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Capítulo 7

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Boone se dio cuenta demasiado tarde del error que acababa de cometer. En cuanto vio cómo le brillaban los ojos a Emily, supo que acababa de lanzar un reto al que ella no iba a poder resistirse. Su intención había sido mantenerla a distancia, evitar que ella derribara sus defensas, pero lo que había conseguido era que se esforzara más que nunca por recobrar lo que habían compartido en el pasado o, como mínimo, por lograr que él le prestara atención; en cualquiera de los dos casos, estaba perdido.

–No empieces a intrigar –le advirtió con severidad.

–¿A qué te refieres?

–Lo sabes tan bien como yo. Me refiero a los juegos, los retos… lo de siempre. Lo nuestro se terminó, Em. Se terminó hace mucho, y es mejor dejar las cosas tal y como están.

–Boone Dorsett, ¿acaso estás insinuando que yo sería capaz de intentar influirte con mis armas de mujer con el único propósito de demostrar que tengo razón? –le preguntó, con el meloso acento que había logrado eliminar de su voz a base de entrenamiento.

Él contuvo a duras penas las ganas de echarse a reír al oírla hablar con un acento sureño tan exagerado. No quería darle alas, aquel jueguecito podía ser muy peligroso.

–Puede que no lo hicieras para demostrar que tienes razón, pero ¿para salirte con la tuya? Sí, claro que sí.

Al ver que ella no dudaba en echarse a reír, Boone supuso que no estaba demasiado preocupada por todo lo que estaba en juego, que era mucho. Aunque él había hecho alusión a la difícil relación que mantenía con los padres de Jenny, Emily no tenía ni idea de que le amenazaban constantemente con luchar por la custodia de B.J.

–Qué bien me conoces –comentó ella, en tono de broma–. En fin, ya veremos lo que pasa. ¿Tienes puesta la vacuna?

–¿Qué vacuna?

–La que te protege de las armas de mujer –le dijo, antes de parpadear con una coquetería exagerada de lo más inusual en ella.

–Cielo, te aseguro que me he vuelto inmune –le habría gustado estar la mitad de convencido de eso de lo que intentaba aparentar. La miró y le preguntó con frustración–: ¿Por qué quieres volver a sacar a la luz todo esto?, ¿no te bastó con romperme el corazón una vez?

Ella le miró perpleja; por primera vez desde que la conversación había tomado aquel cauce, la vio ligeramente desconcertada.

–No voy a romperte el corazón, Boone.

Aunque se lo prometió con una voz suave que rebosaba sinceridad, no logró convencerle del todo.

–Los dos sabemos que acabarás por marcharte. ¿Qué crees que va a pasar si intentas empezar algo que no vas a poder terminar?

Ella le observó en silencio con expresión pensativa, y al final asintió.

–Vale, tienes razón.

–¿En serio?, ¿vamos a volver al plan original? ¿Nada de locuras mientras estás aquí?

–En serio, nada de locuras.

Boone le sostuvo la mirada para intentar ver si se había tomado en serio su advertencia o se trataba de una triquiñuela para lograr que él se confiara. Lamentablemente, y a pesar de lo que la propia Emily pudiera creer, ya no podía leer su expresión como en los viejos tiempos… aunque otra posible explicación sería que ya no confiaba en sus instintos en lo relativo a ella; al fin y al cabo, en el pasado había tenido la certeza de que el amor que sentían el uno por el otro era lo bastante fuerte como para sobrevivir a lo que fuera.

En cualquier caso, tenía la sensación de que lo que él acababa de reavivar entre ellos sin querer no había hecho más que empezar. Estaba claro que, si se atrevía a bajar la guardia, volvería a salir perdiendo de nuevo, pero en aquella ocasión la pérdida sería mucho más devastadora de lo que Emily podía llegar a imaginar.

Cuando Emily entró en el Castle’s al día siguiente de su perturbadora conversación con Boone, sus ojos tardaron unos segundos en acostumbrarse a la tenue luz que reinaba en el interior del local; cuando por fin pudo ver con claridad, vio al otro lado de la sala a un adonis que sería el sueño de cualquier mujer.

Camiseta blanca que se amoldaba a un pecho amplio y estaba metida por dentro de unos vaqueros descoloridos y ajustados; cabello castaño teñido de reflejos dorados por el sol y un pelín largo; frente bronceada; manos grandes y callosas, que acariciaban la madera del mueble de la caja registradora tal y como una mujer soñaba que la acariciaran a ella.

–¡Madre mía! ¿Quién es ese tipo? –murmuró.

No se lo dijo a nadie en particular, pero era más que consciente de lo cerca que estaba Boone. Había dicho aquello con la intención de que él la oyera, pero eso no quería decir que su admiración no fuera sincera.

Boone se detuvo a su lado; a juzgar por su sonrisa, le había hecho gracia su reacción.

–Es Wade Johnson, ya te comenté que iba a pedirle que viniera hoy. Es el mejor ebanista de la zona, hace muebles a medida.

–Apuesto a que eso no es lo único que se le da bien –murmuró ella, con la mirada puesta en las acariciantes manos del tipo sobre la madera.

–Empiezo a plantearme si será buena idea presentártelo, se te ve bastante impactada.

–Tendrías que estar celoso. Ese tipo podría hacer que una mujer se olvidara de su propio nombre, y de cualquier otro hombre.

–Cuánto me alegra que te haya impresionado tanto, por eso le pedí que viniera –comentó él con ironía.

Gabi entró en ese momento y se detuvo junto a ellos mientras sus ojos se acostumbraban al cambio de luz; al ver que su hermana parecía fascinada por algo, siguió la dirección de su mirada.

–¿Ves lo mismo que yo? –le preguntó Emily, sin apartar la mirada de Wade.

–¿El qué? –le preguntó Gabi, desconcertada.

–El dios que Boone nos ha traído.

Gabi volvió a mirar de nuevo a Wade, y se encogió de hombros en un gesto de indiferencia.

–Bueno, supongo que es atractivo en plan obrero de la construcción o albañil, como esos que salen en las revistas de reformas del hogar.

–¿Estás ciega? –le preguntó Emily con incredulidad.

Wade alzó la mirada en ese momento, y sus ojos azules reflejaron diversión al ver que tenía público.

–¡Eh, Boone! ¿Van a pagarme más por servir también de entretenimiento?

–Solo si haces un striptease.

–¡Madre de Dios! –susurró Emily. La idea la había impactado, pero exageró su reacción de forma deliberada.

–Tranquilízate, Em –la voz de Gabi reflejaba exasperación, pero de repente debió de darse cuenta de lo que estaba pasando, porque la miró en silencio por un instante antes de echarse a reír–. Estás perdiendo el tiempo, hermanita.

–¿Qué quieres decir? –le preguntó Emily, fingiendo desconcierto.

–Sé lo que te traes entre manos.

–Todos lo sabemos –comentó Boone, con una carcajada–, y no estoy celoso.

Después de mirar ceñuda a su hermana, Emily se volvió hacia él y protestó con indignación:

–¿Crees que me molestaría en intentar ponerte celoso?, ¿no te prometí ayer que no iba a empezar con jueguecitos de ese tipo?

–Sí, pero fue una promesa que no me creí del todo –admitió él.

–¿Le interesan a alguien mis propuestas para el mueble de la caja registradora? –les preguntó Wade.

Fue Gabi quien respondió:

–A mí sí, y creo que soy la única mujer de la sala que no supone ningún peligro para usted.

Él la recorrió de arriba abajo con la mirada muy, pero que muy a conciencia, y entonces comentó:

–Qué lástima.

Al ver que su hermana se quedaba desconcertada ante aquel obvio flirteo, Emily se echó a reír.

–Me parece que has logrado captar su atención, lo de fingir indiferencia siempre funciona.

–No estoy fingiendo, tengo novio –le aseguró Gabi en voz baja, antes de mirar ceñuda a Wade.

Emily hizo una mueca. No sabía quién era el tipo del que hablaba su hermana, pero, quienquiera que fuese, la relación no debía de ser demasiado seria; si lo fuera, él ya estaría allí echando una mano. Que ella supiera, ni siquiera se había molestado en llamar a Gabi con regularidad para ver qué tal iba todo.

–Qué interesante –murmuró, al verla acercarse a Wade con una cautela inusitada; al parecer, el comentario que él había hecho había dejado muy confundida a su hermana.

Boone se echó a reír.

–Esto supone un problemilla para tus planes, ¿verdad?

–¿Qué planes? –siguió fingiendo inocencia, aunque su actuación había perdido algo de credibilidad.

En vez de contestar, él se inclinó y le dio un beso inesperado y demasiado fraternal en la mejilla.

–No te preocupes, cielo, puede que me haya puesto un poquito celoso durante un par de segundos.

–Qué alivio –masculló, enfurruñada, al ver que se lo tomaba a broma.

Tendría que haber sabido de antemano que la treta no iba a funcionar. Boone siempre había sido un tipo sencillo y que confiaba en sí mismo, y nunca le habían gustado los juegos; que ella supiera, nunca se había sentido inseguro cuando estaban juntos, y ni que decir tiene que en aquel entonces no había tenido motivo alguno para ponerse celoso.

¿Qué le había hecho pensar que fingir que estaba interesada en un amigo suyo iba a funcionar en esa ocasión? Y no porque Wade no fuera digno de interés, porque la verdad era que estaba buenísimo; de hecho, le encantaría que Gabi se diera cuenta de lo sexy que era, estaba casi segura de que aquel tipo podía ser justo lo que necesitaba su hermana para darle una buena sacudida a aquella vida centrada en el trabajo que llevaba.

En cuanto a ella, estaba claro que Wade no era lo que necesitaba para darle una buena sacudida a Boone; no, para eso iba a necesitar un plan muy distinto, así que iba a tener que pensar en ello con mayor detenimiento. Porque Boone había acertado en algo: no estaba dispuesta a cumplir su promesa de portarse bien.

Cora Jane se apartó a toda prisa de Jerry cuando Boone y Emily entraron en la cocina, y se ruborizó avergonzada. No habría sabido decir por qué le causaba pudor mostrar la estrecha relación que había surgido entre los dos, ni por qué sentía la necesidad de ocultarle a sus nietas lo que sentía. A lo mejor era una anticuada que pensaba que tener un romance a aquellas alturas de la vida era inapropiado, que nadie iba a entenderlo.

A Jerry le hizo gracia su reacción, ya que la miró sonriente y le preguntó:

–¿Crees que no se han dado cuenta ya de que hay algo entre nosotros?

–Puede que sí, pero no hace falta que confirmemos sus sospechas –le contestó ella en voz baja–. Prefiero vivir sin aguantar sus bromitas.

Él se mostró comprensivo y se limitó a decir:

–Como quieras.

A diferencia de Boone, que parecía no haber notado nada raro, Emily estaba observándoles con suspicacia y preguntó:

–¿Hemos interrumpido algo?

–Para nada –le contestó Cora Jane, con toda naturalidad–. Jerry me ha pedido que pruebe la sopa de cangrejo para ver si está demasiado fuerte.

El aludido le siguió la corriente y preguntó:

–¿Cuál es el veredicto?

–Está perfecta –le aseguró ella, antes de volverse hacia Boone–. ¿Qué tal va Wade con el mueble?

–Tiene varias sugerencias, está hablándolo con Gabi.

–¿Ah, sí?

A Cora Jane le parecía que un hombre tranquilo y centrado como Wade sería perfecto para Gabriella, pero estaba convencida de que su nieta no iba a darse cuenta si no recibía un pequeño empujoncito en la dirección adecuada, ya que tenía tendencia a gravitar hacia profesionales estirados igualitos a su bendito padre.

Por mucho que Sam fuera su hijo, Cora Jane era consciente de sus defectos y le parecía increíble que hubiera logrado mantener a flote su matrimonio durante tanto tiempo; en su opinión, la madre de sus nietas había sido una santa por aguantar que su marido llegara tarde casi a diario y sus frecuentes ausencias.

–Abuela, creo detectar cierto brillo de casamentera en tus ojos –comentó Emily.

–No sé a qué viene eso. Fue Boone quien le pidió a Wade que viniera, no yo.

–Empiezo a plantearme si hice bien –murmuró él–, me da la impresión de que se están urdiendo un montón de planes malvados.

Emily se echó a reír.

–Solo son unos cuantos, y creo que la abuela y yo coincidimos en uno de ellos.

–Tú también te has dado cuenta, ¿verdad? –le preguntó Cora Jane, encantada de tener una aliada.

Jerry lanzó una mirada llena de conmiseración a Boone.

–¿Crees que tendríamos que poner sobre aviso a Wade?

–Ni se os ocurra –les advirtió Cora Jane–. Es un adulto, puede cuidarse solito.

–¿Avisamos a Gabi para que esté alerta? –propuso Boone.

–Os aconsejo que no os metáis en esto –insistió ella.

Boone alzó las manos en un gesto de rendición.

–Vale, vale. Me largo a territorio más seguro.

Jerry asintió.

–Te entiendo, ojalá pudiera irme contigo.

–Si te cansas de estar aquí, puedes marcharte cuando quieras –le espetó Cora Jane con sequedad.

Él la alzó en volandas y le plantó un besazo en los labios.

–Nunca me canso de ti, a estas alturas ya tendrías que saberlo.

–¡Ahora sí que la has hecho buena! –murmuró ella, ruborizada.

Él se echó a reír.

–Tú eras la única que pensaba que las muchachas no nos habían descubierto.

–Jerry tiene razón, abuela –afirmó Emily–. Aunque no sepamos a ciencia cierta lo que está pasando, tienes la aprobación de las tres.

Cora Jane soltó un bufido de indignación.

–¿Os la he pedido?

–Dale las gracias, Cora Jane. Sabes tan bien como yo que querías tener la aprobación de las tres –le dijo Jerry.

–Puede que la quisiera, pero no me hacía falta –refunfuñó ella, antes de mirar a Emily con ojos brillantes–. Vale, está bien. Gracias.

Emily la abrazó con fuerza y besó a Jerry en la mejilla antes de decir, sonriente:

–Me alegro mucho de que os tengáis el uno al otro.

Cora Jane sintió que los ojos se le inundaban de lágrimas; a pesar de sus protestas, aquello era justo lo que ansiaba oír. A lo mejor resultaba que lo que sentía por Jeremiah no era tan descabellado como ella había creído en un principio.

–Lo que has hecho en la cocina ha estado muy bien –le dijo Boone a Emily, cuando salieron juntos a la terraza.

–¿El qué?

–Darle tu bendición a Cora Jane, me parece que estaba muerta de miedo pensando que ni tus hermanas ni tú ibais a aprobar su relación con Jerry.

–Ella tenía razón al decir que nosotras no tenemos derecho a aprobar o desaprobar lo que haga.

–Pero vuestra aprobación es importante para ella, le preocupaba mucho que pensarais que estaba comportándose como una vieja tonta.

–¿Habló contigo del tema?

–Sí, me lo mencionó.

–Entonces, tú sabías que había algo entre ellos dos, ¿no?

–Sí, cualquiera que pase con ellos más de un par de segundos se daría cuenta.

Ella se puso a la defensiva de inmediato.

–¿Estás criticándonos a mis hermanas y a mí por no venir más a verla?

–Tómatelo como quieras. La cuestión es que creo que Jerry llevaba años enamorado de tu abuela, pero lo ocultó mientras tu abuelo estaba con vida. Caleb y él eran amigos, es un hombre de honor y nunca habría traicionado esa amistad.

–Supongo que nunca me pregunté por qué no había ninguna mujer en su vida. Siempre fue como un miembro más de la familia, como una especie de tío solterón que guarda con celo su vida privada.

–¿Creías que era gay?

Ella se echó a reír.

–¡Claro que no!, ¡ni por asomo! Alguna que otra vez le pillé mirando a las clientas. A lo mejor salía con una mujer distinta cada noche, pero con mucha discreción.

–Yo creo que salía lo justo para que tus abuelos no sospecharan lo que sentía. Una vez yo estaba ayudando en la cocina y oí a tu abuela intentando convencerle de que saliera con una amiga suya. Él se negó en redondo, dijo que la situación sería muy incómoda si la cosa no iba bien. Está claro que no podía admitir que la amiga no tenía ninguna oportunidad comparada con Cora Jane –la observó con atención por unos segundos antes de preguntar–: ¿Seguro que no te molesta que estén juntos?

–Seguro. Estaba pensando que, en cierto sentido, es muy dulce que todos esos años de amor no correspondido estén dando sus frutos ahora.

–Sí, resulta reconfortante. Hace pensar que el universo se las ingenia para arreglar las cosas de forma que haya un final feliz.

–Qué punto de vista tan romántico.

Él sonrió al verla tan sorprendida.

–Es que a veces estoy inspirado –aunque lo dijo en tono de broma, sabía que tenía que evitar dejarse llevar por aquellas absurdas ideas románticas cuando estaba con Emily.

Emily salió a sentarse al porche de la casa de su abuela aquella noche y, mientras saboreaba un vaso de té frío con los pies apoyados en la baranda, le dio vueltas a lo que le había dicho Boone.

Al cabo de un rato, Gabi salió también con un vaso de té en la mano y se sentó junto a ella en otra silla de mimbre antes de decir:

–Sabía que te encontraría aquí. Has estado muy callada durante la cena, ¿va todo bien?

–Estaba pensando en el amor, y en lo complicado e impredecible que es.

–Ah, qué tema tan sencillito –comentó su hermana en tono de broma.

–La abuela ha admitido esta tarde que Jerry y ella son pareja.

El rostro de Gabi se iluminó al oír aquello.

–¿En serio?, ¿cómo has conseguido sacarle la información?

–Boone y yo hemos entrado en la cocina y les hemos pillado desprevenidos. No estaban haciendo nada comprometedor, pero la abuela ha reaccionado como si les hubiéramos encontrado juntos en la cama. Se ha resistido un poco, pero al final ha admitido la verdad; según Boone, Jerry llevaba años enamorado de ella.

–¿Desde cuándo se ha vuelto Boone tan observador, sobre todo en temas del corazón?

–Eso me gustaría saber a mí. Desde que volví, he visto facetas nuevas en él.

–Pareces sorprendida.

–Años atrás, creía que lo sabía todo acerca de él. Resulta bastante chocante descubrir todas estas facetas nuevas. No sé si siempre estuvieron ahí, o si surgieron gracias a Jenny. ¿Tú que opinas?

–Que a lo mejor ha madurado, y punto. Es algo que puede suceder entre los veintiuno y los treinta y uno. Tú no eres la misma que cuando te fuiste de aquí, ¿verdad?

Emily pensó en ello antes de admitir:

–No, la verdad es que no.

–¿Qué opinas de los cambios que has tenido?

–Prefiero que seas tú la que opine sobre eso, me vendría bien oír una valoración externa.

Dio la impresión de que Gabi era reacia a responder.

–¿De verdad quieres saber lo que opino?, ¿sin censura?

–Pues claro, ¿por qué me preguntas eso? –no entendía la actitud de su hermana.

–Porque eres humana, igual que todos los demás, y la verdad puede doler a veces. ¿Te acuerdas de cuando hablamos por teléfono la semana pasada, y me molesté cuando bromeaste diciendo que soy igualita a papá? Es la pura verdad, pero no me hizo ninguna gracia escucharlo.

–¡Pero si hace años que te lo decimos! ¿Por qué te molestaste?

–Porque en los últimos tiempos he empezado a sentirme insatisfecha. Creo que quiero algo más que un trabajo estresante que me absorbe día y noche.

–¿Lo dices en serio?

A Emily le costó creer que aquellas palabras hubieran salido de boca de una mujer cuya dedicación al trabajo siempre había sido total; de las tres hermanas, Gabi siempre había sido la más centrada en su carrera profesional, y eso que ni Samantha ni ella misma eran unas flojas a la hora de ir a por sus metas.

–Es increíble, ¿verdad? –comentó Gabi.

–¿Es por el tipo ese con el que estás saliendo? ¿Estás enamorada?, ¿estás planteándote fundar una familia con él?

Su hermana vaciló por un instante, pero al final negó con la cabeza y admitió:

–No, creo que no; a ver, a lo mejor podríamos ir en esa dirección, y ha sido fantástico contar con alguien que está ahí al final de la jornada, alguien que entiende lo importante que es mi trabajo para mí y que no se enfada si tengo que quedarme hasta tarde en el despacho. Nos llevamos bien, es una relación cómoda y sin complicaciones.

–No has mencionado la pasión.

Gabi se ruborizó, pero admitió sonriente:

–Hay pasión de sobra, te lo aseguro.

–Parece una relación ideal.

–¿Verdad que sí?

Emily frunció el ceño al ver que no parecía demasiado convencida.

–Si todo es tan ideal, ¿por qué no se te ve más contenta?

–No tengo ni idea.

–Eso quiere decir que hay algo que no acaba de convencerte, yo creo que tendrías que intentar averiguar lo que es.

–Sí, tienes razón. Bueno, dejemos el tema. Has conseguido desviar la conversación para que dejáramos de hablar de ti, así que está claro que no te apetece demasiado que te dé mi opinión acerca de cómo has cambiado.

–Tendría que haberme dado cuenta de que no ibas a olvidarte del tema, tu cerebro es como uno de esos teléfonos nuevos tan sofisticados que te avisan cuando tienes alguna tarea pendiente.

Gabi se echó a reír.

–Esos trastos son un regalo caído del cielo… y sí, mi mente es así. A ver, ¿quieres que te dé mi opinión? ¿Sí o no?

–Sí –aunque se sentía un poco reacia, tenía la sensación de que le vendría bien oír las opiniones de su hermana. Se sentía capaz de encajarlas bien, aunque la cosa habría sido muy distinta si se tratara de Samantha en vez de Gabi.

–Yo creo que has llegado a un punto de inflexión en tu vida, uno muy importante. Puedes tener una carrera profesional extraordinaria, hacer como yo y dedicarle las veinticuatro horas del día al trabajo, o puedes intentar buscar un equilibrio.

–¿Seguro que ya no estamos hablando de ti?

–Sí, lo que pasa es que puede aplicarse el mismo concepto –le sostuvo la mirada al añadir–: La diferencia está en la dulzura que tenías años atrás, cuando estabas con Boone. Sí, eras ambiciosa, pero estabas locamente enamorada de él, y eso atemperaba esa ambición. Ahora estás centrada al cien por cien en tu trabajo. Se te ve tensa, te has vuelto un poco dura. Estoy segura de que, si alguien te encargara un gran proyecto de diseño de interiores que tuviera que estar listo en poquísimo tiempo, lo harías sin inmutarte.

–Dicho así, no suena demasiado positivo.

–Es positivo si esa es la vida que quieres tener, pero a mí me gustaría volver a verte realmente feliz. Me encantaría verte reír como cuando estabas con Boone, cuando os escabullíais en medio de la noche. No sé cómo explicarlo, pero se te veía… relajada, feliz. Eras una mujer plena.

–¿Estás insinuando que no puedo sentirme plena si no hay un hombre en mi vida? –le preguntó Emily con indignación.

–Claro que no. Lo que digo es que tú, Emily Castle, no puedes sentirte plena sin esa profunda felicidad que irradiabas cuando estabas con Boone. No sé, puede que el trabajo logre proporcionártela algún día, pero por ahora me parece que no es así –se encogió de hombros antes de admitir–: A mí me pasa lo mismo, y créeme cuando te digo que yo soy la primera sorprendida.

Emily reflexionó sobre lo que acababa de oír. Gabi había acertado al pensar que sus palabras iban a herirla, pero era innegable que reflejaban la realidad. Hacía mucho que no era feliz al cien por cien, que no sentía esa felicidad embriagadora y liberadora. Era increíble que no se hubiera dado cuenta, que no se hubiera percatado de que ni todos los éxitos del mundo ni todos los encargos que recibía gracias a su talento la hacían sentir realmente plena. Los trabajos que aceptaba ponían a prueba sus aptitudes, pero no le daban la satisfacción que, en su opinión, debería proporcionar una profesión.

Gabi posó una mano sobre la suya antes de preguntar:

–No te has enfadado conmigo, ¿verdad?

–Claro que no, te has limitado a decir lo que ves.

–A lo mejor me equivoco –insistió su hermana, en un claro intento de quitarle hierro a sus palabras.

–Me gustaría que fuera así, pero la verdad es que has acertado de lleno. El problema es que no sé cómo cambiar las cosas, no puedo pasar a tener una nueva vida solo con chasquear los dedos.

–¿Estás segura de eso? Puede que solo tengas que chasquearlos cuando la persona adecuada esté cerca.

–¿Te refieres a Boone?

–Exacto.

–¿Aún piensas que es el hombre adecuado para mí y que yo soy la mujer adecuada para él, teniendo en cuenta el daño que le hice y todo lo que ha sufrido en los últimos tiempos?

–Da igual lo que yo piense… y también da igual lo que piensen la abuela y Samantha, aunque te adelanto que las dos están de acuerdo conmigo. Lo único que importa es lo que pienses tú.

–Y Boone. Su opinión también es fundamental en todo esto, y está bastante molesto conmigo.

–Es comprensible.

–Sí, pero justo por eso estamos hablando de una batalla muy dura.

–La Emily con la que me crie no se achantaría ante las dificultades.

–Pero esa Emily ya no existe, tú misma acabas de admitirlo.

–Yo creo que aún sigue ahí, solo tienes que encontrarla –le aseguró Gabi, sonriente–. Has aprendido a luchar para conseguir trabajos cada vez más grandes, ¿no? Pues ahora tienes que recordar cómo se lucha por una relación.

–¿Y qué pasa con Boone?, ¿crees que aún existe el hombre que estaba locamente enamorado de mí?

–Claro que sí, cielo, eso lo sabe cualquiera que os vea juntos. Las chispas que saltan entre vosotros bastarían para incendiar el pueblo entero, lo que pasa es que él está luchando con todas sus fuerzas por contenerlas.

–Y con razón –admitió Emily, descorazonada–. ¿Qué pasa si al final no puedo renunciar a mi carrera y vuelvo a irme?

–Si hicieras eso, serías una idiota. Yo no creo que vayas a perder nada; al contrario, puedes ganarlo todo –le apretó la mano en un gesto cariñoso, y añadió–: La hermana a la que conozco y quiero no es ninguna idiota y, en el fondo, ella sabe que no lo es.

A Emily le habría gustado que se le contagiara la fe que Gabi tenía en ella. Si seguía sus consejos, el riesgo era muy grande… tanto para Boone como para ella, pero sobre todo para el niño. Boone y ella eran adultos y podían lidiar con lo que pasara, fuera lo que fuese, pero sería egoísta y reprobable poner en juego los sentimientos de B.J., en especial si no estaba segura al cien por cien de lo que quería.

Se dio cuenta de que eso era lo que el propio Boone había estado advirtiéndole desde el principio.

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