Читать книгу La vida instantánea - Sergio C. Fanjul - Страница 10

27 de enero de 2017 · 149 likes

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Ahora que trato de llevar una vida ordenada, dada mi ya provecta edad, me encuentro con diversos problemas prácticos. El más insidioso: el desayuno. A mí el desayuno, como el uso del paraguas, siempre me ha parecido un vicio burgués, por eso no he desayunado en mi vida, en parte porque siempre he tendido a levantarme a la hora de almorzar (otro vicio burgués, que sí practico).

Así que si ahora madrugo (a eso de las diez) para ir al coworking, me veo en el trance de desayunar, qué dilema. Lo primero, porque no tomo café: con mi acusada tendencia a la nerviosidad absoluta, un cafelito mañanero puede sumirme en un ataque de pánico. Luego porque no me gusta el dulce, cosa que descarta el cruasán, la caracola, el brioche y otras bollerías, así como toda la panoplia galletil. Me congratulan bastante los huevos fritos con beicon, los huevos revueltos y todo tipo de frankfurts, solo que preparar eso en casa de buena mañana y sin servicio es un engorro, mientras que comerlo fuera se me sale del presupuesto.

Un buen pincho de tortilla siempre alegra la vida ciudadana, pero pedirlo es como participar en una ruleta rusa. El sándwich mixto es casi la opción más factible, pero a diario me aburre. Por supuesto que rechazo de plano todo tipo de panes con semillas, tostadas cuquis y cafés con un corazón tatuado en la espuma, fruto de la gentrificación rampante. Así que me acabo apretando un sol y sombra cual albañil que, por ladrillos, junta letras.

La vida instantánea

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