Читать книгу La vida instantánea - Sergio C. Fanjul - Страница 30

26 de abril de 2017 · 43 likes

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Ya me percaté yo de muy niño que muchos de mis mayores gustaban de dormirse con la radio puesta, a lo que mis tiernos oídos infantiles consideraban un volumen estruendoso. Allí, metidos dentro del radiodespertador ochentero, ya se apretujaban los tertulianos con sus discursos aburridos, que a mí me sonaban a chino mandarín; la habitación se quedaba a oscuras, iluminada únicamente por el intelecto de José María García, el Butanito, y la luz rojiza de los mortecinos números que marcaban la hora de la madrugá.

Nunca fui yo niño, ni chaval, ni hombre de radio. Quién me iba a decir que acabaría, en uno de mis múltiples desempeños laborales, hablando en un programa radiofónico de M21 sobre poesía y alrededores (se llama Poesía o barbarie). Sobre todo en aquellas clases de radio en las que la gran maestra jedi de las ondas, Macu de la Cruz, nos ponía a locutar y yo me ponía tan nervioso que parecía un rapero hasta las cejas de anfetas.

Total, que ahora yo también escucho la radio por las noches, me pongo podcasts de anarquistas, de arte excéntrico, de historias curiosas, de misterio, de economía global, y así me voy quedando plácidamente dormido a la par que absorbo diversas informaciones: del radiodespertador al radiodormidor. Ya entiendo yo, ahora que soy un señor de mediana edad, eso de temer al silencio y la oscuridad de la noche en laborable, que es cuando se nos aparecen los miedos, los fantasmas, las ansiedades, los insomnios, y a aquellos que somos hipocondríacos cardíacos nos retumban los galopes del corazón en los oídos, en el pecho, en el colchón, como si la cama-saltamontes kafkiana fuese a empezar a brincar y a salir de viaje por la ventana hasta la Hispania Citerior, donde la brisa hace la vida más tal.

La vida instantánea

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