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Capítulo 2 La importancia
del diagnóstico

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Clara Rodríguez Médica psiquiatra

Diana Bruno Neuropsicóloga

En el primer capítulo vimos los temores y prejuicios que hay que sortear antes de realizar una primera consulta con un profesional de la salud mental. Pero ¿cuáles son esos síntomas que observamos en nuestro familiar y que nos llevan a realizar la consulta? En este capítulo intentaremos clasificarlos, ver cómo se podrían combinar, conocer sus posibles causas y por qué es tan importante que el paciente reciba un diagnóstico y tratamiento adecuados.

Entre los motivos de consulta más frecuentes encontramos síntomas anímicos, ansiosos, psicóticos, cognitivos y conductuales.

Los síntomas anímicos más frecuentes son:

— Cambios del estado de ánimo: como tristeza, enojo e irritabilidad.

— Pensamientos como: “soy un inútil”, “soy una carga para los demás”, “no sirvo para nada”, “las personas quieren engañarme y usarme todo el tiempo”, “esto nunca va a cambiar”, “las cosas van a empeorar”.

— Incremento o disminución del apetito.

— Alteraciones del sueño: dormir más o menos tiempo de lo habitual.

— Disminución del nivel de energía al realizar las rutinas habituales (requieren de mayor esfuerzo o se dejan de hacer por completo).

— Falta de interés o disfrute (como desinterés por el cuidado personal, las actividades de ocio e incluso por el sexo).

Las personas que presentan algunos de estos síntomas hacen mucho esfuerzo para sostener sus actividades diarias. Estas actividades les demandan mayor energía de lo habitual, lo que puede ser percibido erróneamente por los demás como una actitud de pereza o desinterés.

Los síntomas ansiosos más frecuentes son:

— Nerviosismo, inquietud, palpitaciones o elevación de la frecuencia cardíaca (taquicardia).

— Sensación de ahogo, agitación, opresión en el pecho.

— Sensación de miedo intenso, percepción de muerte inminente, sudoración, escalofríos, sensación de irrealidad.

— Entumecimiento u hormigueo en alguna parte del cuerpo (generalmente los miembros superiores e inferiores), temblores, náuseas o molestias abdominales y mareos, que pueden llegar a desmayos.

Por sus características, varios de estos síntomas generan el temor de que algo malo está pasando a nivel físico, e incluso que la propia vida está en riesgo. De hecho, muchas consultas en las guardias de los hospitales suelen ser por este tipo de síntomas.

Los síntomas psicóticos más frecuentes son:

— Las alucinaciones, que pueden darse en todas las modalidades sensoriales (táctiles, olfativas, visuales y auditivas; estas últimas son las más frecuentes).

— Las ideas delirantes: son creencias falsas firmemente sostenidas a pesar de la evidencia en su contra, que condicionan cómo actuamos y nos sentimos. En mayor medida son de matiz paranoide (como sentirse perseguido).

Estos síntomas provocan cambios en la percepción y el contacto con la realidad. Las personas que los padecen rara vez los identifican como un problema, por lo que es muy difícil lograr que accedan a una consulta con un especialista en salud mental. Para lograr este objetivo podríamos apelar a diversas estrategias, como decirle a nuestro familiar que notamos que está muy preocupado por ese tema y que queremos consultar a un especialista, o bien decirle que somos nosotros quienes estamos muy preocupados y nos gustaría que nos acompañe. El concepto fundamental es no confrontar y que la persona se sienta acompañada. Si aun así nuestro familiar no quiere consultar, podemos asistir nosotros para recibir la orientación adecuada.

En los síntomas cognitivos podemos encontrar alteraciones en:

— La orientación: tener problemas para ubicarse en lugares no tan conocidos o para identificar en qué fecha estamos.

— La atención: distraerse fácilmente, la dificultad para hacer más de una cosa a la vez y la necesidad de prestar mayor atención o hacer más esfuerzos para realizar las tareas habituales.

— Las funciones ejecutivas: dificultades para resolver problemas cotidianos, para hacer planes a futuro o cambiar de actividad cuando es necesario, para hacer las cosas en orden (por ejemplo, seguir una receta de cocina que tiene varios pasos) y para terminar una actividad en un tiempo razonable.

— La memoria: los olvidos de planes previamente hechos (por ejemplo, una cita médica), de en dónde está o hacia dónde está yendo, de acontecimientos recientes (por ejemplo, qué desayunó hoy o con quién habló por teléfono), del lugar donde se dejan las cosas (como las llaves, el teléfono o el dinero) y de los nombres de personas cercanas (como nietos o amigos).

— La cognición social: dificultades para reconocer emociones o para darse cuenta de lo que la otra persona está pensando o sintiendo.

— En el lenguaje: dificultades para encontrar la palabra correcta, para entender lo que otros dicen, lo que lee o para expresar pensamientos.

Como se puede ver, la variedad de síntomas cognitivos es muy grande, por lo tanto, además de identificar cuáles están presentes en la persona, también es importante registrar en qué contexto aparecen y desde hace cuánto tiempo.

Por último, hablaremos de los síntomas conductuales, que suelen ser muy disruptivos y llamativos.

— Hay una amplia variedad de alteraciones como: comportamiento desorganizado, desinhibición (hace o dice cosas que antes no hubiera hecho o dicho), irritabilidad, verborragia, agitación, agresión verbal o física, risa inmotivada, aumentos en el volumen de la voz o comer con voracidad.

— Apatía, inhibición conductual, lenguaje enlentecido, bajo tono de la voz (tornándose casi inaudible), enlentecimiento en la marcha y aislamiento social.

Probablemente muchos de ustedes han observado algunos de los síntomas mencionados en su familiar más de una vez, y los subestimaron por considerar que eran esperables para la situación o que se relacionaban con su forma de ser. Otros, por el contrario, han buscado a un profesional de la salud para que los guíe y los ayude a acompañar a su familiar y, de alguna manera, mejorar su calidad de vida. Lo más importante es saber que estos síntomas no suelen presentarse todos juntos, sino que pueden combinarse de diferentes maneras y deberse a distintas enfermedades.

Asimismo, no hay que olvidar que estos síntomas, cualquiera sea la combinación en la que se presenten, resultan muy molestos para la persona que los padece, pues le generan emociones y pensamientos negativos y también mucho sufrimiento y angustia. Sus actividades cotidianas se ven afectadas y la persona rinde menos en todos los ámbitos. Incluso estos problemas pueden hacer que la persona se involucre en comportamientos de riesgo de tipo impulsivo, como el consumo de drogas o la actividad delictiva. Las relaciones interpersonales con familiares y amigos también se pueden ver seriamente comprometidas.

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