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V. Una nueva creación
ОглавлениеJesús vino al mundo en mí, pues es uno conmigo, tal como lo es contigo. Como se ha dado a entender, antes de la concepción virginal hubo un diálogo y en ese diálogo hubo un Fiat. Eso fue así para que puedas recordar a nivel de la conciencia que Dios, que es amor perfecto, siempre respeta la libertad. Cristo, que es la extensión del Padre, solo nace en ti cuando así lo dispones. No te olvides que la paciencia de Cristo es infinita y, por ende, bien pudo esperar eras geológicas completas para que la evolución de la conciencia en el plano físico llegará al punto exacto desde el que podía pegar otro salto cuántico, que es el paso de la conciencia puramente humana, a la conciencia humana cristificada. Esto no es algo tan difícil de entender si piensas en la creación material como un continuo de evolución de conciencia. La creación es el camino. Podemos decir también que es una historia que se va viviendo, una de amor. Historia que no terminará jamás. En ella se recorre un camino, o se manifiesta una evolución. Hay movimiento.
El camino de la creación es un camino evolutivo de toma de consciencia. Camino que va desde el estado de inconciencia plena, que es lo que se intentó expresar al decir "tierra yerma", hacia un estado de conciencia plena. Todo en el plano material es consciencia materializada. Es conciencia expresada en la forma. Desde aquellas formas que manifiestan de modo observable lo inconsciente. Hasta las que manifiestan lo que sí es consciente. Es decir, lo que tiene consciencia de ti mismo. Lo que está en la luz del autoconocimiento, caminando hacia el conocimiento perfecto del amor de Dios.
En el instante perfecto. Ni un minuto antes y ni un minuto después. Cuando tenía que ser. Se echaba a andar, por decirlo de algún modo, el movimiento de cristificación de la consciencia física. Comenzaba una nueva fase en la creación. Fase creada por el Padre en unión con el hijo. Ahora la micropartícula de agua cristalina estaba lista para regresar a la ola, conociéndose a sí misma. Y regresaba. Ya no se perdería en la nada de la inmensidad del océano de ser, en el que creía poder perderse.
Ahora la gotita de agua sabía con perfecta sabiduría que no sería engullida por el océano infinito de amor que Dios es. El todo no anularía jamás a la parte, ni la parte tenía por qué estar en pugna con la totalidad. Ahora la gotita retornaba a las serenas aguas de vida eterna, sin dejar de ser la que es. Ella regresaba siendo consciente de que era igual que el amor, es decir, que el océano, pues podía seguir extendiéndose a sí misma dentro del amor sin dejar de ser la que es. Ya no necesitaba abandonar al Padre para poder encontrarse a sí misma. Ahora comprendía que ser uno con el Padre no significaba que dejara de ser la que es. Pues ahora sabe que es eternamente libre. Ahora el miedo comienza a ceder. El miedo a no ser comienza a desvanecerse. Comienza así un nuevo movimiento. Continúa la historia de la creación. Ahora el alma emprende el retorno a la casa del Padre. No en soledad y con esfuerzo, sino en unión con Cristo, quien levanta al alma con toda su ternura y la carga en sus hombros gozosos retornándola al amor. Lo perdido es encontrado. Ahora el alma regresa a Dios.