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Relativismo posmoderno y estética
ОглавлениеEs posible, en este punto, preguntarse si la muerte del arte, y sobre todo el problema de cómo superarla, no se resuelve en una contradicción con los presupuestos nihilistas de la posmodernidad. Nietzsche y Heidegger han mostrado que el nihilismo es la condición del hombre contemporáneo, que ha abandonado —al parecer definitivamente— el conforto de la religión y de las ilusiones de la metafísica. Además, los múltiples interrogantes acerca de la ciencia y el progreso están contribuyendo a la disgregación de los demás fundamentos del pensamiento occidental, que de esta manera debe buscar nuevas ideas y nuevos acercamientos a la complejidad de un mundo que no se deja comprender, sobre la base de las antiguas referencias a lo eterno y lo universal.
De repente estamos frente a un falso problema, ya que al solo pensarlo se podría suponer el regreso a algún gran relato o concepto metafísico. En efecto, el peligro que se presenta hoy es, paradójicamente, el de caer nuevamente en los dogmas y en el fanatismo, tanto a escala individual como en el ámbito de los grupos sociales, étnicos y religiosos. Porque, a fin de cuentas, los hombres necesitamos algún tipo de orientación espiritual, sin el cual la confrontación con otras culturas y realidades desemboca en una reacción de defensa que lamentablemente suele ser irracional. Aprender a vivir con los demás y respetar ideas diferentes, no en abstracto, más aún cuando estas ideas las encontramos a nuestro costado, obliga a un permanente esfuerzo de comprensión, adaptación y transformación. Este es el sentido del proceso hermenéutico, en el que por hermenéutica se entiende, en palabras de Gadamer, “el fenómeno de la comprensión y de la correcta interpretación de lo comprendido”. Es decir, la calidad de las relaciones sociales y la creación de valores necesitan, en la época del nihilismo, un proceso continuo de adecuación, que debe ser permanentemente estructurado y fundamentado.
Y esto vale también para las cuestiones artísticas, que presentan una profunda analogía con los problemas políticos que aborda Terry Eagleton en Las ilusiones del posmodernismo.3 Aun si la posmodernidad pretendiera caracterizarse por la pluralidad y multiplicidad de sus manifestaciones, en el fondo se regresa a viejos prejuicios y estereotipos aparentemente abandonados en nombre de la relatividad ideológica, religiosa y científica, o se buscan nuevos fetiches como la tecnología. Según Eagleton, simplemente se evita la dificultad de confrontarse con la necesidad de ideales consistentes; si se entra en el campo del arte tecnológico y digital, se percibe, en efecto, que este se sustenta casi siempre en la innovación tecnológica o en un enlace superficial con procedimientos científicos y no discute su dimensión estética, la que se ubica en el ámbito del arbitrio individual.4 Sin embargo, esta omisión termina afectando la fuerza innovadora de los procesos artísticos digitales y se genera una contradicción entre las posibilidades de los medios y la debilidad de una estética cuyos fundamentos están abiertamente en crisis.
Lo que sucede es que semejante libertad es en realidad solo aparente, ya que el relato estético se vuelve a presentar a nivel individual como una instancia dogmática, en abierta contradicción con el postulado pluralista. La práctica artística vive entonces un conflicto interno entre la aceptación del “todo vale” y la exigencia individual, que necesita de un paradigma artístico fuerte. En efecto, la ausencia de un pensamiento estético definido deja un vacío que termina llenándose con los estereotipos (fundamentalmente románticos y modernistas) de la cultura masiva, o con la herencia cultural del sentido común o de la educación recibida.