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MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL

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La razón principal para visitar ciudades históricas ha sido tradicionalmente su oferta de patrimonio construido, atracciones culturales y paisajes históricos (Conti et al., 2013). Sin embargo, en un contexto de creciente competitividad entre los destinos urbanos, los aspectos que anteriormente se consideraban secundarios alcanzan un papel destacado, como la gastronomía, los hoteles, el diseño y las compras, entre otros. Las ciudades históricas celebran eventos, porque son más flexibles que algunos tipos de instalaciones, cuestan menos, tienen un impacto positivo a corto plazo y ayudan a diferenciar los espacios urbanos a través de su revitalización y renovación (Organización Mundial del Turismo y Comisión Europea, 2005). Estos resultados positivos pueden hacer que los eventos sean más atractivos que el patrimonio construido en las estrategias culturales y económicas de las ciudades (Richards y Palmer, 2010).

Las ciudades históricas generalmente se caracterizan por sus calles estrechas y el área más visitada abarca solo una pequeña porción del entorno con valor patrimonial (Ibarlucea, 2015). Por tanto, la atracción masiva de turistas por eventos callejeros en la ciudad histórica está estrechamente relacionada con la masificación de los espacios públicos y el uso excesivo de bienes patrimoniales. Es por ello que uno de los principales desafíos en la ciudad histórica es cómo gestionar la concentración de un gran número de visitantes en un espacio muy limitado. Los eventos solo sirven para reforzar esta situación, especialmente contribuyendo a atraer aún más excursionistas a las sedes del evento y sus alrededores. Por otra parte, como la mayoría de las ciudades históricas se construyeron antes de la invención del transporte público masivo y los vehículos privados, comparten la falta de un amplio estacionamiento para automóviles y las calles son relativamente estrechas en comparación con las de las periferias. Debido a ello, caminar es la forma más común para que los turistas se desplacen, especialmente durante eventos masivos, cuando muchas de las pocas calles que permiten el tráfico de automóviles y transporte público están cerradas para dar lugar a espectáculos callejeros o por razones de seguridad. Dicho esto, la caminabilidad de las calles donde se celebran los eventos es un tema crucial para los gestores, debido al impacto que tiene en la percepción de los visitantes.

La caminabilidad se puede definir de varias maneras. Bharucha (2017), la define como una medida de cuán amigable es un área para caminar. Shamsuddin, Hassan y Bilyamin (2012) definen la caminabilidad como “la medida en que caminar está fácilmente disponible como un medio de transporte seguro, conectado, accesible y agradable” (p. 247). Un lugar se considera caminable cuando el entorno urbano brinda comodidad y seguridad a los peatones, conecta con destinos variados en un tiempo razonable y los recorridos ofrecen interés visual (Southworth, 2005).

Para hacer que un área urbana sea caminable se necesitan una buena conectividad de la red de calles, intermodalidad, un paisaje urbano cuidadosamente diseñado, usos del suelo variados y seguridad (Kumar, 2010). Otro factor importante que afecta a la capacidad de caminar es la calidad del lugar en términos generales, que debe estar bien conectado y ser amigable, llamativo y cómodo (Abley, 2005; McGuff, 2011). Existen dos elementos clave que hacen que un sistema de calles sea caminable: proximidad y conectividad (Leslie et al., 2007). La proximidad está vinculada con la mezcla de usos del suelo, esto es particularmente relevante, porque crea distancias cortas entre viviendas y espacios de trabajo, tiendas y lugares de ocio. La conectividad se refiere a la variedad de rutas e interconexiones, que está relacionada con el patrón de calles previamente diseñado (Owen et al., 2007). En relación con las características mencionadas, Frank et al. (2010) desarrollaron un “índice de caminabilidad” compuesto por cuatro componentes: densidad residencial, proporción de superficie de comercio minorista, densidad de intersecciones de calles y diversidad de usos del suelo. Finalmente, las reacciones psicológicas y físicas individuales están interrelacionadas e influyen igualmente en el deseo de caminar (Handy, 1996).

Varios estudios indican que la caminabilidad afecta a la experiencia de los turistas en un destino urbano. Un estudio realizado en Kuala Lumpur indicó que el placer al caminar y la accesibilidad determinan el apego de los turistas hacia los lugares que visitan, particularmente en las áreas con fuerte carácter histórico y cultural. Los factores que afectan la experiencia de caminar de los turistas incluyen accesibilidad, conectividad, comodidad, seguridad, atractivo y placer (Mansouri, 2014). Los turistas caminan a una velocidad menor que los residentes, como resultado, la distancia y el paisaje urbano son más relevantes para ellos. Observan los detalles estéticos y perciben características disruptivas como el ruido o la suciedad más fácilmente que los residentes, que normalmente están ocupados en su vida diaria y están más acostumbrados a ellos. En especial, cuando los visitantes son de otro país, estos perciben detalles que son ajenos a su cultura más fácilmente (Vojnovic, 2006). Estos aspectos han sido analizados en el estudio de caso de la Guelaguetza en Oaxaca y se discutirán a continuación.

Muchas ciudades en el mundo han logrado establecer áreas y rutas peatonales. No obstante, las ciudades mexicanas están en proceso de cambio, enfrentando un poderoso culto sociocultural al automóvil al igual que en la mayor parte del continente americano. La mayor parte de las ciudades históricas mexicanas están en proceso de crear políticas y proyectos para definir o expandir las áreas peatonales, tanto para uso turístico como local. Oaxaca no es una excepción y presenta el problema particular del colapso del tráfico debido a un aumento vertiginoso de vehículos en los últimos años, habiéndose triplicado el parque vehicular en veinte años (Instituto Nacional de Estadística y Geografía, 2018).

Debates contemporáneos sobre el turismo Tomo VIII

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