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Capítulo 2

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TIENES que negarte –le dijo a Layla su mejor amiga, Isla, por teléfono esa tarde–. O acabarás con el corazón roto.

–Pero es que también me rompería el corazón que el hermano de Logan vendiera Bellbrae –replicó ella–. Es el único hogar de verdad que he conocido. Llevo catorce años aquí; es parte de mí. No podría soportar que pase a otras manos. Pertenece a Logan; no estuvo bien que su abuelo pusiera esa condición en su testamento.

–¿Tienes idea de por qué lo hizo?

Layla suspiró, dejando caer los hombros.

–Logan había dejado muy claro que no tenía intención de volver a comprometerse. Perder a Susannah fue un golpe durísimo para él. Oí varias veces a su abuelo insistirle en que tenía que rehacer su vida, pero a Logan no le gusta que le digan lo que tiene que hacer. Y una vez ha tomado una decisión, no hay vuelta atrás.

–Ya. ¿Y ahora ha decidido que tienes que casarte con él porque le conviene? –le espetó Isla con sarcasmo.

–Bueno, en cierto modo fui yo quien le dio la idea, pero los dos amamos este lugar y sabemos lo impulsivo que Robbie puede llegar a ser. Él no está tan unido a Bellbrae como nosotros. Le parece un sitio aburrido, frío y demasiado aislado. Por eso tenemos que evitar que caiga en sus manos, aunque tengamos que renunciar a un año de nuestras vidas con ese falso matrimonio.

–¿Y seguro que solo será un matrimonio sobre el papel? –inquirió Isla–. Porque Logan tiene sangre en las venas y tú eres joven y guapa. ¿No te parece que vivir bajo el mismo techo podría complicar las cosas?

Layla dejó escapar una risa forzada.

–Eso de que soy guapa es mucho decir. Además, no me imagino a Logan sintiéndose atraído por mí. No soy precisamente su tipo. De hecho, dudo que sea el tipo de nadie.

–Eres demasiado dura contigo –replicó Isla–. No deberías dejar que las secuelas del accidente te hagan sentirte menos atractiva. Y sí, a veces puede pasar que un par de amigos acaben siendo algo más. No ocurre solo en las novelas románticas.

–No sabría muy bien cómo describir mi relación con Logan –respondió Layla–, pero me parece que «amistad» le va un poco grande. Somos educados el uno con el otro y guardamos las distancias, y a veces creo que ni siquiera me ve cuando pasa a mi lado, igual que si fuera un mueble.

–Sea como sea espero que no acabe haciéndote daño –le reiteró Isla–. Me gustaría que fueras tan feliz como lo soy yo. Aún no puedo creerme lo maravilloso que es estar casada con Rafe, sabiendo que me quiere más que a nada en el mundo. Estamos tan ilusionados con lo del bebé. Estamos deseando que nazca.

–Yo también me alegro mucho por vosotros.

A Layla se le hacía difícil no sentir celos de la felicidad de su amiga. A pesar de que su relación con Rafe había tenido un comienzo difícil, el final no habría podido ser más feliz y ahora iban a tener un bebé. ¿Podría llegar ella a experimentar alguna vez esa felicidad?

Logan estaba paseando por los jardines que rodeaban el flanco sur del castillo. Las hojas que habían perdido los viejos árboles crujían bajo sus pies. Los vivos tonos de rojo, bronce y amarillo en sus copas eran como salpicaduras de pintura en el paisaje. Para él, cada estación albergaba una magia especial en aquel lugar. Pero a menos que Layla accediera a casarse con él, tendría que decirle adiós a Bellbrae para siempre.

Se detuvo para esperar a Flossie, la vieja perra de raza border collie de su abuelo. Estaba olisqueando entre las raíces de un anciano roble que sobresalían de la tierra como tendones.

–¡Vamos, Floss! –la llamó, dándose unas palmadas en el muslo.

La perra fue hacia él bamboleándose, con la lengua fuera y moviendo la cola. Logan se agachó para rascarle entre las orejas, y se le hizo un nudo en el estómago al pensar qué sería de ella si Bellbrae acabara en manos de Robbie. La vieja perra no podría soportar que se la llevasen a vivir a otro sitio, y Robbie no querría quedarse con ella.

Cuando se incorporó de nuevo vio la esbelta figura de Layla a lo lejos, entre los árboles. En ese momento, como si hubiese sentido su presencia, giró la cabeza, y al verlo se arrebujó en su abrigo y echó a andar hacia él.

–Estaba buscando a Flossie –dijo, echándose el pelo hacia atrás por encima del hombro–. Me preocupaba que hubiera salido sola y se pudiera perder.

Logan echó a andar también hacia ella para que Layla no tuviera que sortear las traicioneras raíces de los árboles que sobresalían del suelo.

–La he sacado para que se aireara un poco; perdona por haberte preocupado –le respondió, deteniéndose cuando se encontraron a medio camino. Se giró un momento para mirar a Flossie, que se acercaba renqueando–. La pobre está ya muy torpe, ¿verdad?

Cuando Layla se acuclilló para acariciar al animal, su cabellera se desparramó hacia delante, y Logan se sintió tentado de alargar la mano para tocar su pelo y averiguar si era tan sedoso como parecía. No, tenía que contenerse, se dijo apretando los puños. Si Layla aceptaba casarse con él, sería un matrimonio únicamente sobre el papel.

–Sí, dio un bajón tremendo después de que tu abuelo falleciese –respondió ella–. Lo echa de menos, ¿verdad que sí, bonita? –le susurró con cariño al animal, acariciándolo de nuevo. Se incorporó y, mirando a Logan a los ojos, añadió–: Todos lo echamos de menos.

Por un momento Logan se preguntó si su abuelo no habría planeado aquello desde el principio: un matrimonio entre Layla y él. Había pasado mucho tiempo con ella durante sus últimos meses de vida. Y le había hecho ese préstamo que ella había mencionado. De hecho, había sido Layla quien había sugerido lo del matrimonio de conveniencia cuando habían hablado en los aposentos de su abuelo. ¿Habría sido algo deliberado, o algo que se le había ocurrido de manera espontánea por su amor a Bellbrae?

¿Cómo podía estar dudando así de ella? Layla era parte de la familia, o casi. No podía imaginarse Bellbrae sin ella. Y había sido él quien había sugerido que ella podría ayudarlo a evitar que perdiese su herencia casándose con él.

–¿Hablaste alguna vez con mi abuelo sobre las condiciones que me impuso en su testamento?

Ella abrió mucho los ojos, como ofendida, y levantó la barbilla.

–¿Qué estás sugiriendo, que fue cosa mía que incluyera esas condiciones?

Logan encogió un hombro con fingida indiferencia.

–Ese matrimonio de conveniencia sería muy beneficioso para ti; te ayudaría a ascender en la escala social.

Layla dejó escapar una risa despectiva.

–Pues para que te enteres: no pienso casarme contigo. Iría contra mis principios casarme con alguien tan rematadamente esnob como tú.

Se giró y echó a andar deprisa para volver al castillo, pero Logan le dio alcance en un par de zancadas y la agarró por la muñeca.

–¡No, espera! –le suplicó.

De pronto se fijó en lo pequeña que era su muñeca, tan pequeña que sus dedos se solapaban, y en el aroma a flores y cítricos de su pelo. Sus ojos echaban chispas y tenía los labios apretados.

–Perdóname –se disculpó soltándola–, eso ha sido muy grosero por mi parte.

–Pues sí, me has insultado. Lo último que quiero es que pierdas Bellbrae, pero me niego a casarme con alguien que desconfía de mí de esa manera.

–Solo puedo pedirte perdón de nuevo; lo que he dicho ha sido una estupidez –le reiteró Logan, y escrutó su rostro, confiando en que su expresión se suavizara.

Layla pareció ablandarse un poco, aunque solo un poco.

–Disculpa aceptada –le dijo a regañadientes. Carraspeó y añadió–. Pero hay otra cosa que me resulta molesta: estás dando por hecho que no tengo pareja.

Logan sintió como si un puño invisible lo golpeara en el pecho, y por un momento se quedó sin aliento. La verdad era que no sabía demasiado de su vida personal.

–¿Tienes pareja? –le preguntó, aunque no estaba seguro de querer oír la respuesta.

Ella bajó la vista y sus mejillas se tiñeron de rubor.

–Ahora mismo no.

Se hizo un incómodo silencio, roto solo por el ruido de las hojas que alfombraban el suelo, empujadas por una fría brisa que se levantó de repente. Layla miró a la vieja perra, que se había echado a los pies de Logan.

–¿Qué pasará con Flossie si Robbie hereda Bellbrae? –le preguntó a Logan con inquietud–. ¿Te la llevarías a vivir contigo?

–Está demasiado mayor para adaptarse a otro sitio, y además yo paso mucho tiempo fuera, de viaje –le contestó el con un suspiro–. Probablemente hará que la sacrifiquen.

Layla tragó saliva y alzó la vista hacia él, espantada.

–No podemos dejar que eso pase. Puede que esté mayor y casi ciega, pero aún disfruta de la vida y tu abuelo se revolvería en su tumba si…

–Si de verdad le preocupaba Flossie, ¿por qué puso esas condiciones en su testamento? –la cortó Logan, sin poder reprimir su frustración.

Layla se mordió el labio.

–Y si me casara contigo, ¿qué le diríamos a la gente? Quiero decir… ¿haríamos como que es un matrimonio de verdad o…?

Logan se rascó la mandíbula, pensativo, antes de dejar caer la mano.

–Preferiría que pensaran que es una unión por amor. No sé quién se lo creería, pero… –dijo encogiéndose de hombros.

Layla levantó la barbilla, desafiante, y le lanzó una mirada furibunda.

–Vaya, gracias –contestó con aspereza.

¿Podría haber sido más insensible?, se reprendió Logan.

–Perdona, no quería decir eso. Lo decía por mí.

Ella frunció el ceño.

–¿Por lo que sentías por Susannah? –preguntó, y se quedó callada un momento antes de añadir–: ¿Por lo que aún sientes por ella?

Logan nunca había hablado con nadie de su complicada relación con Susannah. Detestaba pensar siquiera en lo mal que había gestionado todo aquello. Prefería dejar que la gente creyera que seguía llorando la pérdida de su prometida, pero la verdad era que sentía más culpa que dolor por su muerte. Una culpa que lo devoraba por dentro, como si una fiera estuviera desgarrándole las entrañas con sus afilados dientes y sus garras. Había cometido tantos errores…, errores imperdonables que habían acabado en tragedia.

–Todo el mundo sabe que después de la muerte de Susannah no me quedaron ganas de tener otra relación –dijo–. Supongo que mi abuelo decidió tomar cartas en el asunto con su testamento para obligarme a afrontar mis responsabilidades como primer heredero de los McLaughlin.

Layla frunció el ceño de nuevo.

–¿Y quién será tu heredero? ¿O le dejarás Bellbrae a algún sobrino si Robbie tiene hijos?

Logan, que no había pensado en eso, esbozó una media sonrisa.

–Imagino que no querrías ayudarme con eso, ¿no?

A Layla le ardían las mejillas. Apretó los labios y contestó en un tono puritano:

–Por supuesto que no.

–Solo bromeaba –dijo él.

No era algo con lo que bromear, pero se negaba a considerar siquiera la posibilidad de tener hijos. Bastante mal lo había hecho ya con el daño que le había infligido a su hermano.

Aunque Layla había apartado la vista, la vio morderse de nuevo el labio y murmuró:

–Tengo que volver; tía Elsie me pidió que le echara una mano con algo.

–Necesito que me des una respuesta –le insistió Logan–. Esta noche a ser posible; hay que hacer bastante papeleo legal antes de…

–Te la daré esta noche, en la cena.

Logan asintió con la cabeza.

–Está bien, pues quedamos en eso.

Una media hora después Layla estaba sentada en las cocinas de Bellbrae con su tía abuela, que había preparado té y magdalenas.

–No parece que tengas mucho apetito –dijo tía Elsie, empujando la fuente de las magdalenas hacia ella–. ¿Te preocupa algo?

Layla tomó una magdalena y le quitó el papel.

–No sé muy bien cómo decirte esto… –comenzó.

Su tía abuela, que iba a tomar un sorbo de té, se detuvo y la miró con interés.

–¿Has conocido a alguien?

–No, es algo un poco más complicado –Layla inspiró profundamente y añadió–: Logan me ha pedido que me case con él.

La taza de la anciana repiqueteó ligeramente cuando la dejó en el platillo.

–¿Y qué le has respondido?

Layla no sabía muy bien cómo interpretar la expresión en el rostro de su tía abuela.

–¿No te sorprende que me lo haya pedido?

Tía Elsie alcanzó la tetera para rellenar las tazas de ambas y volvió a dejarla sobre el mantel antes de responder.

–En absoluto. Te conoce desde que eras una mocosa. Te ha visto crecer y convertirte en una joven atractiva. Serás una buena esposa para él, una esposa centrada y leal en la que podrá confiar –dijo. Miró a Layla por encima de la montura de sus gafas–. Porque le habrás dicho que sí, ¿no?

Layla se mordió el labio.

–Aún no he decidido qué respuesta le voy a dar.

Tía Elsie le echó un chorrito más de leche a su té.

–Sería una locura que lo rechazaras; es un buen hombre. Un poco callado, tal vez, pero no creo que quieras a un marido que hable mucho y no te escuche. Además, cuidará bien de ti.

Layla arrancó un pedazo a la magdalena con los dedos.

–Solo quiere que me case con él para no perder Bellbrae. Si no se casa antes de tres meses, será Robbie quien heredará la propiedad –le explicó. Se metió el trozo de magdalena en la boca, y masticó y tragó mientras observaba a su tía abuela para ver cómo reaccionaba.

Tía Elsie removió el té con su cucharilla antes de alzar de nuevo la vista hacia ella.

–Ya sabía lo del testamento de Angus; me lo contó antes de morir.

Layla frunció el ceño.

–¿Y no intentaste convencerle para que lo cambiara?

La anciana suspiró y se llevó la taza a los labios.

–A ese hombre no había quien lo hiciera cambiar de opinión. A Angus lo frustraba enormemente que Logan fuera incapaz de rehacer su vida después de perder a Susannah. De vez en cuando tenía alguna que otra cita, sí, pero su abuelo quería que sentara la cabeza y se hiciera cargo de Bellbrae. Así que si el único modo que ve Logan de no perder Bellbrae es que os caséis, ¿por qué no? Amas este lugar y también lo quieres a él.

–¡Tía Elsie! –exclamó Layla con una risa ahogada–. ¡Siento cariño por él pero no de esa clase!

La anciana enarcó las cejas.

–¿Estás segura?

En su adolescencia, Layla lo había tenido un tanto idealizado, no podía negarlo –cualquier chica de su edad habría estado coladita por él–, pero de eso a decir que ahora, de adulta, estaba enamorada de él…

Y, sin embargo, la atracción que sentía por él seguía ahí, como los rescoldos de un fuego que aguardaban a que alguien los avivara con un soplillo. Layla bajó la vista las migajas de magdalena que quedaban en su plato y exhaló un pesado suspiro.

–En realidad da igual lo que sienta o no por él, porque no sería un matrimonio de verdad –dijo, alzando la vista–. Sería únicamente un matrimonio sobre el papel, temporal.

Los ojillos de tía Elsie brillaron traviesos.

–Ya, ya, seguro…

Layla puso los ojos en blanco y se levantó para llevar las cosas al fregadero. Su tía abuela no podía ser más ilusa. En las revistas había visto fotos de Logan en diferentes eventos sociales con distintas acompañantes, todas guapísimas. Y había conocido a su prometida, Susannah, que también había sido una belleza. ¿Cómo podría ella competir con esas mujeres?

E-Pack Bianca abril 2 2020

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