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IV. ASPECTOS HISTÓRICOS Y BIOGRÁFICOS Historia y biografía
ОглавлениеAludíamos al comienzo de la introducción a que la biografía como género se formó a partir de las distintas corrientes de la biografía griega y de las formas tradicionales de contar la vida en Roma. Pero quedaron asuntos preteridos, de los que es preciso hacer mención. Me refiero a la diferencia que existe entre la historia y la biografía 62 , punto crucial para entender y valorar en su justa medida el quehacer de Suetonio.
De entrada, hay que admitir que no siempre es fácil separar la historia y la biografía, pues ambas se necesitan mutuamente. En los Anales e Historias de Tácito, por ejemplo, encontramos descripciones, por así decirlo, biográficas, mientras que en las biografías de Suetonio aparecen no pocas veces narraciones históricas 63 . Pero la historia, desde luego, se diferencia de la biografía en los tres aspectos básicos que tratan ambos géneros: estructura, materia y estilo 64 .
La estructura de la historia se asienta sobre dos grandes pilares: la cronología y la narración. Tito Livio y Tácito, por ejemplo, narran los hechos acaecidos año a año siguiendo la tradición analística arcaica, pero no los cuentan en un lenguaje científico y frío, como muchos analistas de época preciceroniana, sino que dramatizan y adornan estilísticamente los acontecimientos que narran 65 . Y es verdad que la biografía respeta la cronología, pero no la del calendario, sino la de la persona humana, es decir, el nacimiento, desarrollo y muerte. Se sigue el ritmo marcado por la biología y por la sociedad. Se describe el nacimiento de un emperador como miembro de una gens, se pasa a sus años de crecimiento hasta tomar la toga viril, se menciona su primera campaña militar y se repasa su cursus honorum. Pero, al mismo tiempo, se aprovecha este criterio de cronología biológica para insertar pasajes narrativos, propios de la historia, como sería la citada descripción de la muerte de Nerón. No fue, sin embargo, ésa la norma en Suetonio. La prueba está en la narración de las campañas de César en las Galias. Suetonio las despacha en un párrafo 66 , pues su interés no reside en las guerras de las Galias, sino en el liderazgo de Julio César, es decir, en sus muchas virtudes y sus no pocos vicios como general romano. Suetonio, por otra parte, se suele conformar con hacer resaltar los detalles, sin recrearse en las narraciones.
La historia versa sobre el Estado y sus problemas, tanto internos como externos, mientras que la biografía trata de la vida, la personalidad y los logros de una sola persona. Para Suetonio, la guerra y la política no tienen la misma importancia que la descripción privada de sus personajes. El ejemplo anteriormente citado de las campañas de César en las Galias es claro a este respecto. Prefiere dedicar largos capítulos (45-75) a aspectos personales de Julio César.
El buen historiador seguía los principios ciceronianos de la exaedificatio y la exornatio, es decir, la construcción de la narración o el contenido (res) y el embellecimiento o el estilo (verba y ornatus). El historiador no se conformaba con exponer los hechos (docere), sino que intentaba agradar (delectare) y, a ser posible, embelesar a sus oyentes (movere) con el poder de su palabra. El biógrafo sólo pretende ser claro, conciso y sin adornos; desea informar en un estilo muy cercano al científico de Vitruvio, Frontino, Celso, los juristas o los gramáticos, es decir, ni vulgar ni elevado. Suetonio se permite algunas singularidades impropias de un historiador, como son la inclusión de vocabulario técnico, el uso relativamente extenso de la lengua griega y la cita casi literal de documentos oficiales, especialmente en las biografías de César, Augusto y Tiberio. Y no es asunto de denostar a Suetonio por no echar mano del estilo poético de los historiadores, sino de reconocer su prosa sin arte, que se basa en la clara organización de los hechos, en la expresión concisa de su exposición y en su viveza en ofrecernos siempre los detalles de las vidas de sus personajes.
Además de todo lo anteriormente expuesto, la biografía no pretende nunca enseñar, como hace la historia, sino mostrar o informar. Así, Suetonio, filólogo alejandrino trasplantado a Roma, se interesa por el mundo de la cultura (Gramáticos y rétores) y por el mundo de la administración imperial (Vidas de los Césares). Suetonio no se compromete, como es el caso de Tácito, sino que ofrece los datos de los emperadores sin mostrarse a favor o en contra. Es decir, como hace el científico o el periodista imparcial.
Queda preguntarse por el valor histórico 67 de las Vidas. Y sería muy simplista despachar a Suetonio como un mero filólogo curioso 68 que va a la caza de anécdotas o hechos con frecuencia nimios. En realidad, las Vidas sirven de mucho al historiador moderno para trazar no solamente la biografía de doce emperadores, sino también las costumbres, las instituciones y los detalles de la vida romana. Junto a Marcial y Juvenal, resulta un autor de vital importancia para pintar el cuadro social del siglo I d. C. en Roma. Esto no significa, ni mucho menos, que haya que creerse a pies juntillas todo lo que se dice en las Vidas, porque nuestro autor no diferencia lo fundamental de lo accidental, porque las fuentes en que se basa no siempre son fiables 69 , porque su cronología no es precisa y porque muchas veces abusa de la brevedad expositiva. Sin embargo, quien desee conocer las virtudes y los defectos 70 de los primeros emperadores romanos no tendrá más remedio que acudir a una lectura detenida de las Vidas de los doce Césares.
J. Gascou 71 , sin embargo, observa algunos aspectos de las Vidas que las acercan a una concepción moderna de la historia: búsqueda de documentos inéditos de primera mano, utilización de fuentes no literarias, como los acta diurna, datos epigráficos, graffiti, informaciones orales o testimonios personales. A ello habría que añadir otras características: neutralidad científica y estilo sin pretensiones. De todas formas, un hecho es claro: las Vidas de Suetonio son biográficas en la forma, pero indudablemente históricas en su contenido. No se olvide que tanto los historiadores como los biógrafos antiguos pretendían agradar a su audiencia, pero ayudando al mismo tiempo a comprender los hechos que sucedieron y la conducta de las personas que actuaron en ellos. La diferencia entre los primeros y los segundos estriba en que los biógrafos se sienten más relajados en el empleo de las pruebas históricas.