Читать книгу La vida instantánea - Sergio C. Fanjul - Страница 23

4 de abril de 2017 · 76 likes

Оглавление

Ahora soy un almorzador solitario. Como Liliana se pasa el santo día en una oficina lejana, yo salgo a comer el menú del día. Es una experiencia agridulce. A mí me gusta porque soy un acérrimo foodie de los menús del día. Y porque almorzar solo todo el rato tiene un punto romántico. Yo soy un periodista freelance, pero cuando me veo a mí mismo sorbiendo la sopa sobre el mantel de cuadros y observando fríamente al personal circundante bien podría ser un agente de inteligencia en misión secreta, un novelista depauperado o un comerciante que recorre el mundo trajinando con materiales extraños. Otras ventajas de comer solo son que uno elige restaurante (cada día pruebo uno) y que, como no tomo postre ni café, tampoco tengo que esperar a que otros lo tomen, cosa que odio, sobre todo cuando me entra el sueño de la sobremesa. Además, al no comer en casa (es muy triste cocinar para uno solo) me ahorro el riesgo de ser atrapado por los largos tentáculos de la cama en una siesta sin fin. Como ven, la vida freelance es un continuo combate contra las propias perezas y contra la propia soledad. Comer menú del día es uno de los pocos vicios que me permito, una de las pocas alegrías que me da la vida. Sin embargo, después de comer así, arroz caldoso con langostinos y almejas, albóndigas guisadas con patatas fritas, sin postre ni café, como hoy, al regresar al coworking unas veces me siento animado y otras desolado. Mi madre me dice que no es sano, pero no sé si se refiere al menú o a la melancolía. Lo que es seguro es que regreso empachado. Pese a todo, me he propuesto un reto: jamás, y cuando digo jamás es jamás, comeré de tupper.

La vida instantánea

Подняться наверх