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Madre mayor Inseguridad y esfuerzo

En la minoría de Harya, Ciudad Mayor tenía otro nombre y otro aspecto, otra luz, otro entorno. Otras gentes, ágiles y dispersas, dirigiéndose a sus asuntos por un accesible exterior, más dueños y gestores del destino propio y en cierto modo también del ajeno, en un ambiente individualizado. El exterior podía resultar caótico por tanta diversificación, porque se permitía a cualquiera un amplio margen de movilidad de cercanía, estando la lejanía sujeta solo a las tarifas de transporte. Aquello fue el inicio de un imparable desorden, donde cualquiera administraba sus movimientos a su antojo, más expuestos todos a la irresponsabilidad y la carencia, bajo un mandato institucional tambaleante, con los recursos descendentes, menos tutelados, apenas dirigidos y más expuestos a caer en la pura y simple inactividad.

En aquel momento temporal, Maya Nazaryan, conocida como May, y que en aquella época actuaba como Madre mayor de la niña Harya, hizo un sesgo, como de huida, cuando un vibrante ronquido de trueno estremeció el entramado del edificio donde ambas se encontraban. Antes de retumbar el sonido, su cuarto se había iluminado durante unos momentos con el brillo azulado del rayo que absorbió, casi por completo, el leve resplandor del interior. Se había cortado la energía nada más empezar la tormenta para evitar pérdidas de potencia accidentales, pero en la habitación de May, compartida con la pequeña Harya, no desaparecía la luz totalmente porque la iluminación, cuando la había, empapaba ligeramente los muros con un resplandor residual que permanecía durante algún tiempo después de haberse interrumpido el servicio y antes de que la oscuridad se hiciera efectiva.

—¿Cuándo se va la tormenta, May?

Madre mayor cabeceó animosamente hacia la niña, hija de su hija, que se recostaba contra ella con una mezcla de temor, confianza y curiosidad.

—Puede acabar ahora o durar mucho todavía, pero aquí estamos protegidas y no puede alcanzarnos.

El siguiente trueno fue tan violento que ambas se estremecieron a la vez, interrumpiendo a Madre mayor por unos instantes.

—No nos pasará nada porque estamos en casa.

—¿Qué es «casa»?

—Es el edificio donde tenemos un cuarto, este cuarto.

—¿Y si la casa se cae encima de nosotras?

—Hary, las casas no se caen o, por lo menos, tardan muchísimo tiempo en caerse.

—¿Y si ya ha pasado muchísimo tiempo?

—Tienen que pasar cientos de semestres para eso.

—¿Y eso qué es, May?

—Bueno, eso es una enormidad de tiempo, así que, como te dije, nunca se caerá la casa.

—¿Y estará aquí siempre?

—Siempre.

Se habían olvidado de los estallidos de la tormenta eléctrica, cuando un nuevo trueno estremecedor pareció burlarse de las premoniciones. May había hecho una arriesgada previsión del porvenir, que al presente pareció no gustarle.

Sonido, inmovilidad, desatención. Pueden ser considerados como signos de vida o como simples señales de acostumbramiento a cosas que cualquiera no conoce pero que adivina… Seguramente porque se carece de opción cuando el mundo ya nos ha impactado con su fuerza haciendo gala de su poder en el vacío, lo que no demuestra nada porque el vacío también es nada por sí mismo. O, al estar compuesto de partículas ínfimas, por enorme que sea su número apenas es algo más que nada. ¿Y siendo así, nos dirige? Tal vez no lo hace, nos produce y nos suelta en el caos del puro azar. Entonces se trataría de visión parcial, movimiento limitado, rumor interior y allá se las ventile cada uno en cada situación y en cada momento, todo lo cual tal vez es una apariencia, fuera de la realidad tangible pero dentro de la potencia creativa. Y así asumimos que el sistema suena, incluso que retumba, aunque en la misma línea quizá debamos conocer el concepto mismo de sonido antes de percibirlo. Si en el vacío hay partículas, no será a nivel de percepción, ni siquiera de ruido, y si las mismas muestran una posible materialización, en tal caso es tan nimia, tan básica, tan intangible que, al resultar una suposición, no hay conclusión. Pero, si se supone que hay existencia, al menos aquí seguimos y estamos programados como activos en nuestra propia creencia privada y mutua, luego hay sonido existencial, o nos hacen creer que eso es cierto.

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