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LOS COMIENZOS

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La historia de la ciencia en nuestro territorio puede rastrearse desde antes de que la Argentina fuera un país como tal. Ya en la época del virreinato existían algunas investigaciones y universidades, como la de Córdoba, fundada en 1613.

En 1821 se inauguró oficialmente la Universidad de Buenos Aires (UBA) que, en sus comienzos, incluía estudios sobre medicina, ciencias exactas y naturales, derecho y ¡ciencias sagradas! También tenía a su cargo las escuelas primarias de la ciudad.

Sin embargo, el verdadero proceso de sistematización e institucionalización de la ciencia en Argentina recién comenzó a mediados del siglo XIX, junto con el proceso de organización del Estado Nacional que tuvo lugar después de la derrota de Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros frente a Justo José de Urquiza, en 1852. La ciencia se pensaba como parte de la construcción y constitución del Estado, como sinónimo de progreso y de modernización.

En primer lugar, se crearon más instituciones dedicadas a la enseñanza o divulgación de la ciencia, como universidades, museos y observatorios; más adelante, surgieron las instituciones de investigación científico-tecnológica.

En 1869 egresaron los primeros doce ingenieros argentinos del Departamento de Ciencias Exactas de la UBA, que pasaron a la historia como “los doce apóstoles”. Entre ellos, Luis Huergo, quien años más tarde sería el primer presidente de la Sociedad Científica Argentina. Esta institución, creada en 1872, y que sigue existiendo hasta el día de hoy, constituyó el primer intento de coordinación del desarrollo científico en nuestro país. Ese mismo año, también se creó el Servicio Meteorológico Nacional y, tiempo después, en 1879, el Servicio de Hidrografía Naval y el Instituto Geográfico Nacional.

Para esa época, y hasta mediados del siglo XX, se dio un lento proceso de incorporación de las mujeres a la educación superior: lo veremos en historias como las de Cecilia Grierson y Elisa Bachofen. A diferencia de otros países, en donde se fundaron instituciones de enseñanza especial, en las universidades argentinas, en general, se dieron procesos de coeducación. Las profesiones más elegidas por aquellas primeras estudiantes fueron las consideradas como “típicamente femeninas”: ciencias de la salud, humanidades y ciencias de la educación. Muchas de estas primeras graduadas fueron pioneras en la región y el mundo.

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