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III. Una historia de amor

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El espíritu de Dios sopló sobre la tierra yerma y dijo hágase la luz y la luz se hizo. Y luego la creación comenzó a florecer y manifestarse en una explosión de vida y abundancia que llenó todo de colores, belleza y diversidad. Esa exuberancia creativa de multiplicidades cuyo número de seres es incontable es la expresión viva del canto que la creación entona por la alegría de ser. Es la expresión observable de la gratitud del creado al creador. Canto de gratitud que siempre se canta. Alegría de ser que siempre se manifiesta, pues es eterna. Y nace el tiempo. Nace el espacio. Nacen las aguas y el firmamento. Y también la humanidad representada en Adán y Eva. Todo ello surge desde un diálogo permanente pues eso es lo que la creación es, diálogo.

Aquí se intenta decir lo que en muchos mitos de la creación ya se ha dicho utilizando diversos símbolos y alegorías. Aquí y en esos mitos se intenta expresar en palabras humanas lo que ocurrió al momento de la creación de todo lo creado y también del nacimiento de Cristo en el plano de la forma. Esta expresión metafórica y alegórica refiere también a lo que ocurre en ti. Particularmente en ti. Y, sin lugar a duda, también en toda la creación física.

Hoy he venido a hablar como una madre habla a su hija bien amada. Tú que eres alma bendita, alma que escucha la voz del amor y la sigue. Alma que sabe reconocer la voz de la verdad. Alma que ha buscado y hallado. Alma que se deshace toda en amor perfecto. Alma fundida en mi ser de puro amor divino. Tú que transcribes estas palabras y tú que las recibes y las aceptas como la verdad que son, pues sabes quién es la que te está hablando, puesto que tu corazón salta y vibra de alegría al oír mi voz. A ti, mi amada hija por designio del Padre y nuestra voluntad conjunta. A ti, y también a ti, es a quien le estoy hablando. Y al hablarte a ti, le hablo al mundo entero.

La ansiedad que puedes experimentar y observar en estos días, que son preludio de la celebración del nacimiento de Cristo, es un eco que procede del recuerdo ancestral de la consciencia universal. Recuerdo que es como una marca indeleble que quedó grabada para siempre en el ser, desde aquel día glorioso donde la creación fue testigo del nacimiento de Dios en un cuerpo humano. Una nueva creación nacía. Yo, la madre de Dios, en representación perfecta de toda la humanidad, dije "hágase en mí tu voluntad" y ese "hágase" fue tomado por el mismo Dios.

Así como en el primer "hágase" se hizo la luz, en este nuevo "hágase", ya no dicho por el Dios del universo, sino por la nueva Eva, la nueva humanidad, el Dios humanado, era hecho. La naturaleza humana era reunida por el mismo Dios, sin dejar de ser la que es. Ahora la naturaleza humana se fundía en Dios. Así como toda madre siente ansiedad, angustia y un sinfín de emociones y sentimientos de gran intensidad antes del alumbramiento, así el corazón de la creación se sintió en ese tiempo en que Cristo se encarnaba. Ese movimiento creativo universal fue de tal magnitud que nunca pudo ni podrá borrarse de tu consciencia ni de la consciencia de todo el universo. Esta es la razón por la que siempre habrá celebración de navidad. Del mismo modo en que siempre se celebrará el milagro de la eucaristía, pues ambos son una unidad indivisa. Son un nuevo hágase del creador.

Cada parte de la creación, en su totalidad, ha quedado prendada por el acontecimiento del nacimiento de Cristo. Este hecho quedó registrado y quedará registrado para siempre en la memoria de la creación. Cada partícula, cada elemento, cada átomo, cada molécula y cada cuerpo físico. Cada energía, cada gota de agua. Cada flor. Cada movimiento del aire que respiras. Cada rayo de luz. Cada mañana y cada atardecer. Cada estrella y cada sonido. Cada melodía de la creación física. Todo fue alcanzado por esta explosión universal del amor.

Elige solo el amor: Déjate amar

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