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Prólogo de Pedro Arana Quiroz, pastor y ex Secretario General de la Sociedad Bíblica Peruana

Escribo estas líneas como un testimonio de gratitud, de amistad y de ánimo misionero, gratitud a Dios porque permitió que mi camino se cruzara con la familia de don Juan y doña Celestina Cueva. Había comenzado mi labor misionera entre estudiantes evangélicos y llegaba a la ciudad de Huancayo, donde había tomado contacto con un grupo de estudiantes evangélicos, a quienes animé a formar el Círculo Bíblico Universitario (cbu). A ese grupo perteneció Anita. Conocí a sus hermanas y hermanos y gocé de la hospitalidad generosa de su hogar. Recuerdo con gratitud las pláticas de sobremesa con don Juan, narrando los encuentros que el Señor le había permitido tener en sus viajes comerciales para testificar de Jesucristo. Recuerdo con gratitud la chompa amarilla que me obsequió doña Celestina y que me acompañó por mucho tiempo. Recuerdo con gratitud el ambiente misionero que se respiraba en ese hogar y del cual participaba toda la familia.

Doy gracias al Señor por el don precioso de la amistad cristiana, amistad que tuve con los padres, los hijos y especialmente con Anita por la labor que realizaba con el cbu. Más tarde, ya casada, conocí a Carlos, su esposo. Y recuerdo, con gratitud a Dios y a ellos, la invitación cordial que me hicieron para predicar y enseñar en Chulucanas, provincia de Morropón, Piura, dónde habían comenzado una iglesia, ministerio que el Señor prosperó; y en el que conocieron, tanto el gozo como el dolor en el servicio del reino de Dios.

Esporádicamente nos hemos encontrado personalmente, pero en esos reencuentros sentimos que el tiempo se había detenido y el espacio acortado, como en esta oportunidad que he recibido el correo electrónico de Anita, dándome el privilegio de compartir recuerdos y memorias de nuestra no corta amistad, que ha permanecido en el tiempo y la distancia. Damos gracias al Señor Jesús que nos ha bendecido con este regalo precioso y sagrado de nuestra amistad, no solo conmigo, sino también con mi esposa Emma.

Finalmente, En las manos del Alfarero es un libro de ánimo, esfuerzo, coraje y grandeza misionera, confirmación de la exhortación y promesa del Señor de la Iglesia:

… amados hermanos míos, manténganse firmes y constantes, y siempre creciendo en la obra del Señor, seguros que el trabajo de ustedes en el Señor no carece de sentido. (1Co 15.58 rvc)

Mensaje para ustedes Carlos y Anita y para nosotros Emma y Pedro. Y para todos aquellos que estamos participando, por la gracia del Soberano, bajo la dirección y con el poder del Espíritu Santo en la promoción (mover hacia adelante) el Reino de Dios en este mundo. Nos hace recordar a los cristianos evangélicos de las distintas denominaciones que somos Uno: Un solo Dios y Padre, un solo Señor Jesucristo, un solo Espíritu Santo. ¡Qué belleza del Reino! ¡Hemos participado y participamos unidos como hermanos: ¡Iglesia Pentecostal, Iglesia Evangélica Peruana, Iglesia Presbiteriana! Seguimos evangelizando, discipulando y sirviendo en un ambiente de adoración, alabanza, oración y comunión fraternal. ¡Gloria sea a Dios!

Pedro Arana Quiroz

Pastor de la Iglesia Presbiteriana, Pueblo Libre, Lima, Perú

Ex Secretario General de la Sociedad Bíblica Peruana

Lima, Perú, 11 de agosto de 2020

En las manos del alfarero

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