Читать книгу When she was Obsessed - Valeria Armas - Страница 12
ОглавлениеSéptimo Intento
El almuerzo en el cafetín solía gustarme antes, cuando JC y yo éramos novios y él podía presumirme a todo el grupo diciendo que era el hombre más suertudo del planeta. Pero ahora ver a JC tratando de causarme celos besuqueándose con Trina a escasos metros de distancia, lejos de ser doloroso, es molesto.
Todos en esta mesa “privilegiada” no son más que niñatos que no entienden la diferencia entre universidad pública y universidad de paga. Para ellos estar aquí es un pasatiempo más y dan por su vida resuelta.
Me pregunto qué pensarían ellos si supieran que Defne Prinsloo es ahora una chica del grupo “x”.
Los observo a todos mientras hablan de sus gustos banales. Las gemelas Erika y Jessica son idénticas en todos los sentidos, valga la redundancia. Un par de morenas de piel canela tan materialistas y falsas como los implantes de senos de Trina. Y Trina, una asiática de rostro fino, que no contenta con su delgadez, decidió hacerse unos arreglos en varias zonas del cuerpo, incluso en los labios. Los chicos la comparan con Kylie Jenner, pero Larry dice que ella parece más una muñeca inflable mal hecha.
¿Se nota que nos cae mal?
Y es que Trina Halth siempre ha tratado de retarme en todo. Dice que soy muy cucufata para estar en este grupo y que algún día mis aires de grandeza se estrellarán a la basura. Es por eso que de entre todos, ella es la que menos debe saber mi amor por Loann. Me haría la vida imposible.
Podría ser una filósofa toda la hora libre que tenemos, yo podría, pero me es imposible cuando Loann Cooper decide entrar a la cafetería.
Suspiro profundo desde de mi asiento, apoyo mi mentón en una mano y me dejo hipnotizar por un sexi Loann con camiseta celeste, comprando gentilmente una manzana y un yogurt. Además de hermoso, es saludable y atlético.
Loan bebe el contenido del envase, se limpia los labios con una servilleta que la mujer del cafetín le obsequia y luego arroja el yogurt hacia un tacho de basura que lleva el nombre de “plásticos”. Además de hermoso, saludable, atlético e inteligente, piensa en el futuro del planeta.
¿Quién es la madre de este hombre? ¿Michelle Obama?
Una de mis cejas sube al notar que esta vez no va acompañado de Disney.
Oh, tierno y dulce cachorrito indefenso.
Planto las manos sobre la mesa con determinación, debo idear una buena excusa para ir tras de él sin parecer que estoy teniendo unos fuertes impulsos por limpiar esa mancha de yogurt que quedó en la punta de su nariz.
Loann camina hacia una de las mesas y se detiene junto al grupo de perdedores. Lo observo tomar asiento junto a una tipa de cabello ensortijado y luego colocar una mano en su hombro para atraerla en forma divertida hacia él. Podría estar sintiendo celos ahora mismo, pero no tardo en percatarme que ese es el círculo amical de Loann y la cucarachita Disney. Es extraño verlo separado de esa garrapata por tan largo tiempo, pero no cabe duda que es algo que se debe aprovechar.
—Te toca —me dice Trina, arrojando los dados muy cerca de mí. La observo con un gesto interrogante.
—Mierda, Trina —interviene Larry—. Ella ni siquiera estaba enterada del juego. Acepta que tuviste menos puntos que todos.
—Si, bebé. Acéptalo y cumple tu castigo —comenta JC.
Larry le da una sonrisa de oreja a oreja a lo que él blanquea los ojos. Odio que Larry se comporte tan arrastrado con ese cretino. Mi amigo es genial.
Esperen... ¿Seré yo una arrastrada?
—Dinos de una buena vez si esas nalgas también son falsas, vamos Tri. Nadie puede tener ese trasero con un mes de sentadillas. Todos sabemos aquí que tú odias el ejercicio —dice Larry. Provocando que las gemelas y yo nos carcajeemos al unísono.
Trina murmura unas cuantas groserías y vuelve a tirarme los dados.
—Si no estás atenta al juego ¿qué haces aquí?
Solo por liberarme de la tensión de Trina, arrojo los dados sobre la mesa e intento caminar hacia la mesa de Loann. Aún no sé cuál será mi pretexto para hablarle, pero podría ser buena idea pedirle dinero para la manutención de nuestro rosado hijo adoptivo.
¿Existirá alguna ley que me ampare?
Los gritos de Trina aclamando que cumpla mi castigo, me detienen. Todo el grupo está muy atento a mi reacción cuando giro. Me percato que mi número de dados es el menor puntaje de todos, y que probablemente debo cumplir con algún ridículo castigo que me implante la penúltima perdedora. En este caso Trina Halth, a quien se le ocurren las ideas más “geniales”.
—Que nos muestre los senos —dice uno de los amigos de JC.
Gary, para ser específica, ya que de entre tanto idiota, el más energúmeno tiene que ser el mejor amigo de mi ex.
—Que te los muestre tu madre —le aclaro y él me aniquila con la mirada.
—¿Qué castigo le daré a Prinsloo? —fantasea Trina.
—Podrías decirle que me bese —sugiere JC—. Defne me odia, sería un gran castigo para ella.
—Cierra la boca, estoy aquí, idiota ¿podrías dejar de ser tan arrastrado por una vez?
—Bebé, solo era una broma. Sabes que quien me pone caliente eres solo tú —se defiende, luego tira de Trina para sentarla sobre su regazo y mordisquear el lóbulo de su oreja.
—¿Podrían dejar los malditos juegos para otro día? Solo tenemos veinte minutos y los estamos desperdiciando por los problemas hormonales de Trina —comenta Larry. Sé que intenta ayudarme, pero también impedir que bese a JC. Algunas veces olvido que Larry es gay y que está enamorado de mi ex.
Trina cuchichea con las gemelas, ellas observan a cada instante y sin ningún disimulo la mesa que ocupa Loann. Las lagartas son tontas, pero muy observadoras si se trata de mí. Hace un tiempo fui como su abeja reina, pero cuando empecé a cuestionar la forma en la que tratábamos a los demás, ellas eligieron a Trina como su maestra.
—Diez minutos y seguimos aquí porque Trina olvidó tomarse sus pastillas contra la idiotez —vuelve a decir Larry.
Trina lame la mejilla de Larry a lo que él se limpia como si le hubiese caído popó de paloma. Seguido de esto, anuncia mi castigo con una sonrisa maliciosa.
—Quiero que beses apasionadamente al chico de allá—señala hacia la mesa de Loann. Todos dirigimos la vista hacia ellos. Gary quien está de espaldas decide girar su asiento frente a ellos y aplaudir como si estuviera a punto de presenciar un espectáculo.
Todo sería más fácil si aquel chico fuese Loann, pero no. Se trata de un alumno de último año de cabello rojo como el tomate. Desde aquí no puedo adivinar sus facciones, pero sé que no es el tipo de muchachos a los que las chicas les arrojan sus calzones.
—No tienes por qué hacerlo —me dice Larry—. Dejaste esa mierda hace mucho tiempo.
—Cállate, Larry —masculla Trina—Todos aquí sabemos que los castigos no cumplidos valen quinientos dólares. Puedes pagarme y estas absuelta —habla Trina.
Si mamá no me hubiera dicho hace un par de días que nuestros gastos ahora deben ser estrictamente limitados, estaría pagando la multa como si fueran cincuenta dólares. También podría decirle a Trina que su castigo me vale un pepino y rehusarme a pagarle un centavo, pero la conozco y sé que haría de mi vida un tormento y no estoy preparada todavía para el suicidio social.
Besar a ese chico podría ser fácil si no estuviera mi chico frío en esa mesa. La Defne antigua hacía este tipo de cosas todo el tiempo, jugar con los chicos y luego decirles que fue simple juego. Era muy divertido, pero ya no lo es.
—Vete a la mierda, Trina. No lo haré.
—Según las reglas, si tú no quieres cumplir el reto existe la opción de que yo pueda hacerlo, pero eligiendo a mi presa.
—Como quieras —digo. Miro a Larry, él niega con el cabeza asustado. No comprendo su gesto hasta que oigo a Trina de decir:
—Quiero besar Loann Cooper, me muero por saber qué se siente probar esos labios riquísimos.
¡No!
Me hielo, Trina no va a besar a Loann porque el simplemente no lo voy a permitir.
—Suerte con eso —digo, conteniendo mi ira—. Estoy muy segura de que no lograrás acercarte a él ni a dos metros.
Trina ríe.
—Mi madre es compañera de trabajo de la suya, he ido a su casa muchas veces. Loann no es un punto inalcanzable para mí.
Larry sigue negando con la cabeza. No le hago caso, miro directamente a Trina. Por otro lado, a JC parece importarle poco que Trina este hablando de otro chico.
—No eres su tipo —afirmo.
Dios mío, deja de ser tan evidente.
—¿Y quién sí lo es? ¿Lilian Disney? —ríe—. Por Dios, Defne. Solo chasqueando los dedos haría que esa relación termine.
—Disney está super buena, si Loann y ella terminan, voy a poner mis manos en esos dos pastelitos, apuesto a que sus pezones saben a cereza—dice Gary sobándose las manos como una sucia mosca.
Obvio el comentario de Gary y sigo mirando a Trina.
—Dale, pero intenta que no te toque el culo o descubrirá que es falso —digo, sin diversión porque obviamente no puedo evitar estar molesta—. Como sea, esta conversación es estúpida. Besaré al pelirrojo y ya. Quiero ahorrarte un desplante, Tri —digo irónicamente.
—¿Solo por eso? —inquiere Trina, introduciendo una papa frita en su boca mientras sonríe de lado.
—Y por la dignidad de JC —barajeo.
Todos ríen, menos yo.
Voy a besar a otro chico para evitar que besen a mi chico. Genial.
Y ese chico aún no sabe que es mi chico. Estupendo.
—Y con lengua —agrega una de las gemelas.
—¿Están seguras de que no quieren que sea conmigo? Digo, Defne me odia. Todo el mundo odia a su ex —Trina aniquila con la mirada a JC.
Zigzagueo entre las mesas para llegar hacia el grupo de Loann. Cuando estoy a escasos pasos de ellos, dudo un poco. La espalda bien formada de Loann y sus manos jugueteando con la salera me hacen dudar si en verdad quiero darle esta imagen tan tonta de mí. Me hielo un poco cuando noto la fija mirada de sus amigos sobre mí, Loann aún de espaldas deja la salera lentamente en el centro de mesa y luego gira el rostro dejando su mentón muy cerca de su hombro. Sus ojos me miran de arriba hacia abajo.
Mi seguridad empieza a disolverse un poco.
Loann regresa la vista hacia sus amigos y continúa jugueteando con la salera.
—¿No es suficiente con verte en clase de River? ¿También tengo que soportarte en mis ratos libres?
—No vine por ti —me defiendo.
Sus amigos, incluido el pelirrojo, lo observan maravillados por su manera de hablarme. No es muy convencional que alguien se atreva a despreciarme.
—¿Viniste a contarnos como ahora dejaste de ser Defne para convertirte en la salvadora de cerdos?
—No, vine a contarles a tus amigos perdedores lo maldito insensible que eres.
Loann gira y me observa con ojos entornados.
Le doy una sonrisa fingida que guarda un: Jódete, idiota.
—¿Podrías enumerar los motivos por los que somos perdedores? —interviene la chica del cabello rizado, solo me fijo en que va muy pegada al cuerpo de Loann y que su mano está puesta sobre su brazo.
—Solo lo dice porque no estamos interesados en sus tontas fiestas —responde Loann.
—Novatos, siempre creyendo que la universidad se trata de eso —dice ella.
—Casi graduados, creyendo que cuando estén en el trabajo no desearán haber disfrutado al menos una vez —respondo.
—Nosotros nos divertimos a nuestra manera, tenemos trabajos por la tarde y no usamos el tiempo libre para pasar la tarjeta de papá —dirijo la mirada hacia ella—. Soy envidiosa, créeme, pero eso no me hace perdedora.
Loann le sonríe.
—¿Qué te hace pensar que uso la tarjeta de papá?
—¿La de mamá? —me cuestiona.
Voy a responderle, pero Loann me detiene.
—Déjanos en paz —pronuncia—. Continúa los juegos tontos con tu grupo de niños pijos.
—Ja, te recuerdo que tú eres un niño pijo.
—Ni de cerca lo soy.
—¿Te sientes avergonzado por tener dinero? —lo cuestiono.
—Me siento avergonzado de que tener dinero convierta a las personas en alguien como tú.
Eso me dolió.
—No me conoces —digo, dolida.
—No quiero hacerlo, ¿podrías retirarte?
—Loann, creo que está siendo muy grosero—murmura uno de sus amigos.
—Enrico —masculla Loann.
Oh, se llama Enrico.
—No vine por ti, vine por Enrico —le doy una sonrisa amable al pelirrojo, él traga saliva, luego vuelvo a dirigirme a Loann—. Te tomas demasiado a pecho lo del beso —digo, sin importancia—. Era un juego, un juego tonto en realidad. Lamento que te haya ocasionado problemas con la tonta de tu novia.
Me acerco un poco más, ahora estoy muy pegada al borde de la mesa y mis manos están puestas sobre una de sus libretas de notas.
Loann ahora debe levantar la mirada hacia mí para observarme. Se siente bien que me mire de esa forma. Todo el tiempo es un tonto que se cree superior a todo mi grupo. Debería mirarse en un espejo y darse cuenta que...
Es un adorable bombón tropical.
Una mano sobre la mía me hace quedar completamente estupefacta. Pronto soy llevada por Loann Cooper fuera de la mesa y hacia un rincón del cafetín. En cuanto llego, quito mi mano con toda la hosquedad posible. Se siente bien su piel sobre la mía, pero no cuando actúa como un simio enloquecido.
—¡¿Qué te pasa, bruto?!
Mi espalda está pegada a una pared y sin querer he traído en mis manos una de las libretas de la mesa. Loann me observa ceñudo y molesto. Sus ojos destellan algo que no he visto jamás en él, ni en mis más profundas observaciones. Una de sus manos se clava en la pared y se inclina un poco hacia mí. Sus ojos continúan escudriñándome y sus labios se mantienen rectos. Desde aquí puedo observar lo densas de sus cejas y esas pestañas largas y rizadas que envidio y me encantan. No estoy asustada, solo un poco contrariada y quizás un poco expuesta.
—Déjanos en paz —ordena.
Bien, nunca hubiese imaginado que lo diría tan pronto.
—¿De qué hablas?
—El beso, la clase, el grupo de trabajo y el cerdo ¿qué pretendes? ¿tienes algún problema con Lili? Si es así, déjala en paz.
—No tengo ningún problema con Lilian —le aseguro.
—Eres una mentirosa.
—¿Por qué te mentiría? Si quisiera hacerle daño a Lilian, ya lo hubiera hecho.
Me odio por decir eso, pero es mejor que amilanarme.
—Haces daño solo por juego, es tu deporte favorito.
No, no es cierto.
Coloco un mano en su pecho y lo empujo. Me coloco de espaldas a él y luego giro.
—¿Y si fuera así? —subo una ceja—. ¿Tienes miedo?
—¿De ti? Solo eres una mocosa superficial que no sabe lo que quiere —se acerca a mí y retrocedo un paso—. No sé lo que pretendes, pero no dejaré que me causes problemas con mi novia.
Respiro hondo.
—Si el beso causó problemas entre tú y ella, supongo que la relación no es tan perfecta. Te pido disculpas, yo solo me divertía un poco.
Continúo mintiendo porque todavía no es el momento adecuado para confesarle lo que siento. Además, la mirada enfurecida de Loann me confirma que no estoy haciendo nada bien.
—Deja de divertirte a costa de los demás —me ordena.
—No eres mi maldito padre —le digo.
—Deja de ser una tonta, ¿me oyes? —otro paso más cerca y voy a morir —Sé amable, linda y generosa. Es así como te rec… —se corta y emite un resoplido.
¿Qué?
Mi instinto de defensa sale a flote.
—¿Y tú con qué autoridad me ordenas eso? Eres un hipócrita. Sé cosas de ti. Sé que eras parte de mi círculo social en primer año. ¿Cambiaste? ¿Por qué?
—Qué te importa —gruñe.
—Pues a ti que te importa si soy mala o gentil.
—Defne, te recuerdo desde niña. Sé que no eres tan frívola como aparentas. Podrías ser una chica genial y lo arruinas. Lo arruinas con toda esa mierda de tus juegos y la popularidad.
Me hielo. Nunca creí que Loann tuviera recuerdos de nuestra infancia. Mi corazón golpetea con más fuerza. Quizás no haya sido tan invisible para él como lo creí. Quizás la vida me haya concedido ese milagro.
—Deja en paz a Lili, es todo lo que quiero. No intentes jugar con nuestra relación —me suplica—. No nos causes problemas.
Su frase aplasta mis ilusiones. Quiero llorar, quiero golpearlo y decirle que es un idiota. Detesto que crea que todo su mundo gire en torno a ella. Y la envidio a ella por tener lo que anhelo.
Lo empujo con una mano y le entrego su libreta. Su mirada trae pesar como si supiera que ha desatado una tormenta que no cesará nunca. Y puede que esté en lo cierto.
—¡Defne! ¡Maldita sea! Quiero mis quinientos dólares —grita Trina.
Lo decido más por despecho que por los dólares que no deseo pagar. Camino hacia la mesa y tomo del cuello al pelirrojo. De cerca su rostro no se ve como el de Loann, tiene lindos ojos, un verde luminoso muy acentuado, pero son opacados por la brillantez de su frente y la barba mal afeitada de su mentón. Sin más, tiro de él y lo beso. Miro a Loann de reojo mientras cumplo con mi reto. Él solo me mira fijo y sin expresión alguna. Le muerdo el labio al pelirrojo para generar una reacción en él y lo consigo. Loann quita la mirada y luego se toma un tiempo antes de salir de la cafetería. Para cuando él se ha marchado, me alejo del pelirrojo, quien aparte de anonadado, lleva una sonrisa tan boba que me provoca estrellarle una bofetada.
Escucho aplausos atrás de mí.
Siento pena por el pelirrojo, no será lindo decirle que esto fue un solo reto. La Defne de antes lo hacía sin miramientos y solo por diversión, pero ahora siento remordimiento. No quiero ser mala y cruel con nadie. No quiero pisotear corazones como Loann lo hace con el mío.
Quizás sí existan los milagros. Quizás el milagro sea yo.
***
Pocos saben que mis penas se alivian con un postre en Ness. Ness es una de mis cafeterías favoritas de toda la ciudad. Está a pocas calles de la universidad y siempre tienen reservado mi postre favorito. Pie de limón.
Recuerdo a mis exs amigas diciendo que era un postre corriente, que ellas conocían unas delicias francesas en el café del club al que asistían, entre otras cosas estúpidas que ya he olvidado. Ese también fue uno de los motivos por los que decidí alejarme de ellas. Eso y que, si no les mostraba mis compras semanales, mi compañía les parecía aburrida.
Cuando termino de pagar, camino del mejor ánimo hacia la estación de autobús. Una travesía que será pan del día de ahora en adelante. No es algo que me entusiasme, pero intento ayudar a mamá en cualquier gasto mínimo. Es lo menos que puedo hacer después de que me he dedicado a mal gastar el dinero de mi padre durante toda mi vida.
En el camino, voy recordando lo sucedido en el cafetín. Y sonrío. No es que haya sido un éxito. Tampoco es que haya logrado mucho. Pero tengo esa sensación de que las cosas pueden mejorar.
Me veo casada con Cooper, con tres hermosos hijos y una mascota.
La mascota ya está en la lista.
Una calle antes de llegar, cruzo camino por un parque en donde un grupo de niñas juegan y revolotean en el asfalto. La escena me parece algo normal y cotidiano, casi pasa desapercibida, hasta que una de las niñas golpea de forma casi brutal a la otra.
La pequeña gimotea. Es diferente a las demás niñas, es un poco más robusta y se le nota incluso más tierna que al otro trío de mocosas estiradas. Ellas empiezan a insultar a la pequeña con frases no adecuadas para su edad y a decirle cuanto insulto se les ocurra. Desde “gorda” y “fea”, hasta palabras que hubieran ocasionado que mi madre me de unos cuantos golpes en el culo.
Nadie interfiere en la escena. Solo estoy yo, quien expectante e indignada, me decido a interferir.
En poco tiempo, aparece una mujer joven a quien una de las niñas llama como “Nana”. Ella lleva un moño mal hecho de lo que parece ser un calcetín y trae puesta una camiseta manchada de salsa tomate.
Hago un esfuerzo y decido entablar una conversación civilizada e informarle lo sucedido. Aclaro la garganta antes de hablar y, aunque cierto temor por su apariencia, trato de ser lo más amable posible.
Amable, linda y generosa.
¿Qué de malo podría pasar?