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VI. HISTORIA DEL TEXTO Y PERVIVENCIA DE «LA VIDA DE LOS DOCE CÉSARES » 108
ОглавлениеLa moda de escribir biografías imperiales, iniciada por Suetonio, fue seguida en los siglos siguientes 109 . Fue continuada un siglo después por Mario Máximo, pero su obra se ha perdido. No obstante, los Scríptores Historiae Augustae lo unen a Suetonio y utilizan a ambos como su fuente principal 110 .
No poco deben también a Suetonio los epitomistas del siglo IV , Eutropio, Aurelio Víctor 111 y el Epitome, especialmente cuando hablan de los emperadores.
En La vida de San Ambrosio, escrita por su discípulo Paulino de Milán a comienzos del siglo V , se observa cierta influencia de Suetonio, si bien es verdad que el esquema biográfico de los emperadores no se adapta muy bien a las vidas edificantes de los santos.
En Bizancio la obra de Suetonio fue bien conocida, y se sabe que en el siglo VI Juan Lido leyó una copia completa de La vida de los Césares, incluidos el prólogo y la dedicatoria a Septicio Claro, hoy perdidos 112 .
Isidoro de Sevilla (560-636) utilizó Las vidas en sus Etimologías. Por esta misma época se encuentran alusiones en Aldelmo de Malmesbury (639-709) y en Beda el Venerable (673-735), pero tal vez se deban a fuentes indirectas. La realidad es que durante los siglos VII y VIII se pierde prácticamente la pista de la obra de Suetonio.
De vita Caesarum se conserva en la actualidad en unos doscientos manuscritos, pero al siglo IX llegó en uno solo, hoy perdido, que se encontraba en la biblioteca del monasterio de Fulda, en Alemania. De él derivan directa o indirectamente todos los manuscritos que han llegado hasta nosotros 113 . El arquetipo del texto que poseemos había perdido el primer cuaternión 114 , por lo que la obra no conserva ni el prólogo, con la dedicatoria antes mencionada a Septicio Claro, ni el comienzo de la biografía de Julio César. Los manuscritos conservados se suelen dividir en dos familias, X y Z, según la terminología de L. Preud’Homme 115 . El manuscrito más antiguo que conservamos data de comienzos del siglo IX . Es el Parisinus lat. 6115, llamado Memmianus (M) en honor de Henri de Mesmes, su propietario del siglo XVI . Fue escrito en Tours en torno al año 820 y pertenece a la primera familia (X) de los manuscritos de las Vidas.
Del mismo siglo, y en plena época carolingia, data la famosa imitación del Divus Augustus de Suetonio, la Vita Caroli Magni o biografía de Carlomagno 116 , escrita después de la muerte del emperador franco (814) por Eginardo, de la escuela de Alcuino. También Servato Lupo, abad de Ferriéres (ca. 805-862), conoció la obra de Suetonio a través del manuscrito de Fulda, antes mencionado. La copia de Lupo fue utilizada por su discípulo Heiric de Auxerre, cuyos excerpta de la obra de Suetonio gozaron de gran popularidad 117 durante los siglos XII y XIII .
Pocas alusiones de las Vidas se pueden rastrear durante el siglo X. Tarrant 118 cita el De vita Caesarum de Atto de Vercelli y Ratiero de Verona, y pone en duda que Gerberto de Reims poseyera una copia de Suetonio, enviada desde Roma.
Durante el siglo XI aparecen citas de las Vidas en las obras de Jotsald de Cluny y de Andreas de Fleury. Asimismo, se conservan tres manuscritos importantes: el Vaticanus lat. 1904 (V), escrito en Francia a finales del siglo, que es muy fiable, pero que acaba en Calígula 3; el Gudianus lat. 268 (G), de la biblioteca de Wolfenbüttel, un poco inferior al anterior por las interpolaciones que presenta; y el Durhma C.III. 18 (D), el manuscrito más antiguo de la segunda familia (Z), que deriva de un manuscrito de comienzos del s. XI del valle del Loira. Este manuscrito, D, y el L (Laurentianus 68.7), de comienzos del siglo XII y de la familia X, son los primeros testimonios del interés que despertó la obra de Suetonio a lo largo del siglo XII .
Del siglo XII destacan los siguientes manuscritos de la familia X: el Montepessulanus H 117 (S); el Parisinus lat. 5801 (P), escrito ca. 1120-30 en el noroeste de Francia; y el Lautentianus plut. 66.39 (O), también escrito en la región del Loira. De la familia X no se conocen copias del siglo XIII . La familia Ζ presenta los siguientes: el Parisinus lat. 5802 (Q), que pertenece al mismo subgrupo que D, ya citado y que pudiera ser el antepasado de dos manuscritos ingleses del siglo XII con una transposición en Galba, llamada el error de Galba (Regius Musei Britannici 15.C.III; Bodleianus lat. class, d. 39); y otro británico, sin el error de Galba, que actualmente se conserva en San Marino (California), el H. M. 45717 (antiguamente el Sion College, ARC L.40.2/L.9); fue copiado en Bury St. Edmunds y allí permaneció durante toda la Edad Media 119 .
Los excerpta difundieron también el conocimiento de Suetonio durante los siglos XII y XIII . El manuscrito más antiguo de los excerpta de Heiric, el Parisinus lat. 8818, data de finales del siglo XI o comienzos del XII . Precisamente Juan de Salisbury conocía las Vidas a través de esta selección de Suetonio 120 . El Florilegium Gallicum 121 , escrito en Orleáns a mitad del siglo XII , también nos ha transmitido parte de las Vidas de los Césares en dos manuscritos: Paris. Arsenal 711 y B.N. lat. 7647. Los excerpta fueron la fuente de Vincent de Beauvais y del autor de la obra titulada Moralium dogma philosophorum. En el siglo XIII sólo se conservan cuatro manuscritos con la obra completa de las Vidas. El resto, hasta quince, únicamente contienen parte del De vita Caesarum en forma de selecciones más o menos extensas. Y se puede afirmar que la obra mayor de Suetonio era conocida al norte de los Alpes, sin que haya pruebas de que circulara en Italia a lo largo del siglo XIII .
La popularidad de la obra de Suetonio en Francia no dejó de crecer en el siglo siguiente. Prueba de ello es la traducción del De vita Caesarum a lengua vernácula en el año 1381.
En Italia Suetonio constituía uno de los libros favoritos de Petrarca 122 , quien llegó a poseer tres manuscritos de la obra: Oxford, Exeter College 186, de la familia Z y escrito en 1351; Berlín lat. 2.a 337 (T), de la familia X;; y el manuscrito Q, antes citado, de la familia Z. Asimismo, su obra de gestis Cesaris se inspira en Suetonio.
Después de Petrarca, Bocaccio escribió largos excerpta de las Vidas, que se conservan en la Biblioteca Nacional de Florencia (Banco Rari 50).
En España, Suetonio debió también ser un autor popular a juzgar por la carta de Juan I de Aragón en Sant Cugat del Vallés del año 1392 y por los manuscritos que debieron existir en España, como el que fue propiedad del Marqués de Santillana (1398-1458). Asimismo, la influencia de Suetonio se deja sentir en las Generaciones y semblanzas de Fernán Pérez de Guzmán (c. 1376-¿ 1460?) y en los Claros varones de Castilla de Fernando del Pérez del Pulgar (1451-1531) 123 .
Tras el interés que Petrarca y Bocaccio mostraron por Suetonio, se multiplicaron los manuscritos a partir de 1375, especialmente en Italia. Las Vidas de los Césares se convirtió en un libro de obligada lectura para los humanistas y para las personas cultas en general. Copias de las Vidas estuvieron en manos de Salutati, Poggio, Niccolò Niccoli y Giovanni Tortelli. Y algunos de los manuscritos que han llegado a nosotros pertenecieron un día a las familias Visconti, Medici, Strozzi y Piccolomini o a los cardenales Bessarion, J. Jouffroy y E. Nardinus 124 . Así, Pier Candido Decembrio compuso en 1446 una Vita Philippi Mariae Vicecomitis imitando a Suetonio y toda la dinastía de los Visconti fue historiada por Paolo Giovio en sus Vitae XII Vicecomitum Mediolani Principum, obra publicada en 1549. También Maquiavelo (1469-1527), aunque gran admirador de Tito Livio 125 , tuvo a Suetonio entre sus lecturas preferidas 126 . Pero tal vez fuera Angelo Poliziano (1454-1494) quien ayudara más a difundir la obra de Suetonio con su Praefatio in Suetonii Expositionem 127 de 1491.
De este mismo siglo xv 128 son los diversos manuscritos de las Vidas conservados en España 129 : a) Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, Madrid: g.III.4, g.III.14, M.I.21 (1423), O.III.21 (1469), Q.II.12, T.II.21; b) Biblioteca Nacional de Madrid 130 : ms. 8832, 10025 (1434); c) Biblioteca del Cabildo de Toledo 131 : ms. 49-11, 49-12, 49-13; d) Biblioteca Universitaria de Valencia 132 : Ms. A-3-20. Además, se pueden encontrar excerpta de Suetonio en los siguientes manuscritos misceláneos: a) Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, Madrid: Q.I. 14 (s. XIV ); b) Biblioteca Nacional de Madrid: ms. 7805; c) Biblioteca Universitaria de Valencia: ms. 110; d) Biblioteca Colombina de Sevilla: ms. 7-1-29.
Suetonio aparece constantemente en la literatura del siglo XVI. La Institutio Principis Christiani, escrita por Erasmo (c. 1469-1536) para presentarla al joven príncipe Carlos, presenta citas casi literales de las Vidas de Suetonio 133 ; también el Panegyricus que pronunció ante el duque Felipe de Borgoña en 1504 está salpicado de anécdotas y dichos de Suetonio. Étienne de la Boétie (1530-1563) se basó en las Vidas para trazar las líneas fundamentales de su Discours de la servitude volontaire. Y Gerolamo Cardano, médico y científico, escribió en Milán en 1576 su propia vida en latín siguiendo el modelo suetoniano de contar per species 134 .
En España, Juan Luis Vives (1492-1540) tuvo en cuenta 135 a Suetonio en sus trataditos De tradendis disciplinis y De ratione studii puerilis, pero sobre todo se interesó por nuestro autor en In Suetonium quaedam del año 1522, donde reconstruye los capítulos perdidos de Julio César. Tampoco se pueden olvidar los historiadores de Indias, especialmente Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557), quien salpica algunos capítulos de su Historia General y Natural de las Indias con alusiones a Suetonio 136 . También las Décadas de Césares del año 1539 de fray Antonio de Guevara (ca. 1480-1545) y la Historia imperial y cesárea del sevillano Pero Mexía (1499-1551) tuvieron como mentor a Suetonio.
El dramaturgo inglés Ben Jonson (1572/73-1637) se inspiró en Suetonio en su obra teatral Sejanus, estrenada en el año 1603.
Los ecos de Suetonio llegan hasta nuestro siglo. Podríamos citar el Calígula 137 (obra teatral de 1945) de Albert Camus (1913-1960), el Yo, Claudio (1934) o El dios Claudio y su esposa Mesalina (1934) de Robert Graves, o Tiberio, historia de un resentimiento (1939), de Gregorio Marañón (1887-1960).