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CAPÍTULO 1

EL YOGA COMO MEDICINA

No importa que estés enfermo o débil, que seas joven, viejo o muy viejo, puedes tener éxito con el yoga si practicas con diligencia. —SVATMARAMA (HATHA YOGA PRADIPIKA)

Si eres nuevo en el yoga, bienvenido. El yoga puede cambiarte la vida. Si ya practicas yoga pero quieres aprender más, quizá ya conozcas el potencial del yoga para cambiarte la vida. Si estás enfermo, puede ayudarte a sentirte mejor. Si tienes depresión o ansiedad, te sientes cansado todo el tiempo, eres adicto a alguna droga o te preocupa tu dolor de espalda, el yoga puede ayudarte a seguir el camino adecuado hacia la recuperación. Para los que padezcan problemas de salud crónicos como la artrosis, la diabetes, la esclerosis múltiple o el VIH/SIDA, la práctica regular del yoga puede ayudar a vivir mejor y, con toda probabilidad, a vivir más tiempo. Y los que sufran síntomas temporales –como dolor de cabeza por tensión muscular, sofocos o sinusitis– pueden encontrar alivio en posturas específicas, técnicas de respiración y otras prácticas del yoga.

Como doctor en medicina durante más de veinte años, puedo decir que el yoga es simplemente el sistema más poderoso de salud y bienestar en general. Incluso si te encuentras entre los que actualmente pueden llamarse temporalmente sanos, como medicina preventiva, el yoga es lo más cercano a un centro comercial de la medicina que podrás encontrar. Este complejo sistema puede reducir el estrés, aumentar la flexibilidad, perfeccionar el equilibrio, disminuir el sobrepeso, fortalecer los huesos, evitar lesiones, mejorar el humor, optimizar la función inmune, aumentar el aporte de oxígeno a los tejidos, elevar el funcionamiento y el cumplimiento sexuales, favorecer la integridad psicológica y promover el bienestar espiritual. Y esto sólo es una lista parcial.

El yoga observa desde un punto de vista diferente al de la medicina occidental sobre lo que constituye la salud; esto puede ser en parte la razón de que sea tan efectivo. La ausencia de síntomas no es igual a salud en el yoga. La salud en los que lo practican se extiende más allá de no tener dolor de cabeza o de rodilla; incluso de haber superado un cáncer. Se trata de optimizar la función de todos los sistemas del cuerpo, desde los músculos hasta la digestión, la circulación y el sistema inmune. Se trata de un bienestar emocional, una elasticidad espiritual y optimismo, incluso júbilo. El yoga enseña que sólo cuando estos elementos se alinean se puede maximizar la oportunidad de gozar de una buena salud y alcanzar la curación.

El yoga imagina una red de casualidades mucho más compleja que el número limitado de factores que la mayoría de los médicos consideran. En el caso de las enfermedades coronarias, por ejemplo, hay que mirar más allá del colesterol y la presión sanguínea; la intención de la mente de perpetuarlo, el temperamento emocional, las conexiones con otras personas y si se vive en función de algún propósito mayor. La idea es que existen multitud de factores que pueden afectar a tu bienestar y que la forma más eficaz de remediar los problemas de salud consiste en trabajar con las diversas áreas simultáneamente. Precisamente, esto es lo que hace el yoga.

En el yoga, se realiza un trabajo espiritual que afecta al cuerpo. Se estiran y fortalecen los músculos, lo cual afecta a la circulación, la digestión y la respiración. Se calma y se fortalece el sistema nervioso, y eso afecta a la mente. Se cultiva la paz mental, y eso afecta al sistema nervioso, al sistema inmune y al sistema cardiovascular. El yoga dice que si miras con claridad verás que todo lo que hay dentro de ti está conectado con todo lo demás. Desde el punto de vista terapéutico, se observa que se puede mejorar el funcionamiento de un órgano o sistema si se intenta mejorar todo.

Una diferencia crucial entre el yoga como medicina y la medicina convencional es el énfasis holístico del yoga del fortalecimiento que consigue sobre el cuerpo y la mente. La mayoría de los médicos a los que acudas diciendo que te encuentras mal pero sin un dolor específico u otros síntomas, además de mandarte algunas pruebas para descartar las posibilidades de padecer diferentes enfermedades, no tendrán mucho que ofrecerte. Si te interesa que tu sistema nervioso sea más elástico, optimizar tu inmunidad o mejorar tu capacidad respiratoria, poco podrán sugerirte.

Lo contrario es la verdad del yoga. En lugar de competir con la medicina convencional, el yoga puede completarla. Verdaderamente, en mi experiencia, el yoga puede ayudarte a aprovechar más cualquier cuidado que estés recibiendo, alternativo o convencional. Como adjunto a otros cuidados, el yoga tiene una ventaja por encima de otras modalidades que suelen etiquetarse como medicina alternativa. Puede ampliar los beneficios, y como el yoga puede ofrecernos el uso de menos medicamentos o hierbas o emplearlos en menores dosis, los efectos secundarios son menores. Además, al contrario que los tratamientos que pueden interferir con otros –del modo que las vitaminas pueden interferir en la quimioterapia o algunas hierbas con los anestésicos–, es totalmente imposible que una buena elección del yoga pueda interactuar negativamente con cualquier otro tratamiento.

El yoga parece ser efectivo en el tratamiento de una amplia variedad de enfermedades. Examinaremos las pruebas científicas más adelante, pero de momento veamos lo que tienen que decir las personas que han probado el yoga terapéutico. En 1983 y 1984, el Yoga Biomedical Trust con sede en Londres, dirigido por el Dr. Robin Monro, estudió a 2.700 personas, la mayoría de edades comprendidas entre los 31 y los 60 años, que empleaban el yoga de forma terapéutica. Para participar, tenían que haber practicado yoga al menos dos horas a la semana durante un año como mínimo. Aunque el número de personas con alguna enfermedad concreta era pequeño, los resultados (ver tabla 1.1) eran impresionantes: el 98% de los que sufrían dolor de espalda, el 90% de los pacientes con cáncer, el 82% de las personas con insomnio y el 100% de los alcohólicos consideraban que el yoga era útil. El menor índice de éxito del estudio se registró en mujeres con “problemas menstruales”: dos de cada tres consideraban que el yoga las había ayudado.

TABLA 1.1ENFERMEDADES QUE MEJORARON CON EL YOGA, DATOS RECOGIDOS POR EL AUTOR

PROBLEMA MÉDICONÚMERO DE PERSONAS ESTUDIADASPORCENTAJE DE AYUDADOS POR EL YOGA
Alcoholismo26100
Ansiedad83894
Artrosis y problemas reumáticos58990
Asma o bronquitis22688
Problemas de espalda1.14298
Cáncer2990
Diabetes1080
Úlcera duodenal4090
Enfermedades coronarias5094
Hemorroides39188
Hipertensión15084
Insomnio54282
Trastornos de la menopausia24783
Problemas menstruales31768
Migrañas46480
Trastornos neurológicos y neuromusculares11296
Obesidad24074
Síndrome premenstrual84877
Tabaco21974

Fuente: The Yoga Biomedical Trust, Londres.

Imagina cuánto se oiría hablar sobre una nueva medicina que pudiera funcionar aunque fuera sólo una parte. Sin embargo, mi experiencia me dice que pocos en la comunidad médica o el público general saben lo que el yoga les puede ofrecer. Estoy convencido de que parte del problema se debe a que mucha gente que puede beneficiarse del yoga no se atreve porque no entiende bien lo que es, quién puede hacerlo y quién no debería. Por tanto, antes de adentrarnos más profundamente en la esencia de cómo se usa el yoga como medicina, me gustaría tratar estos temas.

Malentendidos comunes sobre el yoga y su terapia

EL YOGA NO ES… SÓLO PARA GENTE FLEXIBLE Y EN FORMA

Hay gente que evita el yoga porque piensa que es sólo para gente que se puede doblar como una goma. Creen que es para gente joven, fuerte y atlética, y si te fijas en las fotos de las revistas o en algunas clases fuertes de yoga, seguramente te llevarás esa impresión.

Es bastante curioso que cuando uno siente que no sería capaz de hacer yoga, el yoga puede resultarle especialmente útil. Los terapeutas del yoga saben bien que la gente que no tiene experiencia con el yoga suele hacer mayores progresos con sus problemas de salud que los estudiantes con años de experiencia. De hecho, son éstos los que encuentran en el yoga un mayor desafío, creen que son buenísimos en su práctica y piensan constantemente que tienen mucho que ganar.

EL YOGA NO ES… SÓLO PARA PERSONAS SANAS

Durante mis investigaciones en la India, visité centros en los que se trataba a gente con todo tipo de problemas físicos, mentales y emocionales: ancianos, personas con rigidez, con enfermedades crónicas que arrastraban durante años, con dolores, con depresiones tan fuertes que no les permitían levantarse de la cama… El yoga ha sido muy útil con esquizofrénicos y con niños con síndrome de Down, parálisis cerebral y autismo. Los que están atados a una cama o una silla de ruedas pueden hacer un tipo de yoga adaptado a sus necesidades y capacidades. Hay gente con más de 80 o 90 años que hace yoga y estoy convencido de que si tú lo practicaras, aumentarías tus posibilidades de llegar a esas edades y sentirte bien cuando las hayas alcanzado.

El yoga ha ayudado a pacientes con cánceres y problemas cardíacos tan avanzados que se les recomendaban operaciones urgentes. En casi todos los casos, los terapeutas del yoga animan a sus alumnos a continuar con su tratamiento médico convencional. Sin embargo, muchos estudiantes de yoga advierten pasado algún tiempo que lo necesitan menos: la medicación puede reducirse y algunos medicamentos llegan a ser completamente innecesarios, la cirugía puede retrasarse y luego cancelarse. En la India, hablé con pacientes cuyos signos de artritis reumatoide o diabetes del tipo 2 habían desaparecido con la práctica regular. No es la experiencia de todo el mundo, pero demuestra que puede ser muy posible.

EL YOGA NO ES… UNA RELIGIÓN

El yoga no es una religión. Aunque el yoga proviene de la antigua India, no es una forma de hinduismo. De hecho, el yoga lo practican alegremente cristianos, budistas, judíos, musulmanes, ateos y agnósticos (ver página 277). Es cierto que el yoga tiene un lado espiritual, pero no pertenece a ninguna creencia en particular que se beneficie de él. Quizá lo más apropiado sea observar el yoga como algo semejante a Alcohólicos Anónimos. Al igual que Alcohólicos Anónimos, el yoga tiene una dimensión en la que te puedes centrar o ignorar totalmente, depende de lo que te resulte más útil. Al igual que Alcohólicos Anónimos, el yoga es compatible con cualquier religión o con ninguna, si así lo prefieres.

También como en Alcohólicos Anónimos, el yoga permite “escoger lo que te sea útil e ignorar lo demás”. La meditación, considerada muy efectiva por mucha gente para diversos problemas, se originó en el yoga y sigue siendo parte esencial de él; aunque la meditación suele considerarse una práctica budista, el propio Buda hacía yoga. Pero si la meditación te parece demasiado ajena para ti, no la hagas. Si los cantos del Om te resultan extraños, canta algo diferente, una oración a Jesús o a Alá o para la paz, o no cantes nada si no quieres. En las miles de clases a las que he asistido, nunca he visto a un profesor quejarse si un estudiante no cantaba. También he descubierto que hasta los que no tienen ningún interés espiritual o los que sufrieron experiencias religiosas traumáticas en su infancia no tienen problemas con lo que ocurre en las clases de yoga o en las sesiones terapéuticas. Es una de las bellezas del yoga. Existen tantas prácticas y tantos modos de adaptar esas prácticas que puede cubrir las necesidades prácticamente de cualquiera.

¿Qué es el yoga?

El yoga es una tecnología sistemática que sirve para mejorar el cuerpo, entender la mente y liberar el espíritu. Quienes practican yoga suelen ser más flexibles, más fuertes, más enérgicos, más delgados y más juveniles que la gente que no lo practica. Lo que se observa en el exterior es un reflejo de lo que ocurre en todos los sistemas del cuerpo. Con la práctica, se fortalece y se calma el sistema nervioso. Se aumenta el flujo sanguíneo hacia los órganos internos y se transporta más oxígeno a las células. Se elimina la confusión mental que puede turbar nuestra vida, lo cual nos permite ver las cosas con más claridad. Se cultivan los músculos espirituales de modo que se puede vivir más feliz, con menos ansiedad y con más paz.

El yoga cuenta con varias herramientas que pueden ayudarnos a superar uno de los factores principales que minan la salud y el bienestar de muchos en el mundo moderno: un desequilibrado sistema de respuesta al estrés. Como el estrés es un factor de muchas enfermedades –desde ataques al corazón hasta esterilidad– el papel del yoga en la reducción del estrés ayuda a explicar por qué éste es útil en tantas situaciones. No obstante, la reducción del estrés es buena para todo el mundo, no sólo para los enfermos. Una clase de yoga, o incluso un simple ejercicio de respiración, puede ayudarte a calmarte y sentirte más centrado. En el capítulo 3, “El yoga para aliviar el estrés”, se trata este tema con más detalle.

Los beneficios que aporta el yoga a la salud pueden explicarse en parte por el hecho de que diversas prácticas de estiramientos, respiración, movimientos, equilibrio, meditación y fuerza –los elementos de lo que se conoce como hatha yoga (pronunciado HOT-uh, no HATH-ah)– aportan muchos de los beneficios de otras actividades muy valiosas como caminar, levantar pesas o la retroalimentación, además de muchas más. A diferencia de algunos estándares de salud como las máquinas de escalones, las bicicletas estáticas y las cintas de correr –en las que los minutos parecen pasar dolorosamente despacio–, el yoga puede ser divertido. Mucha gente que lo practica con regularidad descubre que el yoga se hace más interesante con el tiempo. No conozco a nadie que se sienta así haciendo abdominales.

Hay una continuidad en los efectos del yoga. Primero, puede relajarte. Además, puede conducir al alivio de algunos síntomas de tu enfermedad. Con la práctica habitual, sobre todo de los ejercicios de estiramientos y fortalecimiento conocidos como asanas y las técnicas de respiración conocidas como pranayamas, el cuerpo y la respiración se fortalecen. La postura y la capacidad pulmonar mejoran, al igual que la función intestinal, el drenaje linfático y el funcionamiento del sistema inmune. Gradualmente, uno se va sintiendo más equilibrado, más capaz de resistir las hondas y las flechas de la temible fortuna.

El yoga es una medicina fuerte, pero lenta. No esperes curas de un día para otro con el yoga (aunque hay mucha gente que comienza a experimentar los beneficios muy pronto). Una de las diferencias principales entre el yoga y muchos otros enfoques para curar es que el yoga se construye sobre sí mismo, se va haciendo más efectivo con el tiempo. Esto no ocurre con la mayoría de las medicinas o las operaciones, ya que su efectividad suele ir disminuyendo gradualmente. En este sentido, el yoga es como aprender a tocar un instrumento musical: cuanto más compromiso tengas con él y más practiques, mejor te sentirás y más preparado estarás. Una conclusión que se desprende de esto es que el yoga no es el tratamiento adecuado para problemas graves como huesos rotos, infecciones importantes o emergencias quirúrgicas. Estos problemas deben solucionarse en establecimientos médicos convencionales y el tratamiento de estos problemas graves se realiza con la fuerza alopática de la medicina.

De hecho, el yoga tiene que ver con el equilibrio. Mucha gente tiene la impresión de que la práctica física del yoga tiene que ver con la flexibilidad, pero la flexibilidad física no es el objetivo principal de la práctica de asanas; el equilibrio sí lo es. Algunas personas que se apuntan a yoga, especialmente las mujeres, son muy flexibles; lo que buscan es fuerza. Otras personas, incluidos muchos hombres, son muy fuertes cuando llegan por primera vez a yoga, pero les falta flexibilidad. Algunos estudiantes de yoga se ven debilitados por el miedo. Otros tienen problemas de motivación. Hay gente que no puede relajarse. Lo que hace la práctica del yoga es desafiarte en lo que necesites, transformando los lastres en fuerzas y consiguiendo que seas una persona más equilibrada. La práctica de asanas se equilibra por sí sola porque involucra diferentes posturas de cada una de las categorías principales (ver páginas 13 y 14). Lo ideal, si las condiciones físicas lo permiten, es incluir algunas posturas vigorosas que se equilibran con la relajación. Ésta es una de las razones por las que las clases de yoga casi siempre terminan con la savasana (shah-VAH-sah-nah), postura del cadáver. Del mismo modo, se pueden equilibrar las asanas con pranayamas, meditación, cantos, visualización guiada y otras técnicas.

El yoga consta de una serie de prácticas que permiten ganar disciplina, fuerza y autocontrol de forma constante mientras se cultivan la relajación, el conocimiento y la ecuanimidad. Aunque no se inventó originariamente para mejorar la salud o facilitar la recuperación de enfermedades graves –así fue y sigue siéndolo para los que lo emplean de ese modo, como camino espiritual, para encontrar la felicidad y el significado en un mundo caótico y fuera de control–, cada vez hay más pruebas científicas que sugieren que el yoga tiene un importante valor terapéutico. Analicemos un ejemplo del mundo real de alguien que utiliza el yoga como medicina para lidiar con algún problema médico.

Dolores Johnson es una mujer muy atractiva de ascendencia africana y europea cuyos padres fueron emigrantes de primera generación desde una isla tropical. Parece casi una década más joven de lo que es a sus cuarenta y dos años. Es cálida, luce una amplia sonrisa y sus ojos desprenden un tímido brillo. Hay algo en su presencia que yo he asociado con la gente a la que el yoga ha cambiado la vida: se la ve calmada, feliz, agradecida y llena de vida.

Es sorprendente observar que, a pesar de que aparenta estar rebosante de salud, Dolores es portadora del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) desde hace más de 15 años. Dolores (no es su verdadero nombre porque, como ella dice, no quiere “revelárselo” a la empresa de alta tecnología para la que trabaja, aunque la discriminación hacia los afectados por el VIH sea ilegal) ha estado empleando el yoga como parte de un amplio tratamiento para tratar su infección. Cuando conocí a Dolores en 2002, había dejado todos los medicamentos del VIH sin que hubieran disminuido sus células T –y con la bendición de otros médicos– durante más de un año. Se había sumergido en una combinación de yoga, hierbas chinas, acupuntura, lectura de las Sagradas Escrituras, meditación y oración.

Además del VIH, a Dolores le habían ocurrido más desgracias. A los 15 años, perdió a su madre a causa de un doloroso cáncer de mama. Pronto también murió su padre debido a un tumor cerebral dos años más tarde. Después, antes de los treinta, supo que su novio Steve (también un seudónimo) le había contagiado sin saberlo el VIH. Le llegó una carta que lo informaba de que su ex mujer había sido infectada durante una transfusión sanguínea durante su batalla contra la enfermedad de Hodgkin.

Cuando Dolores y Steve dieron positivo en la prueba del VIH, la ignorancia de la gente y el miedo al SIDA los dominaron. Era 1990, un año antes de que Magic Johnson hiciera público que era portador del virus. Pronto se casaron. Como Steve se había infectado años antes y había estado mucho tiempo sin tratamiento, su sistema inmune estaba tan dañado que ni siquiera los avances más significativos en la medicina pudieron salvarlo. Murió en 1999.

Un año antes de que Steve muriera, Dolores asistió a una clase de yoga a la que la había invitado un compañero de trabajo. Ella pensaba que la ayudaría a soportar el estrés de cuidar a su moribundo marido en casa y seguir trabajando en un empleo tan duro.Al final de la primera sesión, una clase suave dirigida por un profesor entrenado en el estilo kripalu del yoga, Dolores se sentía desgarrada. “Estaba enfadada. Estaba molesta”, dice.“Me sentó muy bien”.Tras un tiempo, se pasó a clases más potentes de yoga.También comenzó a practicar en casa varias veces por semana, a veces con ayuda de un vídeo de instrucciones de yoga.

Dolores cree que las posturas han fortalecido sus músculos y que todos los ejercicios de respiración y estiramientos han ayudado a su sistema inmune. Además de los beneficios físicos, dice que el yoga la divierte. “A medida que hago yoga y aprendo más sobre él, me doy cuenta de cuánta potencia me está dando para confiar más en mí misma, en mi cuerpo y en mi conexión con el universo y mi espiritualidad”, dice. “Y me gusta mucho”.

La historia de Dolores todavía no ha terminado, volveremos a ella más adelante en este libro. De todos modos, esto nos da pruebas de la potencia que tiene el yoga a la hora de cambiar nuestras vidas.

Las raíces del yoga como medicina

La cultura india se encuentra entre las más antiguas del mundo, y el yoga es un regalo que nos ha sido otorgado a nosotros. Según el experto Georg Feuerstein, el yoga puede remontarse al siglo VII a.C., aunque nadie sabe con seguridad lo antiguo que es. El yoga llegó a Estados Unidos cuando el swami Vivekananda, un monje hindú, dio una fascinante conferencia sobre el yoga y la unidad del objetivo de las diferentes religiones como parte de la Exposición Universal de Chicago en 1893, también llamada World’s Columbian Exposition.

Mientras que la ciencia está ahora comenzando a validar muchas de las afirmaciones realizadas por practicantes y terapeutas del yoga, quizá te preguntes cómo una cultura tan antigua pudo haber dado con tantas verdades. Los antiguos yoghis no tenían máquinas fantásticas ni tecnología avanzada para estudiar los órganos internos ni el sistema nervioso. Lo que hacían era emplear los poderes de observación del propio cuerpo. Manipulaban el cuerpo de cualquier modo que se les ocurriera y experimentaban con varias técnicas para canalizar la respiración y así investigaban sus efectos. Creían que lo que observaban en ellos mismos les ayudaría a entender mejor el mundo que los rodeaba; cuanto más investigaban y observaban, más sofisticada era su capacidad para percibir diferentes aspectos y sutilezas del cuerpo.

En las cuevas del Himalaya, los escondrijos de los bosques y los ashrams del campo, guiados por los descubrimientos de las generaciones que los precedían, los aspirantes cantaron, meditaron y experimentaron con sus cuerpos de forma devota y sistemática durante siglos. Aprendieron a estirar los músculos, a mejorar la funcionalidad de las articulaciones, a alinear los huesos en varias posturas y a observar lo que ocurría. Se ponían cabeza abajo y se doblaban hacia atrás. Imitaban posturas de animales; hasta hoy, muchas posturas del yoga tienen nombres de animales. Colocaban sus articulaciones en posiciones que mucha gente nunca adopta, creando una serie de posturas diseñadas para trabajar sistemáticamente todas las partes del cuerpo y crear conciencia sobre cosas en las que antes no la había.

Al experimentar con la respiración, los antiguos se dieron cuenta de que ciertas prácticas podían otorgar una sensación de energía y calidez, mientras que otras calmaban y equilibraban el sistema nervioso. Descubrieron formas de elevar o disminuir la temperatura de las manos. Desarrollaron técnicas de meditación que les permitían sentarse desnudos en el frío invierno y generar tanto calor que podían secar sábanas mojadas poniéndoselas encima. Con más conocimientos, se dieron cuenta de que los humanos tendían a respirar principalmente por un agujero de la nariz en ciertos momentos, un descubrimiento recientemente confirmado por la ciencia occidental (ver página 55). Los yoghis aprendieron a controlar la inspiración, la espiración y las pausas entre éstas, y con la experimentación llegaron a creer que cuando se controla la respiración se controla la mente. Los yoghis avanzados hasta consiguieron parar sus corazones y reiniciarlos o reducir su ritmo de respiración y su necesidad de inspirar oxígeno hasta casi nada. Inventaron varios modos de limpiar el cuerpo, como tragarse largos trozos de tela y luego extraerlos lentamente desde los intestinos. Aunque a la mayoría de nosotros no nos interesa probar estas prácticas, en el curso de su variada experimentación, descubrieron cosas que los occidentales más convencionales encontrarían útiles y accesibles. El siguiente ejercicio muestra cómo un movimiento muy sencillo puede afectar al sistema nervioso.

EJERCICIO EXPERIMENTAL. Siéntate erguido en una posición cómoda, en el suelo o en una silla. Ponte la parte blanda de las palmas de las manos sobre las cejas y los dedos en el pelo (figura 1.1). Con la base de las manos, tienes que sentir los huesos que se encuentran sobre los ojos. No hagas presión contra los ojos. Cierra los ojos. Sin mover las manos mucho, tira suavemente de la piel de la frente hacia arriba de modo que las cejas se muevan ligeramente hacia arriba. Mantén la posición entre 15 y 30 segundos y piensa en lo que sientes. ¿Te relajas? ¿Estás más alerta? ¿Notas alguna diferencia? Ahora, con las manos en la misma posición, baja suavemente las cejas hacia las mejillas. Mantén la posición entre 15 y 30 segundos y observa las diferencias. ¿Respiras más lenta y profundamente? ¿Es la relajación más profunda que cuando arrastraste las cejas hacia arriba? Repite estos dos ejercicios todas las veces que quieras.


Figura 1.1

Aunque el efecto es sutil, lo que la mayoría de la gente descubre cuando empuja las cejas hacia arriba es que la experiencia es neutra o ligeramente estimulante. En contraste, casi todo el mundo siente que la segunda parte del ejercicio, cuando las cejas se empujan hacia abajo, es muy relajante. El ritmo de la respiración disminuye y el sistema nervioso comienza a relajarse casi inmediatamente. Es casi automático.

Ahora probemos otro ejercicio que se emplea para relajar los efectos de mover el tejido de las cejas hacia las mejillas. Es una simple postura de restauración que puede emplearse para trastornos como la ansiedad, los dolores de cabeza y el insomnio. Observarás que se parece un poco a lo que los niños hacían en la guardería cuando echarse la siesta era parte del programa.


Figura 1.2

EJERCICIO EXPERIMENTAL. Siéntate en una silla de cara a una mesa. Coloca los antebrazos en la mesa y cruza los brazos. Inclínate hacia delante y apoya la frente sobre las manos o las muñecas de modo que la parte interior del antebrazo más cercano a ti quede justo por encima de tus cejas (figura 1.2). Utilizando el antebrazo, mueve suavemente el entrecejo hacia la nariz. Descansa en esa posición de uno a cinco minutos. Fíjate en si tu respiración es más profunda y lenta. Intenta no hacer esfuerzos y presta atención para no quedarte dormido. Si te duermes es que necesitas dormir más.

La dirección de la “energía” de las cejas y su efecto sobre el sistema nervioso es sólo uno de los literalmente miles de descubrimientos que los maestros de yoga hicieron a lo largo de los siglos y que muchos médicos occidentales modernos todavía no conocen. Los yoghis no se inventaron estos efectos cuando los descubrieron para luego ofrecer prácticas con las que explotar este circuito interior. La terapia del yoga goza de la ventaja de los sistemas innatos del cuerpo que pueden ayudar a curar.

El yoga tiene la capacidad de darnos conciencia de las diferentes partes de nuestro cuerpo y emplearla para influir en nuestras funciones autónomas –como el ritmo cardíaco, las ondas cerebrales y la presión sanguínea–, lo cual hace que el yoga sea una medicina tan potente. Puedes emplearlo para reducir tus niveles de hormonas del estrés, como la adrenalina y el cortisol, lo cual puede tener efectos beneficiosos sobre diversas enfermedades como la diabetes, el insomnio o la osteoporosis. Puedes disminuir tu presión sanguínea y, de ese modo, el riesgo de sufrir enfermedades coronarias o ataques al corazón. Puedes aprender a ralentizar la mente para reducir la ansiedad y la depresión. Puedes relajar los músculos de la espalda y el cuello, lo que potencialmente mejora males como los dolores de cabeza, el síndrome del túnel carpiano y la artrosis.

Aunque muchos occidentales (y actualmente, muchos indios) optan por el yoga para reducir su estrés o mejorar su salud, éstos no eran los objetivos de los yoghis. Ellos concebían el yoga como un camino a la iluminación espiritual. Para ellos, gozar de una mejor salud era simplemente un efecto secundario por tratar el cuerpo como un regalo sagrado de Dios. Vivían una vida moral, comprometidos con sus ejercicios de estiramientos y fortalecimiento, sus pranayamas y su meditación. Todo eso era parte de su camino hacia un mayor conocimiento. Las enfermedades se consideraban obstáculos hacia la iluminación espiritual y por eso había que fortalecer el cuerpo y librarse de ellas.

Herramientas de la terapia del yoga

Cuando los occidentales hablamos del yoga, normalmente nos referimos sólo a la práctica de diferentes posturas físicas. Esta confusión es natural, ya que las asanas se realizan para las fotografías más interesantes de los libros, las revistas y otros documentos. Sin embargo, Patanjali, el gran recopilador del conocimiento del yoga, lo definió hace más de mil quinientos años en función de ocho partes que lo constituían. Las ocho ramas del yoga, según el Yoga Sutras de Patanjali, son:

1. Los yamas. Guías éticas (ver la siguiente tabla).

2. Los niyamas. Cumplimientos espirituales (ver la siguiente tabla).

3. Asana. Postura física. La asana constituye un modo sistemático de que el cuerpo alcance su pleno rango de movimiento. A medida que va aumentando la libertad de movimiento, las asanas crean flexibilidad, fuerza y equilibrio en todas las partes del cuerpo. Las posturas pueden dividirse en varias categorías con diferentes efectos. Están las posturas de pie, con flexión, extensión, estiramientos laterales, rotaciones, inversiones, de meditación y de relajación (figura 1.3).

Ejemplo de las principales categorías de asanas:

a) flexión,

b) extensión,

c) estiramiento lateral o inclinación,

d) rotación,

e) de pie,

f) de equilibrio,

g) inversión,

h) de relajación,

i) de meditación.

TABLA 1.2ANÁLOGA A LOS 10 MANDAMIENTOS

LOS CINCO YAMAS Y LOS CINCO NIYAMAS CONSTITUYEN LAS REGLAS DEL YOGA

YAMAS
AhimsaNo dañar
AsteyaNo robar
SatyaSinceridad
BrahmacharyaCastidad
AparigrahaNo acumular riquezas
NIYAMAS
SaucaLimpieza, pureza
SantoshaAlegría
TapasDisciplina
SvadhyayaEstudio de uno mismo
Ishvara PranidhanaDevoción a Dios


Figura 1.3


Figura 1.4


En muchas posturas se combinan varios de estos elementos. La parsvottanasana (figura 1.4), por ejemplo, es una postura que se realiza de pie en la que hay que realizar una flexión de las caderas desplazando el tronco y la pelvis hacia delante. Es una postura en la que se invierte la posición de la cabeza en relación con el tronco y en la que se pone a prueba el equilibrio.

4. Pranayama. Ejercicio de respiración. Incluye una gran variedad de prácticas que pueden tanto dar energía como relajar. Las prácticas de pranayamas pueden sosegar la mente, calmar el sistema nervioso y ofrecer un estado de meditación. Hay un ejercicio llamado bhramari (BRA-mar-ee) que aprendí en el ashram Vivekananda de Bangalore, India. El significado literal de la palabra bhramari según el profesor de yoga tántrico Rod Stryker es “el sonido de las abejas”. Según el Hatha Yoga Pradipika, un texto tántrico clásico y la obra que primero se descubrió sobre el hatha yoga, como resultado de esta práctica, “la mente es absorbida en éxtasis”. Así recomienda Rod que se haga el bhramari.

EJERCICIO EXPERIMENTAL: BHRAMA-RI. Siéntate en el suelo con las piernas cruzadas y la columna recta. Si lo prefieres, puedes sentarte en una silla. Cierra los ojos y respira varias veces lenta y profundamente. Tras una inspiración completa, comienza a hacer un suave zumbido espirando lentamente. El sonido ha de provenir de la parte más baja posible de la garganta y ser fuerte. Al espirar, siente la vibración del sonido subir por la parte posterior de tu garganta, por el paladar y hasta el mismo cerebro. Poco a poco, deja que el sonido de la vibración absorba completamente tu atención. Si te vienen pensamientos, relájate más profundamente con el sonido. Cuando te quedes sin aire, inspira lenta y profundamente. Repite el ciclo. Si sientes que te quedas sin aliento en algún momento, vuelve a respirar de forma normal hasta recuperarlo. Entonces puedes reanudar la práctica. Si te sientes cómodo haciéndolo, puedes ir aumentando la longitud de la espiración. Continúa con la práctica entre uno y cinco minutos.

5. Pratyahara. Aunque normalmente se traduce como “retracción de los sentidos”, puede que el pratyahara sea lo que se acerque con más precisión a meter hacia dentro los sentidos. Es la capacidad de desconectar los mensajes externos que ofrecen los ojos, los oídos y otros órganos de los sentidos y sintonizar con el mundo interior. En lugar de escuchar los sonidos de la habitación en la que te encuentres, por ejemplo, céntrate en el sonido interno de tu respiración igual que en el zumbido del bhramari. Éste es el ejercicio de la respiración ujjayi (oo-JAI-ee). Se puede emplear como pranayama por sí solo o practicarse dentro de una serie de asanas.

EJERCICIO EXPERIMENTAL: RESPIRACIÓN UJJAYI. Siéntate en una posición cómoda o túmbate boca arriba, con la cabeza apoyada sobre una manta o una almohada. Inspira y espira por la boca imitando la respiración profunda y sibilante del personaje Darth Vader de la película La guerra de las galaxias. Si no estás seguro de cómo hacerlo (o no has visto la película), imagina que estás intentando empañar unas gafas para limpiarlas. Mantén la boca abierta y respira lenta y profundamente varias veces haciendo ese sonido tanto al inspirar como al espirar. No cierres nunca la boca y continúa haciendo ese fuerte sonido respirando por la nariz. Siente el aire pasar por la parte posterior de la garganta. El estrechamiento de las cuerdas vocales es lo que permite controlar la cantidad de aire que entra y sale, igual que la boquilla de una manguera regula el flujo del agua. Ahora, cierra los ojos y concéntrate en el sonido de la respiración en tu garganta. Céntrate en tu respiración para que no te despisten los sonidos que te rodean. Imagina que tu respiración es tan fuerte como si estuvieras en una cámara de eco. Cuando aprendes el ujjayi, respiras haciendo un sonido audible. A medida que vas progresando con la práctica, el sonido se va haciendo tan sutil que si alguien se sentara a tu lado no podría escucharlo. Incluso con esta versión más silenciosa y sutil, tendrás que centrarte en ese sonido para mantener el sentido del oído en tu interior. Continúa con la práctica uno o dos minutos.

6. Dharana. Concentración, la capacidad de mantenerla. Lo que normalmente llamamos concentración en Occidente es una leve imitación de lo que ocurre en el yoga. Si has hecho este último ejercicio, habrás notado que te olvidas del sonido de tu respiración y te pones a pensar en otras cosas. En sólo un minuto o dos, puedes haberte dado cuenta de cuánto necesitas mejorar.

7. Dhyana. Meditación; concentración relajada en la que disminuye el flujo de pensamientos que acuden a la mente. Técnicamente hablando, la meditación no puede enseñarse. Lo que normalmente se llama meditación son ejercicios de concentración, pero si practicas la concentración, la meditación puede aparecer de forma espontánea. Es decir, dirigir la atención hacia dentro tiene beneficios valiosos que se pueden medir sobre la salud, incluso aunque desde un punto de vista técnico no se alcance la meditación real.

8. Samadhi. Éxtasis. Los expertos en yoga difieren en sus definiciones de samadhi (sah-MAHdee). Algunos sienten que es algo que puede sentirse, aunque fugazmente, en una asana y pranayama, y hasta en el curso de la vida diaria, mientras que otros consideran que es el pináculo del yoga, experimentado sólo por los maestros. A veces se dice que si se pueden seguir veinte respiraciones de principio a fin sin interrumpir los pensamientos se alcanza el samadhi. Como probablemente hayas experimentado, seguir una sola respiración con absoluta atención y sin que otros pensamientos la interrumpan no es fácil.

Además de estas ocho ramas, existen otras herramientas del yoga que pueden emplearse en la meditación. Se tratarán a lo largo de este libro.

OTRAS HERRAMIENTAS DEL YOGA

Cantos del mantra

Gestos del yoga (Mudra)

Cerraduras energéticas (Bandha)

Dirección de la mirada (Drishti)

Diseños geométricos (Yantra)

Ejercicios de purificación (Kriya)

Servicio desinteresado (Karma Yoga)

Devoción (Bhakti Yoga)

Imaginería

Dieta

Hierbas

Comunidad (Sangha)

Accesorios como esterillas, mantas y bloques

Ajustes y asistencia personal

Rituales

Filosofía del yoga (Jnana Yoga)

Intención (Sankalpa)

Fe

Existen cientos de herramientas del yoga diferentes. Por lo tanto, hay cientos de asanas diferentes. Las diversas herramientas tienen diferentes efectos y pueden combinarse en un número ilimitado de formas. Los diferentes estilos del yoga y los diferentes profesores varían en su uso de las herramientas, la forma de enseñarlas y cómo se combinan las diversas herramientas.

El yoga como medicina frente a las clases de yoga

No es lo mismo seguir una terapia de yoga que asistir a una clase de yoga. En realidad, si se tiene un grave problema médico y se escoge una clase de yoga al azar, se puede acabar peor de lo que se empezó. Las distinciones entre los estilos de yoga y los niveles de conocimiento entre los profesores de yoga han desaparecido para mucha gente, incluidos muchos médicos, lo cual puede ser un problema. Por ejemplo, un médico que haya leído el extenso estudio de Marian Garfinkel sobre los efectos del yoga en el síndrome del túnel carpiano en la Journal of the American Medical Association y sugiera que un paciente pruebe una clase de yoga puede hacerle más mal que bien. En muchas clases de yoga, los alumnos hacen multitud de repeticiones de la secuencia de la postura conocida como saludo al Sol. En muchos puntos de esta postura, se mantiene gran parte del peso del cuerpo sobre las manos con las muñecas dobladas; no es una buena idea si se sufre el síndrome del túnel carpiano.

En su estudio, Garfinkel, la gran experta con años de entrenamiento, escogía cuidadosamente las posturas de yoga empleadas y, en función de cómo se respondía, modificaba el protocolo para cada individuo. Al elegir el régimen, evitó muchas posturas que podrían hacer empeorar el síndrome del túnel carpiano o las modificaba para hacerlas más seguras (figuras 1.5a y 1.5b).

De algún modo, el yoga terapéutico puede ser más parecido a una cita con un fisioterapeuta o un especialista en rehabilitación que a una clase de yoga, y, como tal, ha de dirigirla alguien con mucha experiencia. Es probable que un profesor de yoga normal de un club de salud, en los que la mayoría de los estadounidenses van a clase, no sepa lo suficiente para enseñar bien yoga terapéutico, especialmente en un grupo. Incluso algunos profesores de centros dedicados al yoga no saben suficiente sobre las posturas que pueden ser seguras (para más información sobre razones médicas para evitar las prácticas particulares, consulta el capítulo 4 y el apéndice 1, “Cómo evitar lesiones comunes del yoga”, además de los capítulos con cada enfermedad en concreto).

Para gente con problemas graves, la terapia del yoga se enseña generalmente de uno en uno o en pequeños grupos. Mientras que las clases de yoga general pueden constituir un gran método de medicina preventiva para los que están en forma, muchas son demasiado fuertes para los que tienen una enfermedad seria. Si tienes alguna duda, asegúrate de hablar con el profesor sobre qué técnicas emplea y si tiene experiencia en trabajar con gente con problemas similares. Si tienes una enfermedad y asistes a una clase general, intenta siempre pecar de seguro. Si no estás seguro de si una postura es buena para ti, no la hagas. Y si notas dolor, te mareas, te falta el aliento o sientes algún otro síntoma preocupante, deja la postura y díselo al profesor. Los buenos profesores respetarán tu decisión de parar y te harán alguna sugerencia para modificar la postura de modo que sea segura para ti.


Figura 1.5

Postura del perro mirando hacia arriba, que normalmente se enseña como parte del saludo al Sol, como suele realizarse. El peso sobre las muñecas dobladas puede empeorar los síntomas del síndrome del túnel carpiano (figura 1.5a). La misma posición adaptada por Marian Garfinkel en su estudio sobre el síndrome del túnel carpiano. Fíjate en la posición neutra de las muñecas (figura 1.5b).

El yoga terapéutico suele ser suave y educativo, aunque también puede constituir un desafío. Se centra mucho en la conciencia del cuerpo, y en algunos sistemas para la alineación de la postura, contiene movimientos relacionados con la respiración relajada y rítmica. En mayor medida que en la terapia física, los practicantes del yoga terapéutico aprenden a afinar sus sensaciones sobre sus músculos y articulaciones, así como a experimentar la interioridad de su mente. Otra diferencia es el gran énfasis puesto en la relajación. De hecho, cuando los pacientes están gravemente enfermos, acuden a quimioterapia o se encuentran en un período posoperatorio, toda la práctica puede constar de relajación y respiración hasta que el paciente gana la fuerza suficiente para avanzar.

El enfoque suele ser personal, diseñado según las necesidades, capacidades y respuestas del individuo, así como las observaciones y contraindicaciones del profesor o terapeuta. Pueden emplearse accesorios como mantas, almohadas y cintas para que las posturas sean más cómodas y seguras, o incluso para modificar las posturas. Cuando los estudiantes comienzan a trabajar con un terapeuta del yoga, se comprometen a practicar en casa, lo cual parece fundamental para la efectividad de la intervención.

El yoga como tecnología para la transformación de la vida

Aunque el conocimiento médico avanza constantemente, las bases de lo que sabemos para mantener la salud no han cambiado en los últimos años. Casi todo el mundo sabe que no hay que fumar y que hay que comer muchas frutas, verduras y cereales, hacer ejercicio con regularidad y no dejar que el estrés nos afecte demasiado. La parte difícil no es saber lo que hay que hacer, sino hacerlo.

Durante mi práctica médica, he visto que casi todos los pacientes que realmente querían hacer valientes esfuerzos tenían problemas para seguir el programa. Cuanto más estudio el yoga, más convencido estoy de que ofrece a los médicos y a las autoridades sanitarias algo que se están perdiendo, un modo de implementar los cambios que la gente quiere conseguir.

Hace miles de años, los yoghis se dieron cuenta –y los científicos lo están haciendo ahora– de que cambiar los hábitos disfuncionales es en gran parte una cuestión de la mente. La mente es un tema que los yoghis han estudiado sistemáticamente y que hasta hace poco ignoraban los investigadores médicos. El yoga puede afectar enormemente a la salud y el bienestar aportando un mayor control de la mente, así como un mayor entendimiento de las malas pasadas que nos puede jugar. Puede que sea esto, más que otra cosa, lo que nos conduce a la transformación de la vida.

Los fundamentos para entender la forma en que la mente contribuye a perpetuar los malos hábitos es lo que los antiguos yoghis llamaron samskaras. Los samskaras (sahm-SCAR-ahs) son hábitos de acción y pensamiento que con el tiempo son más profundos, como las ondas de una carretera embarrada. Desde la perspectiva de un yoghi, cada vez que se hace o se piensa algo, aumentan las posibilidades de que se haga o se piense otra vez. Esto también ocurre con los pensamientos y las acciones deseables y no deseables.

Cuando estaba en la facultad de medicina en la década de 1980, nos enseñaron que el cerebro no podría cambiar mucho al ser adulto. El número de neuronas se fijaba pronto y comenzaba a bajar. Las conexiones entre las diferentes células del cerebro se forjaban durante ciertos períodos críticos de la juventud y luego no podían modificarse.

Con los avances en el entendimiento y la tecnología, los científicos ahora hablan de la “neuroplasticidad”. Se han dado cuenta de que el cerebro es plástico, lo que significa que puede cambiar. Cuando se realiza una nueva acción, las células cerebrales llamadas neuronas forman nuevas conexiones, y cuanto más frecuentes sean, más fuertes serán estos vínculos neuronales. Esto, en esencia, es la explicación neurobiológica de los samskaras.

En el Yoga Sutras, Patanjali ofrece una fórmula para el éxito en el yoga: practicar regularmente sin interrupción durante un largo período de tiempo. Parece la fórmula perfecta para crear el nuevo comportamiento que requiere la neuroplasticidad. El modelo del yoga sugiere que al crearse nuevos samskaras y fortalecerlos sistemáticamente con la repetición, se crean hábitos tan fuertes que pueden competir con los antiguos hábitos disfuncionales y reemplazarlos. Como dijo el swami Vivekananda, “el único remedio para los malos hábitos son los contrahábitos”.

Incluso aunque se esté demasiado enfermo para practicar yoga, los yoghis creen que es útil simplemente imaginárselo paso a paso. Cuantos más detalles se visualicen, más efectivo puede llegar a ser. Lo bueno de practicarlo con los ojos de la mente es que no se debilita ningún surco que se haya creado con la práctica regular porque no se esté en la esterilla; en lugar de eso, se fortalece.

El yoga de la acción: tapas, svadhyaya e Ishvara pranidhana

Patanjali perfiló un sistema de transformación de uno mismo al que llamó kriya yoga, el yoga de la acción. El kriya yoga consta de tres elementos: tapas, svadhyaya e Ishvara pranidhana. Te habrás dado cuenta de que también son los tres últimos niyamas.

Tapas es la palabra sánscrita para calor y comparte raíz con la palabra inglesa taper, que significa cirio. Para los antiguos yoghis, el cuerpo humano sin el yoga es como una olla de barro sin cocer, y la práctica del yoga es un horno que ofrece al cuerpo la fuerza y la resistencia para soportar el desgaste y los daños que pueda sufrir. La clave, según Patanjali, es la práctica regular. El tapas, el fuego o la dedicación que da energía a la práctica es lo que nos hace seguir incluso aunque no siempre tengamos ganas.

Si te cuesta mucho reunir fuerzas para practicar de forma regular, no desesperes. Uno de los aspectos más sorprendentes del yoga es que es a la vez una disciplina y una herramienta para promover la disciplina. Hay algo en el yoga que, si se practica todos los días, nos hace querer hacerlo todos los días, y este tapas que tiende a crecer con el tiempo puede extenderse a otros aspectos de la vida.

Ciertas asanas del yoga sirven para crear el tapas. Si no te sientes motivado, suele ser una buena idea comenzar a practicar algunas de estas posturas. Prueba con el siguiente ejercicio que yo aprendí de mi profesora, Patricia Walden.

EJERCICIO EXPERIMENTAL. Ponte de pie con los pies alineados con las caderas o siéntate en una silla (figura 1.6a). Concéntrate en tu cuerpo y tu nivel general de energía. Inspira lentamente y levanta los brazos por delante de ti y luego por encima de la cabeza (figura 1.6b). Al espirar, vuelve a bajar los brazos. Repite los movimientos de los brazos junto con tu respiración al menos cinco veces. Después, continúa de pie o sentado y cierra los ojos. Siente el calor en tu pecho. Observa cómo sientes los brazos. ¿Te pesan? ¿Sientes el peso de tu vida sobre los hombros? ¿Tienes más conciencia de tu cuerpo ahora que estás concentrado en él? ¿Y qué tal tu nivel de energía? Mucha gente descubre que siente más energía, incluso aunque se haya cansado. Si has experimentado esto, has probado el tapas.

Otra práctica conocida para crear el tapas es una de las posturas más conocidas del hatha yoga, la postura del perro mirando hacia abajo (figura 1.7). Si tu entusiasmo flaquea, a veces permanecer un minuto o dos en esta postura (si tienes suficiente fuerza para hacerlo) puede darte tapas para querer continuar con la práctica.

Los antiguos yoghis se dieron cuenta de que aunque el tapas es un fenómeno del cuerpo, también tiene que ver con la mente. Imagina que ya estás en la postura del perro todo el tiempo que puedes y quieres bajar ya. ¿Qué pasaría si alguien te dijera que te paga un millón de euros por mantener la postura durante treinta segundos más? Es sorprendente la fuerza que se puede sacar cuando la mente quiere algo. Cuando descubres que tienes la capacidad de redirigir la mente, te das cuenta de que aunque la mente puede inventar todo tipo de excusas para no hacer algo, tú puedes controlar esas objeciones y decidir hacerlo de todos modos. Eso es el tapas.


Figura 1.6


Figura 1.7

El svadhyaya, o el estudio de uno mismo, el segundo elemento del kriya yoga, es la capacidad creciente de sentir lo que pasa en el cuerpo y la mente cuando se practica el yoga de forma regular; esto también puede extenderse más allá de la esterilla. Se comienza siendo capaz de sentir cuándo se estiran los músculos isquiotibiales (de la parte posterior de los muslos) en una flexión o si cuesta un poco más respirar en la postura del perro. Al continuar con la práctica, tu capacidad de controlar el estado de tu cuerpo, la respiración y las emociones es cada vez mayor. Pasado un tiempo, descubrirás que siempre te has sentido aturdido o lleno después de comer ciertos alimentos, aunque te guste su sabor, o que ciertos programas de televisión te dejan cierta sensación de infelicidad o inquietud. Cuando realmente sientas los efectos de las decisiones que tomas en tu vida, puede que quieras elegir cosas diferentes.

El Ishvara pranidhana es el tercer elemento del kriya yoga. Su significado literal es “devoción a Dios”, lo cual puede interpretarse como “fe en un poder mayor”. A mí me gusta pensar en ello como “abandonar la ilusión de tener el control de lo que ocurre”. El yoga dice que hemos de esforzarnos al máximo, pero sabiendo que no podemos controlar el resultado. Está en las manos de Dios, según enseña el Bhagavad Gita.

Por ello, un enfoque del yoga en cuanto a la pérdida de peso no sería “voy a perder 20 kg en los próximos dos meses”, sino algo como “intentaré caminar todos los días media hora y comer un poco menos, sobre todo en la cena”. El primer enfoque se centra en el objetivo, se reduce a un fin en el que podemos influir, pero no podemos controlar, y por lo tanto se convierte en una fórmula para la frustración y hasta la desesperación. El segundo enfoque es la herramienta del yoga de la intención, el sankalpa. Fijar una intención es formular un plan de acción. Es lo que te dices a ti mismo que vas a hacer. El maestro de yoga del siglo XX Ramana Maharshi dijo: “Preocúpate del presente. Ya se preocupará el futuro por sí mismo”. Hay más información sobre ese tema en el capítulo 7.

Llévatelo a casa

Para profundizar en los samskara, la clave es la repetición. En el caso del yoga, esto significa práctica y fortalecimiento de los surcos que se han comenzado a cavar. Para los yoghis, fijarse la intención de practicar a diario durante un período de tiempo en concreto puede ayudar. Sin embargo, hay que ser realistas y establecer un tiempo que se pueda cumplir, quizá 15 o 20 minutos al día para empezar. Aunque las clases de yoga pueden ser muy útiles, yo abogo por la práctica personal, normalmente en casa, como el mejor modo de profundizar en esos surcos porque mucha gente sólo puede dedicarle al yoga unas pocas horas a la semana. Si tardas, digamos, media hora para ir a clase, media para volver, unos minutos para cambiarte de ropa, preparar la esterilla y cualquier otra cosa que necesites, una simple clase de 90 minutos podría consumirte tres horas. En esa misma cantidad de tiempo, podrías practicar 20 minutos seis días a la semana en vez de una sesión de una hora una vez a la semana. Si puedes dedicarle tiempo, las clases semanales combinadas con la práctica diaria en casa es lo ideal.

Al principio, una práctica diaria de sólo 20 minutos al día puede parecer mucho. Si es así, ¿por qué no intentas dar sólo un paso en la dirección del yoga? Podrías probar con algunos de los ejercicios de este libro. Podrías comprometerte a dedicar al yoga unos cuantos minutos al día, aunque sólo sea para respirar, hasta que el surco y la sensibilidad a los beneficios del yoga sean más profundos. Te sentirás mucho mejor que si te dedicaras a buscar el tiempo que necesitas para cumplir con lo que deseas. Es un signo seguro de que se están produciendo algunas transformaciones.

Ten en cuenta que, a pesar de que te esfuerces al máximo, puede que no seas capaz de cumplir con tus intenciones. Si es así, no importa. El primer paso para transformar la vida consiste en ver cómo son las cosas, saber dónde te encuentras en ese momento. Puede que no te sientas capaz de hacer cambios de forma inmediata, pero todos los cambios comienzan con su visión clara. Si tu primer intento no funciona, quizá debas replantearte tus intenciones o simplemente intentarlo de nuevo.

Si aún no estás seguro, piensa en Dolores. Ten en cuenta que el yoga le era totalmente desconocido cuando asistió a su primera clase. Éste es su consejo: “Deja a un lado la fe. Pruébalo. Quizá pienses que es un riesgo, pero se gana”. Además añade: “El yoga sienta bien. El yoga hace que te sientas bien. Si pudiera decirle algo a alguien, sería eso”.

Como médico que ha pasado la última década investigando el campo, añadiría que cuando se hace con conciencia y la instrucción adecuada, el yoga es extremadamente seguro. Es divertido. Es sorprendentemente efectivo, y más cuanto más se practica. El yoga puede mejorar la vida de muchos modos, incluso de formas que ni se imaginan.

No tienes que creerme a mí. Pruébalo tú mismo y a ver lo que piensas. Así es el yoga.

Yoga y medicina

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