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Nota de los editores

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Nunca antes un periodista había intentado —y conseguido— llevar a cabo esta aventura: infiltrarse en la policía. Ha habido reporteros que se han infiltrado en construcciones ilegales en calidad de obreros (por ejemplo, Günter Wallraff en Alemania), como funcionarios de prisiones (tenemos a Ted Conover en Estados Unidos y Arthur Frayer en Francia), y otros se han hecho pasar por dementes para entrar en manicomios (como Nellie Bly en Estados Unidos y Albert Londres en Francia). Con Poli, un periodista nos lleva en un viaje clandestino a una comisaría francesa.

Cuando se le ocurre la idea, Valentin Gendrot tiene veintinueve años y ya suma seis infiltraciones en su carrera. Sale de un periodo de tres años en el que se ha infiltrado en varios empleos: ha sido operario en una cadena de automóviles, vendedor a puerta fría y teleoperador. El periodista publicó su primer libro, titulado Les Enchaînés, un an avec des travailleurs précaires et sous-payés [‘Los encadenados, un año con los trabajadores precarios y mal pagados’] (Les Arènes, 2017), bajo el seudónimo de Thomas Morel.

¿Y por qué en esta ocasión ha elegido infiltrarse en la policía? En primer lugar, por el deseo de afrontar el desafío personal de ser el primero en correr el riesgo. Y, en segundo lugar, porque quería dar respuesta a algunas preguntas fundamentales.

¿Qué sucede en el interior de una comisaría? ¿Por qué los abusos policiales se han convertido en un tema tan recurrente? ¿La policía francesa alimenta los prejuicios y comportamientos racistas? ¿Por qué es tan difícil sancionar a un policía? Pero también: ¿qué pasa por las cabezas de estos hombres y mujeres que han prestado juramento? ¿Por qué estos agentes del Estado dicen estar hartos? ¿Por qué la tasa de suicidio de los policías es tan alta, hasta el punto de que en la profesión se habla de un «sobresuicidio»?

Como no tenía presencia en internet, Valentin Gendrot pudo inscribirse con su nombre real a la prueba de acceso de adjunto de seguridad (ADS) o auxiliar de policía, el rango más bajo en el estamento policial. Su formación en la escuela de policía de Saint-Malo solo duró tres meses, en contraposición a los doce de media necesarios para convertirse en policía. Según las palabras que pronuncia el propio instructor, esta formación reducida llenaría la vía pública de «una policía low cost». Este hecho queda patente en la formación para atender a las víctimas de violencia doméstica, que dura un total de tres horas.

Cuando sale de la escuela, Valentin no consigue el puesto que deseaba, así que opta por esperar más de un año para lograr el traslado a su primera opción: la comisaría del distrito 19 de París. Quiere ser policía en un barrio obrero, donde la relación entre los agentes y los habitantes tiene fama de ser complicada.

Desde el primer día, el periodista infiltrado tiene la sensación de formar parte de «una banda» desbocada. Se queda atónito. Sus compañeros policías tutean, insultan y propinan palizas a los que llaman «los bastardos», que son, en su gran mayoría, jóvenes negros de origen árabe o inmigrantes. El «código deontológico del policía y del gendarme» que se enseña en la escuela de policía parece haberse creado para otro mundo, un mundo de burocracia desconectado de la realidad.

Poli muestra el día a día de un policía acorralado. Por un lado, debido a la falta de consideración de los altos cargos. Y, por otro, a causa de la hostilidad de una parte de la población. Valentin y sus compañeros trabajan en una comisaría decrépita donde los vehículos que conducen están llenos de abolladuras. Y, a final de mes, el sueldo que reciben es de 1340 euros netos. Un informe del Senado francés publicado en 2018 señala que, al principio de su carrera, los policías destinados en la región parisina de la Isla de Francia duermen, en ocasiones, en grupos de «más de cinco en 20 m² […] o incluso en sus coches».

Durante la infiltración de Valentin, un compañero que está de vacaciones se lleva su pistola de servicio y se dispara en la cabeza. Uno de los cincuenta y nueve suicidios que llevaron a cabo miembros de la policía francesa en 2019, un 60 % más que el año anterior.

Valentin Gendrot no se guarda nada. Relata un caso de abuso policial, pero también cómo él mismo participa en la redacción del acta de detención falsa para encubrir a su compañero. En ese punto, la infiltración deja de tener sentido, pero nos ayuda a descubrir los secretos que comparten los policías: el periodista nos abre las puertas de lugares donde nadie ha entrado jamás.

Para evitar posibles represalias o la violación del derecho a la intimidad de sus antiguos compañeros, el autor ha modificado sus nombres, sus motes y sus características físicas a la hora de escribir Poli.

Este libro confluye con su tiempo. Llega a nosotros durante el gobierno de cinco años del presidente Emmanuel Macron, marcado por una explosión de violencia policial contra el movimiento de los «chalecos amarillos». Además, en 2020, veinte mil personas se congregaron frente al Tribunal de París para manifestarse en contra de la violencia policial al grito de «las vidas de los negros importan». Al mismo tiempo, las investigaciones publicadas por Mediapart,1 Arte radio2 y StreetPress3 han sacado a la luz numerosos comentarios discriminatorios y racistas por parte de miembros de las fuerzas del orden.

Ante el descontento generado por estas revelaciones, Emmanuel Macron pidió al ministro de Interior, Christophe Castaner, que presentara una propuesta para «mejorar la deontología de las fuerzas del orden». Al día siguiente, el ministro en cuestión declaró: «En las últimas semanas, demasiados agentes han incumplido su deber para con la república. Se han proferido comentarios racistas que han revelado la discriminación latente. Esto es inaceptable». Así, el «primer policía de Francia» reconoció por primera vez que existe un problema entre sus filas. Un problema de racismo.

¿Infiltrarse en la policía? Muchos podrían considerarlo un proyecto hostil, pero basta con leer Poli para comprender que ese no es el caso. Valentin Gendrot plasma lo que ve, oye y siente, y humaniza a los agentes de policía y a las víctimas de sus abusos.

Con el paso de los días, su forma de hablar y su comportamiento cambian. Eso hace que Valentin se plantee una serie de preguntas: ¿Está comenzando a sentir una especie de espíritu de equipo? ¿Los niveles de empatía disminuyen? Se sorprende al sentir cómo la policía se infiltra, también, en él mismo.

Geoffrey Le Guilcher,

Clara Tellier Savary

y Johann Zarca

Poli

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