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NO ERES TÚ, ES TU SISTEMA LÍMBICO

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La investigación realizada durante las últimas décadas ha ayudado a entender el papel del cerebro en la producción de nuestras emociones. Los científicos han identificado un grupo clave de estructuras cerebrales llamadas sistema límbico que subyace a la experiencia emocional. El sistema límbico incluye áreas como el hipocampo, la amígdala, el giro cingulado, el bulbo olfativo (implicado en el sentido del olfato), el tálamo y el hipotálamo.


El sistema límbico desempeña un papel fundamental en la activación de la respuesta al estrés que produce el cuerpo a través del hipotálamo, que controla nuestro sistema hormonal. Gracias a nuestro sistema límbico, podemos sentir emociones intensas, evitar el peligro, formar nuevas memorias, experimentar placer y muchas otras funciones esenciales.

Se cree que el sistema límbico y algunas partes del córtex prefrontal tienen papeles complementarios, de manera que las regiones límbicas generarían emociones y la corteza prefrontal las regularía. Por ejemplo, la actividad de la amígdala aumenta cuando estamos aterrorizados, mientras que la actividad del córtex prefrontal aumenta cuando intentamos controlar nuestras emociones.

A veces, el sistema límbico puede estar desequilibrado. Por ejemplo, muchos trastornos psiquiátricos como el trastorno por estrés postraumático y el trastorno depresivo mayor se han relacionado con la hiperactividad de la amígdala.

Es fácil culparnos a nosotros mismos por nuestras dificultades emocionales. Al fin y al cabo, los afectos son nuestros sentimientos y nuestra conducta. Al mismo tiempo, a menudo exageramos el control que tenemos sobre nuestras funciones cerebrales. Cuando hemos pasado por un trauma importante, por ejemplo, probablemente experimentaremos un cambio en el hipocampo que no tiene nada que ver con nuestra voluntad ni con la fuerza de nuestro carácter.

Hay muchos factores que están fuera de nuestro control y que pueden afectar a nuestros cerebros y nuestras emociones. Por ejemplo, mis colegas y yo, en la Universidad de Pensilvania, hemos hallado que la actividad cerebral variaba con las diferencias genéticas, los estados de ánimo del momento, los cambios en el tiempo atmosférico e incluso la pobreza, como la investigación de la psicóloga Martha Farah ha mostrado. A veces estamos a merced del modo como reacciona nuestro sistema nervioso cuando es ­provocado.

Pero, a pesar de eso, no somos meros recipientes pasivos de nuestros estados cerebrales. Del mismo modo que las experiencias que escapan a nuestro control pueden configurar nuestro cerebro, también nosotros podemos reconfigurarlo a partir de cómo elegimos pensar y actuar. Por ejemplo, podemos literalmente cambiar la estructura de nuestro cerebro a través de la práctica regular de la meditación. Podemos también aquietar un sistema límbico hiperactivo y aumentar la actividad en regiones claves de la corteza prefrontal mediante determinados tipos de terapia.

Así que hay buenas noticias: si bien no podemos elegir el cerebro con el que nacemos ni controlar todo lo que nos ocurre, sí podemos utilizar nuestro cerebro para corregir nuestro cerebro. Cuando hagas tu trabajo de la TCC, recuerda que estás cambiando tu cerebro.

Terapia cognitivo conductual fácil

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