistencia nos habíamos salvado cuatro. A los quince días, si mal no recuerdo, vino a Buenos Aires el abogado Acuña y me dijo claramente que yo a Resistencia no podía volver.

Supe o, mejor, terminé de saber que era un “prófugo”, que había ingresado en la clandestinidad. Cambiar de nombre, tener otro documento de identidad, cambiar cada tanto de residencia, conseguir trabajo, ubicarme en otro lugar de militancia.

En cuanto a mi profesión de profesor universitario, se rompió la posibilidad que tenía de estar al frente de la cátedra de Ética que finalmente había conseguido y donde estaba dando las primeras clases. En realidad debía despedirme de la posibilidad de estar frente a una cátedra universitaria.

Mientras solucionaba los problemas de papeles de identidad, de trabajo, de militancia; programaba también, en lo posible, la continuidad en mi preparación profesional, es decir, en continuar mis estudios sobre la ética. Hegel, Marx, Max Weber aparecían como prioridades.

Fueron dos años de exilio, de fines de agosto de 1974 a fines de agosto de 1976. Mientras progresaba en mis lecturas, iba poniendo por escrito mis ideas, de las cuales iban a salir dos libros: Los modos del saber y su periodización y Ethos, ética y sociedad, pero, en realidad, solo este año (2019) rebuscando en mis papeles descubro el segundo libro mencionado.

El primer libro, Los modos del saber y su periodización, tuvo una primera elaboración a lo largo de mi clandestinidad (fines de 1974-fines de 1976). Cuando me traslado clandestinamente a México, vía Brasil, el manuscrito quedó en Buenos Aires. Un amigo me lo hizo llegar a México.

Por el momento poco podía hacer con el libro. En la Unidad Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) conseguí acumular las cátedras necesarias para reunir el dinero que significaba una dedicación “tiempo completo”, como se dice en México por “dedicación exclusiva”.

Los primeros meses fueron muy buenos. Los “extranjeros” que trabajábamos como académicos pertenecíamos a la Argentina, Uruguay, Chile. Hubo un cambio de dirección de la facultad, de la que se hizo cargo un profesor chileno. Naturalmente los cargos que yo tenía no habían sido concursados. Al término del cuatrimestre no me renovaron el contrato por las cátedras que tenía, salvo una.

¿Qué había pasado? No lo supe entonces y creo que nunca lo sabré a ciencia cierta, pero varios profesores argentinos y uruguayos fuimos perdiendo el trabajo. El profesor chileno que quedó como decano (creo que ese es el título) me dijo que debía presentar un trabajo para justificar las cátedras que había tenido a mi cargo. Pensé, entonces, en los papeles sobre Los modos del saber y su periodización y me puse a trabajar en el libro, que finalmente presenté.

Entretanto establecí un vínculo con Francisco Piñón, profesor de Filosofía en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Iztapalapa, quien, al conocer mi situación, me habló de la posibilidad de presentarme a un concurso en esa Universidad. Sin más, comencé la preparación para el concurso con el cual entré en esa casa de altos estudios.

Fueron los mejores momentos de mi estadía en México como exiliado. Había podido retomar mis estudios hegelianos, dado que daba un curso sobre la filosofía política de Hegel; comencé a hacer los cursos requeridos para la Maestría en Ciencias Sociales y a redactar artículos para Iztapalapa, la revista de la Universidad.

Era fatal que comenzase a pensar en publicar el escrito Los modos del saber y su periodización. Retomé, pues, el trabajo que había presentado en Acatlán, y, cuando lo encontré terminado busqué la editorial para publicarlo. Finalmente lo edité en la editorial El Caballito.

De ese libro, además de la edición mexicana, se publicaron en la Argentina seis ediciones, cinco por Letra Buena y una por Biblos. ¿Y el otro libro?, ¿qué pasó con él? No se trata de una novela, género que no cultivé, sino de un libro en el que desarrollo-sintetizo la cosmovisión que yo tenía hasta ese momento. En el trajín de los cambios de residencia –“residencia” es un decir, porque se trataba de un lugar para dormir, para estar unos días y, con suerte, meses–, el trabajo, las reuniones, me conseguí una máquina de escribir e iba llenando páginas y más páginas.

¿Dónde quedó todo el material que constituye el libro que ahora presentamos? No tengo idea. El hecho es que hace unos meses, revisando papeles en los que fui escribiendo reflexiones, síntesis de clases, anotaciones, apareció un fajo de papeles amarillentos, divididos en capítulos, del uno al doce, con la anotación “definitivo” puesta entre paréntesis.

Mi sorpresa fue mayúscula porque, aunque no se crea, no tenía idea de que había escrito otro libro en situación de clandestinidad. Sí sabía que había ido escribiendo sobre “ethos y ética”, que debía servir para desarrollar el tema de la ética como profesor en la Universidad.

Leí y releí el texto que sintetiza la cosmovisión a la que yo había llegado hasta ese momento –1974-1976– y lo encontré satisfactorio. De hecho, no son tantas las correcciones que haría si es que lo volviera a escribir. Tiene lagunas, pero el entramado del libro está logrado. Ello hace que lo presente en cuanto a su contenido y metodología de exposición tal como fue escrito en 1975.

Por lo tanto, presento el libro sin modificaciones en cuanto al contenido. Solo algunas aclaraciones. Como se comprenderá, un libro escrito en 1975 es prerrevolución de “género”. Los cuatro primeros capítulos van sin aclaración alguna.

El capítulo 5, “Ideología ética y política”, presenta dificultades especiales en la concepción y las relaciones entre ideología, cultura, conciencia de sí. En el 6 es problemática la relación entre Hegel y el pretendido “fin de la historia”.

En el capítulo 8 hay una confusión entre Jesús y Cristo. A veces aparece referido a Cristo lo que debería ser solo referido a Jesús. Jesús es el personaje histórico que actuó en Palestina y especialmente en Galilea. Cristo –o sea, “Mesías”– es Jesús invocado con ese título.

En el capítulo 9 debe reformularse el texto referido a la “lucha por el reconocimiento”. No hay ningún cambio sustancial al respecto, sino solo mayor desarrollo. En los restantes capítulos, a mi modo de ver, no son necesarias aclaraciones complementarias.

Buenos Aires, marzo-abril de 2020

Ethos, ética y sociedad

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