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LA DÉCADA INFAME

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La década de 1930 se conoció históricamente como “década infame” porque significó el retorno al poder –vía golpe de Estado y posterior “fraude patriótico”– de la oligarquía terrateniente que se había visto desplazada de la arena política por las ascendentes clases medias acaudilladas por el naciente radicalismo. Pero este período, que se extendió hasta el golpe de estado al gobierno de Ramón Castillo en junio de 1943, no fue tan dañino para la actividad científica como para la institucionalidad democrática.

Durante estos años, se dio la confluencia de tres factores claves que marcaron el punto de partida para el desarrollo de la ciencia en Argentina: el proceso de industrialización nacional, el rol asignado por los sectores militares a la actividad científica y tecnológica, y las primeras iniciativas de organización de una comunidad científica nacional.


Un hito significativo lo constituyó la creación de la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias (AAPC) en 1933. A imagen y semejanza de sus análogas en Estados Unidos y Europa, tenía como objetivo impulsar estrategias de financiamiento, difundir la actividad científica en la esfera pública y elaborar diagnósticos del panorama científico a escala nacional. Su primer presidente fue Bernardo Houssay, quien para entonces estaba a cargo del Instituto de Fisiología de la Facultad de Medicina de la UBA.

Esta asociación editaría, años más tarde, la revista Ciencia e Investigación, el primer intento de divulgación científica desde un ámbito académico en Argentina. La visión de la AAPC, que luchaba por hacer ciencia en las universidades con libertad de investigación e intervención estatal mínima, contrastaba con el modelo de planificación de la ciencia y la tecnología para la industrialización del país que surgía desde los sectores militares.

El 15 de octubre de 1943, apenas cinco meses después del golpe de Estado que derrocó a Castillo, un grupo de personalidades (entre ellas, profesores de la UBA como Houssay) publicó la Declaración sobre democracia efectiva y solidaridad americana, en la que solicitaban abandonar la neutralidad en la Segunda Guerra Mundial. Al día siguiente, se ordenó el cesanteo de todas las personas que habían firmado la solicitada. Esto generó tensión en las universidades, con tomas, suspensiones de clases y revueltas. El saldo final: cinco universidades intervenidas en diciembre de 1943. La historia de Eugenia Sacerdote de Lustig está fuertemente atravesada por este episodio. Desde entonces, y a lo largo de los tres años siguientes, se produjeron disturbios y fueron arrestadas autoridades, docentes y más de mil estudiantes. En total hubo 1200 cesantías y renuncias en solidaridad con las personas despedidas, que en su gran mayoría provenían del sector de la química, biología, tecnología y medicina.

En este marco, y gracias al apoyo de distintas fundaciones y a donaciones extranjeras, Houssay y otres colegas cesanteades fundaron en marzo de 1944 el Instituto de Biología y Medicina Experimental, un instituto privado sin fines de lucro en el que, hasta el día de hoy –como institución estatal–, se desarrollan investigaciones en ciencias biológicas y en medicina.

Tres años más tarde, en 1947, Houssay ganaría el premio Nobel de Medicina y se convertiría en el primer latinoamericano galardonado en ciencias.

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