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Wren reconstruye la catedral de San Pablo Un viaje por toda la isla de Gran Bretaña Daniel Defoe

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Daniel Defoe (1660-1731) nació en el este de Londres, no muy lejos de la catedral de San Pablo. Tuvo la mala fortuna de presenciar personalmente dos de los acontecimientos más extraordinarios y desdichados que se han producido en la ciudad: la Gran Plaga (1665) y el Gran Incendio (1666). Este último arrasó todo el barrio de Defoe cuando era niño, dejando solo tres casas en pie, una de ellas la de su familia. El texto que presentamos a continuación defiende la catedral de San Pablo construida por sir Christopher Wren, a la que muchos criticaron por verla alejada del estilo gótico de la «Antigua San Pablo», que es como se dio en llamar a la catedral que se quemó en el Gran Incendio.

La más bella de todas las iglesias de la ciudad, y de todas las iglesias protestantes del mundo, es la catedral de San Pablo, un edificio extremadamente bello y majestuoso, aunque algunos autores gusten de manifestar su ignorancia pretendiendo buscarle faltas: es fácil encontrarlas hasta en las obras de Dios cuando se las contempla en conjunto, sin reparar en la belleza de cada una de las partes consideradas por separado y sin buscar la razón y naturaleza de cada elemento; pero cuando se inquiere de manera madura, se contemplan estos detalles con una justa reverencia y se consideran con buen juicio, entonces ofrecemos un sinfín de alabanzas a la sabiduría del autor al apreciar correctamente la excelencia de sus obras.

La enorme extensión de la cúpula, ese poderoso arco que tanto peso soporta (me refiero a la torre que lo culmina, o linterna, que es de piedra y mide más de setenta pies de altura) bien puede justificar los poderosos pilares y contrafuertes que la sostienen; y, sin embargo, los observadores corrientes de las partes superficiales del edificio se quejan de que las columnas son demasiado gruesas, de que el edificio parece pesado y de que los elementos que quedan al nivel del ojo son demasiado grandes, como si el dórico y el ático no fueran tan bellos en su lugar como el corintio.

El sabio arquitecto, como completo dominador de su oficio, tuvo la satisfacción, en vida, de oír cómo los grandes maestros de Europa refutaban a esos críticos de su obra con su aprobación; y la iglesia de San Pedro en Roma, a la que se considera la más perfecta del mundo, solo supera a San Pablo en la magnificencia de su interior: las pinturas, los altares, los oratorios y la diversidad de sus imágenes; en cosas, en suma, que en una iglesia protestante, por mucho que resulten decorativas, no están permitidas.

Si todas las columnas cuadradas, las grandes pilastras y los paneles planos, tanto en el interior como en el exterior, que ahora afirman que son demasiado pesados y burdos, estuvieran llenos de imágenes, adornados con tallas y dorados y repletos de adorables imágenes de santos y ángeles, la multitud que se arrodilla a rezar no se quejaría tanto de la tosquedad del edificio; pero esta es la sencillez protestante, ese despojar a las columnas y demás de sus ornamentos, o lo que hace que el edificio, que en sí no es ni tan grande ni tan tosco como San Pedro, sea llamado tosco y pesado; mientras que ni según las reglas de la arquitectura ni según las necesidades del edificio, su altura y su peso podrían haber sido otros.



La fotografía superior muestra el Gran Diseño, la primera propuesta que hizo Wren para reconstruir San Pablo. A la izquierda se puede ver que proponía una planta radicalmente distinta tanto a la de su predecesora medieval como a la de la catedral actual. Este diseño, majestuoso, no fue aceptado por el comité, que lo consideró demasiado extranjero, es decir, demasiado católico. Esta decisión supuso un disgusto enorme para Wren, que lloró en público al enterarse.

No. Los caballeros que en el parlamento se opusieron a la petición de sir Christopher Wren de que la cúpula estuviera recubierta de cobre y que quisieron que la linterna que la culminaba fuera más corta y se construyera con madera, esos caballeros, digo, que pretendían poseer alguna habilidad en el arte de la arquitectura criticaron mucho, y demasiado a la ligera, el juicio del arquitecto y afirmaron que el cobre y la linterna de piedra serían demasiado pesadas y que los pilares no resistirían el peso.

Sir Christopher repuso que había dotado el edificio de las columnas necesarias y que los estribos y contrafuertes eran por todos lados excelentes y que respondería de ellos con su cabeza si no podían soportar el recubrimiento de cobre y la linterna de piedra y hasta siete mil toneladas más de peso del que se había propuesto, y que nada de lo que había debajo cedería lo más mínimo, ni siquiera un cuarto de una pulgada, sino que, al contrario, todo sería todavía más resistente y sólido gracias al peso que sostenía; y añadió que de ese modo se había concebido la obra desde sus cimientos y que por eso los observadores comunes creían que el primer tramo del edificio era demasiado grueso para su parte superior y que si se lo pedían, podía construir una espira de piedra sobre todo que se elevara cien pies más arriba de donde ahora llegaba la cruz.

Cuando se considera la complejidad de todas estas cosas, no hay nadie que posea el mínimo conocimiento en la construcción de edificios o que sepa algo de las reglas de la proporción que pueda, si juzga imparcialmente, encontrarle defecto alguno a esta iglesia, sino que, muy al contrario, aquellos versos del señor Dryden que se aplicaron alegóricamente para elogiar una obra de teatro que no lo merecía, pudieran, honrando mucho más al arquitecto y haciendo más justicia a esta obra, aplicarse a la iglesia de San Pablo.

Fuertes pilares dóricos en la basa,

corintios en el capitel,

abajo todo es fuerza, arriba todo es gracia.


Sobre estas líneas puede verse el diseño de Wren que finalmente fue aprobado por la comisión de reconstrucción. Wren alargó la nave principal y combinó estilos para conseguir la aprobación. No obstante, durante el proceso de construcción introdujo importantes variaciones, recuperando una cúpula parecida a la original, elevada sobre un gran tambor y coronada por una linterna.

El diseño de sir Christopher, desde luego, despertó al principio críticas muy injustas por varias cosas, tanto en la situación como en la conclusión de su obra, que, puesto que pocos las han oído, mencionaré ahora tal y como me las contó el propio arquitecto.

1. Respecto a la ubicación: él habría preferido que la iglesia se situara un poco más al norte, para que así estuviera justo en el punto que ocupa la calle llamada Paternoster Row y los edificios que hay a cada uno de sus lados, de modo que la cara norte de la iglesia se hubiera abierto a la calle que ahora se llama Newgate, y la cara sur al espacio en el que actualmente se encuentra la iglesia.

Con esta disposición, el extremo este de la iglesia, que es muy bello, habría dado directamente a Cheapside, la calle principal de la City; y, en el extremo oeste, habiéndose desviado un poco al norte la calle Ludgate, llamándose así la calle principal Ludgate y Ludgate Hill, solo habría sido desviada un poco al suroeste, como hacen ahora de forma irregular dos caminos, uno dentro y otro fuera del recinto, y toda la calle más allá del puente sobre el río Fleet9 habría quedado exactamente como está.

Con esta disposición de la iglesia, el tráfico común de la ciudad se habría apartado un poco más de la obra y no nos veríamos obligados a caminar junto a sus muros como hacemos ahora, lo que hace que la obra no se pueda observar en perspectiva. Ese es el motivo principal de las objeciones de las que hablo, mientras que, si se hubiera contemplado desde cierta distancia, el edificio habría ofrecido una imagen mucho más ventajosa.

Si a sir Christopher le hubieran permitido colocar su edificio en el lugar que deseaba, también habría tenido más espacio para los ornamentos de la fachada oeste, que, aunque son una obra espectacular tal y como están, lo habrían sido todavía más, y habría añadido a la entrada una Piazza circular, tomando como modelo la de Roma, pero mucho más majestuosa y con un obelisco de mármol en el centro del círculo, sobrepasando cualquier cosa que existe en el mundo en cuanto a arquitectura moderna se refiere.

Pero las circunstancias impidieron que llevara a cabo este noble diseño, ya que la ciudad fue reconstruida casi por completo antes de que obtuvieran la orden y la provisión necesarias para establecer los cimientos, de modo que se vio constreñido al estrecho lugar en el que ahora se encuentra el edificio, que, aunque majestuoso en su aspecto, está en infinita desventaja en cuanto a las perspectivas para observarlo. Este inconveniente se hizo tan patente que cuando se terminó la iglesia se consiguió por fin permiso, aunque no sin dificultades, para derribar toda una hilera de casas al norte del cuerpo del templo, para abrir espacio para la verja que rodea el cementerio o patio de la iglesia y, de hecho, para permitir que entrara luz en ella, así como para preservarla del peligro del fuego.

Otra de las críticas con la que se encontró sir Christopher hace referencia a la conclusión de la obra, es decir, a la cobertura de la cúpula, que sir Christopher deseaba que hubiera sido de cobre con doble baño de oro, petición que fue denegada por el Partido, privando así a la ciudad de la visión más maravillosa que jamás habría contemplado el mundo desde el templo de Salomón.

Aun así, a pesar de todas estas desventajas, la iglesia es un edificio equilibrado, bello, majestuoso y por delante de todas las obras modernas de su estilo en Europa, con la única excepción, como hemos dicho antes, de San Pedro de Roma.

Es cierto que San Pedro, además de aventajar a San Pablo en la belleza de sus ornamentos e imaginería, lo hace también en tamaño, pues es mayor en todas las dimensiones; pero es la única iglesia en el mundo que la supera, y sir Christopher Wren dio con una hipérbole muy feliz cuando dos caballeros comparaban las dos iglesias y, para elogiarlo, fingieron preferir San Pablo y, al llegar a la cuestión de las dimensiones, sugirieron que San Pablo era la mayor: Déjenme que les diga, observó sir Christopher, que podrían poner San Pablo entera dentro de San Pedro y tener que buscar un buen rato antes de encontrarla.

Tras el Gran Incendio de 1666 se ofrecieron diversas propuestas para la reconstrucción de Londres, entre ellas una de Christopher Wren. Todas estas propuestas contenían bulevares radiales a partir del puente de Londres o bellas cuadrículas, pero esos diseños no se pudieron llevar a cabo porque el Gobierno no pudo comprar los terrenos necesarios. La ciudad se negó con tozudez a reformarse y antes de que hubieran pasado tres años del fuego los londinenses ya habían reconstruido 2.800 casas, y lo habían hecho siguiendo el trazado de las antiguas calles. Pero Wren sí consiguió al menos una cosa: la nueva ciudad no se construyó en madera, sino con ladrillo y piedra.


Comparación de planta y tamaño de San Pablo de Londres (izquierda) y San Pedro de Roma (derecha), que permite ver los cambios que introdujo Wren en su Gran Diseño y apreciar la diferencia de tamaño entre los dos templos que dio lugar a la ingeniosa réplica del arquitecto cuando unos amigos le sugirieron que San Pablo era mayor que San Pedro.

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