Читать книгу Guía práctica para tener bebés tranquilos y felices - Tracy Hogg - Страница 14
1 E. A. S. Y. NO ES NECESARIAMENTE FÁCIL (¡PERO FUNCIONA!) ESTABLECER UNA RUTINA ESTRUCTURADA PARA TU HIJO LOS BENEFICIOS DE E. A. S. Y.
ОглавлениеProbablemente tú sigues una rutina cada mañana. Te levantas más o menos a la misma hora, quizás lo primero que haces es ducharte, tomarte el café, puede que te lances inmediatamente a la carretera para ir al trabajo o que salgas a dar un corto paseo con tu perro. Hagas lo que hagas, seguramente es casi lo mismo cada mañana. Y si, por casualidad, algo interrumpe esa rutina, puede estropearte el resto del día. Además, apuesto a que también existen otras rutinas a lo largo de tu jornada. Seguro que tienes la costumbre de cenar a una hora concreta. Y también que, al final del día, sueles realizar una serie de rituales propios, como arrumacos con tu almohada favorita (¡o con tu compañero/a!), deseando tener un buen descanso nocturno. Pero pongamos por caso que tu hora de cenar cambia o que debes dormir en una cama lejos de casa. ¿Verdad que te inquieta un poco y te sientes algo desorientado/a al levantarte por la mañana?
Naturalmente, cada persona es distinta en su necesidad de orden y rutina. En un extremo están aquellos cuyos días son absolutamente predecibles. En el otro, los espíritus libres, que tienden a vivir más a lo loco y sin horarios. Aunque, normalmente, incluso los más «imprevisibles» siguen algún tipo de rutina en su día a día. ¿Por qué? Pues porque los seres humanos, igual que la mayoría de animales, se desarrollan adecuadamente si saben cómo y cuándo se van a satisfacer sus necesidades y lo que les espera después. A todos nos gusta que haya cierto grado de certeza en nuestras vidas.
Pues bien, lo mismo les ocurre a los bebés y niños pequeños. Cuando una mamá primeriza sale del hospital y lleva a su bebé a casa, yo le sugiero que imponga una rutina en su vida de inmediato. Yo la llamo «E. A. S. Y.», un acrónimo que representa una secuencia previsible de acontecimientos que refleja, más o menos, la forma de vida de los adultos, aunque dividida en fases más cortas: comer (Eat), un rato de actividad (Activity) y dormir (Sleep), lo cual te deja un poco de tiempo para ti (You). No se trata de un horario, porque la vida de un bebé no puede ajustarse a ningún reloj. Es más bien una rutina que sirve para estructurar el día y dar coherencia a la vida familiar, lo cual es importante, ya que a todos nosotros, niños y adultos, así como a los bebés y a los niños más pequeños, lo previsible nos hace prosperar. Todo el mundo se beneficia de ello: el bebé sabe qué va a ocurrir a continuación. Los hermanos, si los hay, tienen más tiempo para estar con mamá y papá y sus padres no están tan agobiados, puesto que también tienen tiempo para ellos mismos.
De hecho, yo ya practicaba el E. A. S. Y. mucho antes de darle nombre. Hace más de veinte años, cuando empecé a dedicarme al cuidado de neonatos y bebés de corta edad, una rutina estructurada me pareció lo más lógico. Los bebés necesitan que les enseñemos cómo funcionan las cosas y que les demos la mano mientras ellos lo intentan. El aprendizaje más efectivo se logra mediante la repetición. También expliqué a los padres con quienes trabajaba la importancia de una rutina estructurada, de manera que ellos la pudieran continuar en casa cuando yo me hubiese marchado. Les advertí que se aseguraran siempre de que el bebé hiciera algún tipo de actividad en lugar de irse directamente a dormir; así, su pequeño no asociaría el hecho de comer con el de dormir. Dado que las vidas de «mis» bebés eran tan predecibles y calmadas, prácticamente todos comían bien, aprendieron a jugar solitos durante periodos de tiempo cada vez más largos y se dormían sin necesidad de mamar, succionar el biberón o ser arrullados y mecidos por sus padres. A medida que estos bebés se iban convirtiendo en niños pequeños y preescolares, yo mantuve el contacto con sus padres, los cuales me informaron de que sus hijos no sólo se estaban desarrollando con toda normalidad en sus rutinas diarias, sino que además tenían mucha confianza en sí mismos y sabían que sus padres estarían con ellos si se los necesitaba. Los padres mismos aprendieron rápidamente a conectar con sus hijos y a interpretar sus mensajes, observando atentamente su lenguaje corporal y escuchándolos cuando lloraban. Y puesto que podían «leer» la mente de sus hijos, se sentían mejor equipados para sobrellevar cualquier dificultad que surgiera en el camino.
Cuando estuve preparada para escribir mi primer libro, mi coautora y yo inventamos «E. A. S. Y.», un sencillo acrónimo pensado para ayudar a los padres a recordar el orden de mi rutina estructurada. Comer, un rato de actividad, dormir —el curso natural de la vida—, y luego, como extra, tiempo para ti. Con E. A. S. Y., no es el bebé quien marca el ritmo, sino que eres tú quien asume la responsabilidad. Lo observas con atención e interpretas sus señales, pero tú tomas las riendas, animándolo suavemente a seguir una rutina que sabes que lo ayudará a crecer y a desarrollarse satisfactoriamente: comer, luego unos niveles apropiados de actividad y, por último, un buen sueño reparador. Tú eres quien guía a tu hijo. Tú marcas el ritmo.
El plan E. A. S. Y. proporciona a los padres, especialmente a los primerizos, la seguridad de saber que entienden a su bebé, porque enseguida aprenden a distinguir los distintos tipos de llanto de su hijo. Tal como me escribió una mamá: «A mi marido, a mí y a nuestra pequeña Lily, de seis meses, se nos considera un enigma entre nuestros compañeros de las clases de educación maternal, porque dormimos toda la noche y nuestra hija es un bebé de lo más agradable». Continúa contándome que iniciaron el plan E. A. S. Y. con Lily cuando ésta tenía diez semanas. Y como consecuencia, dice la mamá: «Ahora entendemos sus mensajes y tenemos una rutina —no un horario— que hace que nuestra vida sea previsible, fácil de controlar y divertida».
Lo he visto una y otra vez. Los padres que establecen mi rutina E. A. S. Y. tardan muy poco en saber qué necesita y qué quiere su hijo en cualquier momento determinado del día. Pongamos por caso que acabas de alimentar a tu bebé (la E de eat, comer), y que lleva despierto unos quince minutos (la A de activity, actividad), y luego empieza a mostrarse un poco nervioso e irritable. Lo más probable es que esté listo para irse a dormir (la S de sleep, dormir). De lo contrario, si ha estado durmiendo durante una hora (S) mientras tú (la Y de you, tú), con un poco de suerte, has aprovechado para descansar o dedicarte un tiempo a ti misma, cuando se levante no habrá nada que adivinar. Incluso si no llora (aunque si tiene menos de seis semanas, probablemente lo hará), la apuesta más segura es que tenga hambre. Y así, el ciclo E. A. S. Y. comienza de nuevo.