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II. Solo el amor te hará libre

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Lo que retienes lo pierdes. Lo que das lo ganas. Esa es la dinámica del reino. El reino del amor es uno de eterna ganancia, precisamente porque es un reino en el que no existe el deseo de retener nada. No existe el deseo de poseer. Solo existe el amor extendiéndose eterna e ilimitadamente en razón de lo que es. No se puede retener la verdad. No se puede retener el amor. No se puede retener el pensamiento de Dios. No puedes siquiera retener la experiencia de Dios. En efecto ni siquiera puedes retener el tiempo. Eso te causa ansiedad. Pues el deseo de controlar, que es lo mismo que el deseo de poseer, hace que te dediques a la desgastante tarea de intentar atrapar el viento con las manos. Tarea que no puede más que engendrar miedo, pues es buscar para nunca hallar. De este modo el miedo a poseer se experimenta de estas dos maneras diferentes. Por un lado, se experimenta ante la imposibilidad de no poder poseer nada verdaderamente. Y, por otro lado, porque aquello que se busca poseer no es lo que el objeto de la posesión puede darte.

Hemos hablado ya de abandonar el deseo de poseer. Aquí estamos retomando este tema, aunque desde una perspectiva un poco diferente ya que lo hacemos desde la perspectiva del deseo de poseer al amor. Cada vez que intentaste adueñarte del amor te enojaste con Dios y con la vida por el hecho de que no pudiste retenerlo. El espíritu (y el amor es espíritu) es como el viento. No se sabe de dónde viene ni a dónde va. No se puede retener. Esto lo sabes bien, puesto que ya se ha dicho y además porque lo has experimentado una y otra vez. El ser no se deja atrapar. No se deja poseer. Por ende, todo lo que es susceptible de ser poseído, o retenido, no puede proceder del amor. Dicho de otro modo, todo lo que posees te esclaviza, de un modo u otro, puesto que te retiene. Te mantiene atado a la posesión. De ese modo el poseedor y el poseído quedan atados uno al otro. El carcelero y el prisionero quedan ambos encarcelados.

Alma amada en el amor que Dios es, despréndete de todo en tu corazón y verás como levantas vuelo. Verás como vuelves a respirar libertad. La libertad de no ser esclava de nada ni de nadie, pero por sobre todo de no ser esclava de ti misma. Para poder hacer eso debemos recordar una vez más que todo es pensamiento. Por lo tanto, el verdadero camino del desapego no consiste en deshacerse de cosas materiales ni de personas o ideas. Puedes dar todos tus bienes a los pobres. Puedes irte a vivir sola a la cima de una montaña. Y aun así no desapegarte del deseo de poseer.

Elige solo el amor: Déjate amar

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