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AMBROSE

CAMPAMENTO REAL,

NORTE DE PITORIA

Le había tomado unos días, pero con la ayuda de Geratan, Ambrose había escogido a cincuenta hombres para su misión y ahora estaban allí parados frente a él, todos en buena forma y saludables, una mezcla de cabezas blancas y azules.

—Felicitaciones a todos, caballeros, por haber sido seleccionados para unirse a mi escuadrón. He visto combatir a cada uno de ustedes y tuve el placer de enfrentar a algunos en el campo de prácticas —Ambrose había realizado esto en parte para poner a prueba a los hombres, pero también para demostrarles sus propias habilidades; los hombres necesitaban creer en él y en que su líder podría combatir a pesar de su cojera.

—Tenemos una misión especial. Los soldados de Brigant están recolectando humo de demonio. Nuestra misión es detenerlos. Para hacerlo, tendremos que ir al mundo de los demonios. Es un extraño y peligroso lugar, pero ya he estado allí y regresé a salvo, y así los traeré a todos ustedes de vuelta.

Los rostros de los hombres no demostraban miedo. De hecho, la mayoría estaba sonriendo.

—¡Al ataque! —gritó uno.

—No debemos temer al mundo de los demonios, pero no es como el nuestro. Allí, los sonidos son diferentes: las palabras son como platillos repiqueteando, un paso suena como una campana. Entonces debemos guardar silencio. Nuestra ropa, nuestras botas, nuestro equipo, nada debe hacer ruido.

—¿Cómo suenan los pedos, señor? —preguntó Anlax: una típica pregunta de Anlax. Hubo algunas risitas y comentarios sobre el hecho de que el olor parecía más preocupante que el ruido.

—En realidad, has planteado un buen punto, Anlax —dijo Ambrose—. En el mundo de los demonios no necesitarás comer. Por lo tanto, no tendrás que engullir frijoles en el desayuno, el almuerzo y la cena, y por tal motivo, por fortuna, nunca descubriremos la respuesta a tu pregunta.

—¿En verdad no comeremos, señor? —preguntó un hombre llamado Harrison.

—No. Sin embargo, tendrán sed. El mundo de los demonios es muy caliente. Necesitarán odres grandes para llevar el agua y suficientes provisiones para subir y bajar de la Meseta Norte, raciones básicas para cuatro días. Viajaremos rápido y livianos. Llevaremos armas para usar en espacios confinados: espadas cortas, dagas y garrotes. Por último, muy importante, aunque será especialmente difícil para algunos de ustedes —Ambrose miró a Anlax—: desde el instante mismo en que entremos al mundo de los demonios y hasta que salgamos de nuevo, no pronunciaremos una sola palabra.

Se escucharon unas cuantas carcajadas.

—Nada de reír tampoco —dijo Geratan—. Los sonidos delatarán nuestra presencia. Todos debemos aprender a guardar silencio.

—Sin embargo, si no podemos hablar —continuó Ambrose—, debemos comunicarnos de una manera diferente. En el mundo de los demonios se pueden escuchar los pensamientos de otra persona si se toca su piel. Así que puedo transmitir órdenes al pensarlas mientras toco a Geratan. Si al mismo tiempo él está tocando a Anlax, Anlax también escuchará la orden. Eso es útil, pero puede ser problemático. Podemos escuchar cosas diferentes a las órdenes. Podemos escuchar los pensamientos de otras personas por error. Los he elegido a ustedes por sus habilidades en combate, pero también por su temperamento. Debemos asegurarnos a toda costa de que trabajaremos como un equipo perfecto. Debemos confiar y respetarnos los unos a los otros. Sin darse cuenta, podrían contarle a otro soldado su secreto más profundo: o escuchar el de otro hombre. Deben estar preparados para eso y ser capaces de mantener la calma. No podemos arriesgarnos a ninguna falla en el trabajo en equipo o en la disciplina.

Los hombres mantenían expresión solemne y algunos asintieron, pero Ambrose estaba contento de que nadie hubiera hecho una broma.

—Entonces, debemos aprender a ser honestos el uno con el otro. Y comenzaré compartiendo algunas verdades sobre mí. Nací en Brigant, pero Pitoria es ahora mi hogar. Amo Pitoria y aprecio sus libertades y muchas de las personas que he conocido aquí. Pero en honor a la verdad, todavía sigo amando a Brigant.

”Es el hogar de mi padre y del padre de mi padre, la tierra donde crecí, donde aprendí a jugar con mi hermano y con mi hermana. Tiene hermosas montañas y costas escarpadas. Pero también un rey malvado y cruel. Es un lugar donde muchos son perseguidos. El reino donde mi hermano fue torturado y asesinado, donde mi hermana fue ejecutada porque se enteró de secretos que el rey no quería compartir —Ambrose tuvo que hacer una pausa para tomar aliento; rara vez hablaba de todo aquello. La visión de su hermana en el patíbulo y la de la cabeza cortada de su hermano llegaron a su mente, pero tenía que concentrarse en los hombres frente a él, debía pensar en ellos—. Y es por esta razón, a pesar de que todavía amo la tierra que me vio nacer, que estoy celoso de ustedes, hombres. Estoy celoso de cada uno de ustedes porque tienen un buen rey. Un gobernante honesto y justo, que no tortura ni mutila a su gente, sino que hasta llegaría al extremo de sacrificar su vida por ellos. Estoy celoso de eso y espero que algún día lo mismo sea dicho del gobernante de Brigant. Aloysius debe ser derrocado. Juntos podemos lograrlo. Juntos podemos poner fin a su reinado de terror.

Algunos de los hombres aplaudieron y Anlax gritó:

—Gracias por su honestidad, sir Ambrose.

Ambrose levantó las manos para pedir silencio.

—Y eso me lleva al tema más serio de todos —inspeccionó al grupo con una sonrisa—. El cabello.

—Blanco: ¡tiene que ser blanco! —gritó alguien.

—No, a la mierda, ¡tiene que ser azul! —respondió Anlax, sacudiendo sus propios bucles azules.

—Pensé que esto podría convertirse en la manzana de la discordia — interrumpió Ambrose—. Pero somos un equipo y debemos ser capaces de reconocer y confiar el uno en el otro. Somos el Escuadrón Demonio y, con permiso de la reina, tendremos nuestro propio color.

Diciendo esto, Geratan se retiró el sombrero para revelar una cabellera de brillante color carmesí.

Se escucharon algunos chiflidos y vítores.

—Una vez que finalicemos nuestra misión, pueden volver al color que deseen, pero mientras trabajemos juntos, éste será nuestro color.

Ambrose dio un vistazo al grupo y se alegró de que todos pareciera entusiasmados, sintiéndose desde ya parte de un equipo especial.

—Por último, tengo una cosa más que decir y después de eso guardaré silencio. Habrá situaciones en el mundo de los demonios donde necesitemos comunicarnos y no podamos tocarnos unos a otros. La mejor manera de hacerlo es con señales de las manos. Y, para ayudarnos, le he pedido a una experta que nos enseñe. Ella también ha estado en el mundo de los demonios y ha venido de allí, por lo que conoce exactamente lo que tendremos que enfrentar.

Entonces Tanya dio un paso al frente.

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