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¿QUÉ ES ESPERABLE Y QUÉ NO?

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Antes de comenzar un largo periplo de consultas, se debe tener en claro si lo que le sucede al niño está dentro de lo esperable o no. Por ejemplo, los enojos o berrinches, los miedos, la ausencia de una conducta esperable (como el lenguaje o la incorporación de rutinas según la edad), las dificultades atencionales o los problemas en el aprendizaje son un motivo de consulta frecuente.

Nuestros hijos pueden tener berrinches cuando lo que los inunda emocionalmente los supera y no logran expresarlo con palabras, algunas veces porque son muy chicos y otras, porque la complejidad de la situación los sobrepasa.

Cuando algo no es como deseamos o imaginamos, se debería poner en funcionamiento la capacidad de espera hasta que se obtiene lo que uno quiere. A esta se la denomina tolerancia a la frustración. Aunque es un recurso muy conocido, a veces se hace difícil ponerlo en práctica. Muchos niños están habituados a que se les dé siempre lo que quieren, y entonces no se les permite desarrollar esta habilidad. A medida que los niños crecen, desarrollan la capacidad de autorregularse en situaciones de enojo, y eso les permite responder de otra manera ante las frustraciones, en vez de desplegar un berrinche. Sin embargo, no siempre este mecanismo de autorregulación se pone de manifiesto en la infancia.

En líneas generales, podríamos describir tres tipos de descontroles conductuales o berrinches. El primero, que es esperable, se da por la falta de madurez del niño, que aún no puede manejar el desborde emocional. Es frecuente en menores de 5 años de edad. El segundo tipo de berrinche se da cuando los niños no han desarrollado la capacidad de frustración, acorde a su edad por la falta de entrenamiento de sus padres. Y el tercero se da en quienes tienen algún trastorno o problema en particular.

Entonces, vemos como una situación determinada (como el berrinche) puede generar muchas veces confusión entre lo que es esperable que le suceda al niño según la edad y lo que requiere intervención o un tratamiento en particular. De esto se entiende que los niños menores de 5 años pueden tener berrinches y esto no generaría la necesidad de indagar en profundidad la causa, porque es normal en esa edad. Por otro lado, los niños que no desarrollaron la capacidad de frustración se beneficiarían de un abordaje de orientación a padres que les permita entrenar y desarrollar recursos de autorregulación, mientras que el último grupo requerirá un abordaje acorde a su trastorno o patología de base.

Avancemos un poco, y veamos cómo buscar ayuda cuando creemos que algo no funciona como es esperable.

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