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LA CREACIÓN DEL CONICET

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En 1955, con el golpe de Estado que expulsó a Perón del gobierno, se inició una reorganización institucional de las actividades de ciencia y tecnología. El régimen militar buscaba centralizar la planificación y coordinación de las actividades de investigación, y el plan económico intentaba superar el atraso tecnológico en el sector agrícola. Se creó el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), cuyas responsabilidades eran la investigación y la asistencia social al productor agropecuario, y también el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) con el fin de resolver los problemas de la industria y aumentar el acceso del sector productivo a tecnologías modernas.

En las universidades nacionales se inició un período denominado “de modernización académica”, que se extendió entre 1955 y 1966, y que incluyó medidas que sentaron las bases para la profesionalización de la investigación. Entre ellas, dedicaciones exclusivas de profesores a la docencia y la actividad científica, la propuesta de crear departamentos como estructura organizativa y la creación de la extensión universitaria y de editoriales universitarias.


En paralelo, por fuera del ámbito universitario, en 1958 se creó el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (Conicet), un organismo autárquico, dedicado exclusivamente a la investigación y que disponía de presupuesto propio. Su primer presidente fue el mismo Houssay –quien ocupó este puesto hasta su muerte en 1971– y el vicepresidente, Rolando García, quien en 1967 se exilió en Suiza junto con su compañera, Emilia Ferreiro.

Una medida importante para construir un vínculo entre este organismo y las universidades fue la creación, en 1961, de la Carrera del Investigador Científico (CIC), que permitió la posibilidad de desarrollar actividades de investigación en cualquier ámbito institucional válido en la especialidad y la dedicación completa a las actividades científicas. También se empezaron a otorgar becas de formación y subsidios. Las primeras becas no incluían las disciplinas sociales ni las humanidades, porque para Houssay lo importante era el campo de las llamadas “ciencias duras”, las tecnologías y la medicina. Más tarde se incorporaron becas para las ciencias sociales gracias a la gestión de Rolando García y Eduardo Braun Menéndez.

También en 1961 se produjo la llegada de la primera computadora científica a la Argentina, conocida como “la Clementina”. Pese a que ya se había comprado en 1958, el dinero para hacerlo efectivo no se liberaba porque Houssay estaba en contra: argumentaba que él había ganado el Nobel sin necesidad de instrumentos tan costosos. García y Braun Menéndez lograron que se fuera de viaje el día que se firmó el acuerdo, y así pudieron avanzar. La historia de Rebeca Cherep de Guber se encuentra íntimamente entrelazada con la de “la Clementina”.

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