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VII. Déjate amar

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Amada humanidad, ha llegado el momento en que dejéis de vivir como si fuerais mendigos que andan recolectando los pedacitos del ser que han quedado dispersos por ahí después de un estallido. El ser que sois en verdad no se ha quebrantado, ni roto, como si fuera una vasija de muy fino cristal de la que hay que levantar las astillas que se esparcieron por el suelo para reconstruirla tras una caída que la rompió. No, vuestro ser ha sido preservado eternamente y nada ni nadie puede tocarlo, salvo el amor que Dios es. Vosotros sois lo inviolado de Dios y lo inviolable. Nunca habéis profanado la santidad de vuestras almas. Nunca habéis dejado de ser el amor que Dios es. No habéis perdido al amor. Jamás lo podéis perder.

Todo lo que habéis vivido en el mundo es neutro. No ha hecho nada en vuestro ser. Nunca habéis dejado de ser la perfecta creación santa que Dios creó desde toda la eternidad. Porque jamás habéis dejado de ser el Dios en vosotros es que no hay necesidad alguna de poseer nada. No hay necesidad alguna de buscar nada. No hay necesidad alguna.

Hermanas y hermanos en Cristo, amad lo que sois y lo que creéis ser, en todo momento y todo lugar. Amad todo lo que surja en vosotros, y veréis cómo ya no sentís carencias de ningún tipo. Al no sentir carencias, pues no las tenéis en verdad, no necesitaréis dedicaros a la desgastante actividad de la supervivencia, que es desde donde procede la compulsión de acumular. No necesitaréis poseer nada puesto que quien vive en el amor nada necesita.

Quizá te estés preguntando cómo dejar ir para siempre el miedo, y con ello el deseo de poseer, de tal modo que desde ahora y para siempre vivas en clave de dar y nada más que de dar. Es decir, cómo vivir una vida completamente carente de necesidades. A estas alturas, la respuesta es obvia. Si toda carencia es un eco de una carencia de amor percibida, entonces el camino para que no exista carencia alguna es simplemente dejarse amar.

Alma purísima. Deja que el amor de Dios y de la creación llene a raudales las arcas de tu ser. Déjate inundar por el amor. Déjate arrobar por la ternura de Dios. Permítele al universo que te muestre su benevolencia. Y a tus hermanas y hermanos también. Y retornarás a la verdad de lo que eres en verdad. Retornarás a la casa del Padre. En dos palabras: déjate amar. Esto es lo mismo que decir: únete al Cristo viviente que vive en ti y vivirás como lo que eres en verdad. Encontrarás tu ser. Encontrarás al amor que vive en ti. Y cuando lo encuentres, o mejor dicho cuando estés dispuesta a reconocerlo, tu corazón bailará de alegría y cantará un canto perfecto en el que se dice eternamente: "quien tiene a Cristo en su corazón lo tiene todo". Y tu mente se unirá a ese canto en la plenitud de la verdad y proclamará jubilosamente: "solo Dios basta".

Elige solo el amor: Déjate amar

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