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Valor literario de las «Vidas» 86

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Flavio Vopisco, uno de los autores de la Historia Augusta 87 , designa a Suetonio como emendatissimus et candidissimus scriptor, […] cut famillare fuit amare brevitatem. Si se aplican los dos adjetivos al estilo, el primero da idea del estilo pulido del autor, mientras que el segundo se aplica al estilo abierto, claro y fácil de entender. El autor de tales palabras estaba pensando en una forma de escribir «cuidada y clara» (oratio emendata et dilucida), la que corresponde precisamente al estilo simple propio del género biográfico.

Sin embargo, el estilo simple no es sinónimo de malo, «pues así como se dice que existen algunas mujeres sin maquillar a las que eso mismo les sienta bien, así, este estilo sencillo agrada aun desaliñado; pues en ambos casos se logra, en cierto modo, que haya mayor encanto, pero sin que se note. Después se excluirá todo adorno llamativo y no se emplearán ni siquiera rizadores, sino que se rechazarán todos los polvoretes blancos y rojos: sólo quedarán la elegancia y la limpieza» 88 . Y en el estilo simple el único ornato que se permite es el uso moderado de figuras 89 . Recuérdese que Cicerón alaba el estilo sencillo de los commentarii sobre las Galias de César como pura et illustris brevitas 90 , cualidades propias del estilo simple.

No obstante, la sencillez de Suetonio no es la de César, porque no en balde ha transcurrido entre ambos más de un siglo. Suetonio, como Plinio el Joven, admira a Cicerón 91 y a Quintiliano, pero no le importa emplear arcaísmos o neologismos, excepcionalmente usados por los anteriores. Su vocabulario es rico y sabe echar mano tanto de términos técnicos como de términos cercanos al habla vulgar. Una característica de su lengua, como era usual en el latín postclásico, es la abundancia de participios y de adverbios, especialmente en —tim. Asimismo, gusta de la brevedad y de la concisión, lo que le lleva a emplear la elipsis de verbos, sobre todo de esse. Lo mismo le ocurre en la morfología, que tiene algunos rasgos propios del latín de los siglos I y II d. C., como el uso del participio de perfecto pasivo con el sistema de perfecto de esse. En fin, la misma sintaxis, tanto nominal como verbal y oracional, se distingue por algunos usos no clásicos 92 .

Mención especial merece el estudio del estilo periódico en un autor que, en principio, no debía abusar de él, como sería el caso de Tito Livio. Pero el estilo periódico está presente en mayor o menor medida en todos los prosistas latinos. Sabido es que los escritores antiguos conseguían frases complejas que sonaban muy bien a sus oídos. A esas frases complejas se les da el nombre de período 93 . Consiste en una construcción larga y muy organizada, en la que tanto el contenido como la forma se mantienen en suspenso hasta el final, en que se llega a una resolución simultánea de ambos. Se requiere asimismo que el sentido sea completo y que se manifiesten dos fases: una de tensión, expresada a través de oraciones subordinadas, y otra de relajación, representada por la oración principal. Ni que decir tiene que tanto los oradores como los historiadores y biógrafos emplearon tanto el estilo periódico como el simple. De otra forma, la monotonía habría sido insoportable. El típico período histórico es el que combina participios con otras subordinadas hasta llegar al clímax de la oración principal. Sin embargo, en Suetonio encontramos la construcción compleja que gira en torno a varios verbos principales, de los que van dependiendo todo tipo de subordinadas y construcciones participiales. He aquí un ejemplo de la famosa descripción del final de Nerón 94 :

Sic cogitatione in posterum diem dilata

ad mediam fere noctem excitatus,

ut comperit stationem militum recessisse,

prosiliit e lecto

misitque circum amicos

et,

quia nihil a quoquam nuntiabatur,

ipse cum paucis hospitia singulorum adiit.

Suetonio no construye una arquitectura compleja, como Cicerón o Tito Livio, porque a nuestro autor lo único que le interesa es contar lo que sucedió, no dramatizar la situación dada. Como dice P. Sage 95 con toda razón, nuestro autor se centra en la narratio mejor que en la exornatio rerum. Pero en el empleo de estructuras periódicas no hay grandes diferencias entre, por ejemplo, Tácito y nuestro autor, como ha demostrado Sage, anteriormente citado 96 .

Suetonio «no sabe componer». Tal es el veredicto de Ailloud 97 , y tal es la opinión general de no pocos especialistas del gran biógrafo latino 98 . Pero tal opinión se fundamenta en el punto de vista de quien espera unas cualidades literarias propias de un historiador, no de un biógrafo 99 . Se acusa 100 a Suetonio de no saber guardar el hilo narrativo (narra per species), de contar los hechos de manera fría y de ser incapaz de insuflar alguna dramatización a su narrativa.

Sin embargo, nadie como él nos ha devuelto a la vida la Roma de los primeros emperadores ni nos ha proporcionado tantos detalles sobre la vida y la muerte de esos mismos emperadores. No encontraremos en él la dignidad de Tácito o de Plutarco 101 ni el estilo elevado de Tito Livio, pero sí aspectos de la vida diaria que tanto interesan a los lectores. Sirva de ejemplo el final de Vitelio en Tácito y Suetonio:

Luego, por lo voluble de su carácter y como a él, que de todo tenía miedo, le desagradaba especialmente lo que tenía delante —algo que es típico de las situaciones de pavor—, vuelve al Palacio, vacío y desierto; pues incluso los más humildes de sus esclavos habían escapado o evitaban encontrarse con él. Lo aterran la soledad y aquellos lugares silenciosos, escruta las estancias cerradas, se llena de miedo ante las vacías; y cansado de aquel lastimoso andar de un lado a otro se oculta en un vergonzoso escondrijo, de donde lo sacó a rastras el tribuno de cohorte Julio Plácido 102 .

Luego, dando crédito a un rumor vago y poco seguro, según el cual se había conseguido la paz, permitió que lo volvieran a llevar al palacio. Allí, encontró todas las habitaciones desiertas, y los que estaban con él se dispersaron también; entonces, se ciñó una bolsa llena de monedas de oro y se refugió en la garita del portero, después de haber atado al perro delante de la puerta y haber formado tras ella un parapeto con la cama y el colchón 103 .

En Tácito observamos un lenguaje cercano a la poesía, mientras en Suetonio destacan los detalles de la escena. En Tácito se impone la soledad (in Palatium regreditur vastum desertumque), el silencio, el vacío; recuerda el aislamiento de Ariadna abandonada por Teseo en Catulo 104 o el silencio del mundo subterráneo en Virgilio 105 . A Suetonio le interesa más el dinero que Vitelio cogió o el parapeto que construyó con la cama y el colchón para defenderse. Tácito es el historiador; Suetonio, el cronista de los hechos 106 .

Suetonio expone los sucesos diferenciando el asunto (res), las voces (voces) y los actos (actus). Sirva de ejemplo la derrota de Varo 107 . Primero cuenta lo que sucedió (res): la derrota de Varo pudo haber sido fatal, pues en ella fueron masacradas tres legiones junto con su general, sus lugartenientes y todas las tropas auxiliares. Después pasa a las medidas adoptadas por Augusto (actus): poner guardias por la ciudad, prorrogar el mandato de los gobernadores y hacer votos a los dioses. Por último, la anécdota de las voces que oía: ¡Quintilio Varo, devuélveme las legiones!

Vida de los doce Césares I

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