Читать книгу Las independencias iberoamericanas en su laberinto - Varios autores - Страница 10
ОглавлениеXIOMARA AVENDAÑO ROJAS
Universidad Nacional de El Salvador
1. ¿Qué provocó la crisis de 1808?
Cada vez se comprueba que las ideas por sí solas no producen los cambios o las revoluciones, prevalece la utilidad social y política de éstas. Por ello, la injustificada entrega del poder de los Borbones al hermano de un plebeyo, Napoleón Bonaparte, causó no sólo estupor, sino que significó una oportunidad política. La ausencia del monarca fue aprovechada para debatir e impulsar los intereses y las necesidades de los grupos sociales.
Los eventos de Bayona no habían sido confirmados o ratificados por las corporaciones, por eso se rechazaban tanto en la península como en América. Me parece que el debate sobre el origen del poder tuvo muchos matices; el objetivo era insertarse en el sistema político representativo sin llegar a cometer un acto de «sedición». Es llamativo que los americanos coincidieran con los planteamientos historicistas del gran jurista Francisco Martínez Marina y con las ideas del constitucionalismo histórico del ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos. Peninsulares y americanos defendieron y justificaron la creación de la Junta Suprema Central, entidad desconocida y que surgió por la necesidad de un gobierno. Fue una novedosa respuesta de la nación española ante una crisis política sin precedentes en la historia de la monarquía.
Lo interesante es que en su conformación participarían los españoles de ambos hemisferios. Para los hispanoamericanos significó el primer indicio en la participación del Gobierno central. La Junta Suprema hizo un llamamiento para la restitución de un nuevo convenio, solicitó el juramento de fidelidad a Fernando VII y a la propia Junta, así como la incorporación de representantes de los reinos. Sin embargo, la instancia fue objetada y se dio paso al Consejo de Regencia. Tras la conformación del Consejo, éste abrió –dadas las circunstancias– la puerta para deliberar y restablecer el gobierno: llamó a Cortes con la inclusión de diputados del nuevo continente.
La búsqueda de los mecanismos de gobierno llevó paso a paso a la formación de un sistema representativo y al ingreso en lo que llaman el primer liberalismo. Sin embargo, se llegó por un camino diferente al trazado por las experiencias francesa y norteamericana. No se llevó al patíbulo a los monarcas y no se enfrentó a la Corona para lograr un cambio. Se les defendió de los malvados franceses y se les guardó un lugar con sus privilegios –ahora restringidos por una Monarquía constitucional.
La crisis de 1808, provocó situaciones aparentemente paradójicas. Por un lado, cuando las provincias americanas, apelando a la retroversión de la soberanía, intentaron formar juntas, como las de la península, se vieron envueltas en guerras civiles. Es en ese momento cuando se comienza a vislumbrar el camino de la independencia. Pero, por otro, la crisis introdujo a las elites provinciales en un nuevo sistema político discutido durante meses y aprobado en Cádiz en 1812.
2. ¿Cuál es su tesis central sobre las independencias?
Las elites americanas tenían en sus manos no sólo el poder local y provincial, sino también los hilos de la economía. La forma de resguardar el poder y de hacer negocios tiene una relación directa con las redes de familia, donde el matrimonio aparece como la llave principal. Lo antes dicho nos coloca ante una perspectiva en la que la familia desempeñó un papel transcendental; son entonces los intereses de esos imbricados tejidos sociales los que estarán presentes en las decisiones políticas de los grupos urbanos.
Mi propuesta sustenta la presencia de un estado dual o estamental, lo que significa que las elites compartían el poder con la monarquía. No eran ajenas o extrañas al poder, entonces deseaban un sistema político acorde a sus intereses. Es conocido que los diputados americanos en las Cortes coincidieron en dos puntos para ellos de primer orden, el primero, la presencia de los cabildos, llamados posteriormente ayuntamientos constitucionales.
El segundo asunto fue la creación de las diputaciones provinciales. En este punto, el acceso al poder quedó plasmado en elecciones indirectas, y utilizaron la reglamentación electoral para facilitar la distribución del poder entre las familias. El cargo antes obtenido por compra y además hereditario, después de 1812, fue asegurado por unas elecciones indirectas, las cuales estaban totalmente controladas en cada territorio.
Las instancias antes mencionadas –cabildo y diputación– resguardaron la autonomía. Ésta no es, ni surge sólo como un modelo de organización estatal; en el fondo, es el engranaje de la sociedad corporativa, en otras palabras, se reformularon para no perder sus privilegios. Por ello, durante la primera mitad del siglo XIX, el ideal es un modelo político descentralizado. Debemos entonces volver la vista no sólo a los panfletos, a los discursos, a los agravios, sino también a la organización, a la representación, a las relaciones sociales y al ejercicio del poder, de una sociedad estamental. No existe una sociedad de individuos, sino unas corporaciones acostumbradas al pacto.
Se debe no sólo mostrar la combatividad de los grupos sociales, también la capacidad de adaptación de la sociedad estamental, en un nuevo escenario político provocado por la invasión francesa de España en 1808. Hubo personajes con discursos y postulados radicales sobre la independencia, pero no es el radicalismo lo que impera. Prevaleció una tendencia al evolucionismo histórico, es decir, un cambio sin rupturas profundas, una reformulación de los nuevos conceptos y la nueva institucionalidad. Brasil es la evidencia de ese evolucionismo histórico, no fue una excepción. El traslado de la monarquía lusitana del viejo al nuevo continente –para ponerse a salvo de Napoleón– no significó el retraso de las capitanías generales brasileñas. La familia real se insertó en una monarquía constitucional, y desde ahí evolucionó el sistema representativo.
La independencia emergió en el transcurso de la crisis del sistema político hispánico. Fue una medida práctica que se dio en cada uno de los territorios, teniendo en cuenta las alianzas políticas, la preservación de los privilegios y la aceptación de buscar otro camino, puesto que el Imperio español no estaba en condiciones de ofrecerles uno. Fue también una medida preventiva para no caer en otra Francia y en otro Haití, en donde la muchedumbre cortó muchas cabezas.
3. ¿Se puede hablar de revolución de independencia o, por el contrario, primaron las continuidades del Antiguo Régimen?
Es evidente que hubo continuidades, pero las elites criollas no salieron de la misma forma que cuando entraron, es más, lucharon por no volver hacia atrás.
¿En qué sentido fue una revolución? Es una revolución política discontinua, no entró y se desarrolló al mismo tiempo y de la misma forma. En la parte continental de la América septentrional, por ejemplo, se adoptó el sistema representativo y se aceptó el cambio de la soberanía del rey por la soberanía de la nación, sin haber declarado la independencia; los territorios mencionados no lo hicieron hasta septiembre de 1821.
Durante el Trienio Liberal, en el segundo llamamiento a Cortes, se repitió un aspecto muy sensible, la representación minoritaria americana. Por ejemplo, Centroamérica, de 6 diputados que envió a España en 1813, eligió a 22 en 1822, cuando formó parte del primer Congreso Constituyente mexicano. En este sentido, la finalidad de la emancipación no era dar origen a una revolución política, era resguardarla. Es falso que las mencionadas declaraciones fuesen una reacción conservadora ante un proyecto liberal español; el verdadero significado fue el rechazo a la desigualdad política.
Debemos expresar que los cambios mencionados perduraron en América, a diferencia de Europa continental, que durante el siglo XIX se debatió entre el antiguo poder del rey y los límites a sus amplios poderes. El primer contraataque a la soberanía de la nación fue inmediato, la Santa Alianza no sólo pretendía la recuperación de territorios perdidos, defendía férreamente el Antiguo Régimen, el sistema monárquico.
Lo revolucionario en política llegó al nuevo continente, es cierto, pero el funcionamiento fue conflictivo. El sistema representativo cambió la geografía política y hubo una recomposición del poder local y provincial; el cabildo cabeza de provincia perdió el control ante la multiplicidad de ayuntamientos constitucionales con igualdad de derechos. Este asunto fue considerado al transformar la Intendencia en una Diputación Provincial, puesto que debía ser integrada por un representante de cada ayuntamiento constitucional. El resultado de este proceso fue la creación de nuevas diputaciones, es decir, la aparición de otra división político-administrativa en cada reino americano.
La continuidad no se puede separar de la novedad. El tema de la ciudadanía, nuevo en un sistema representativo, fue condicionado por los valores morales y sociales antiguos. Pero Cádiz permitió establecer un escalafón de ciudadanos porque respaldó un sistema de elecciones indirectas. La mayoría de los hombres con una diversidad de colores fueron compromisarios; los que tenían alguna distinción, electores de primer grado; los comprometidos con la red de familias poderosas o los linajes indígenas eran los electores de segundo grado; finalmente, los miembros de las redes de familia se convirtieron en los electores de tercer grado o de provincia.
Esto nos permite observar que durante las décadas de 1810 y 1820, la mayoría de hombres tuvieron el derecho de votar por el invento americano del compromisario; la constitución gaditana no lo estableció. Luego se entraba en el embudo de los electores, donde se debían demostrar los requisitos de una sociedad estamental para ganarse el derecho de ser elegible. Posteriormente, liberales y conservadores coincidieron en restringir el acceso a la ciudadanía estableciendo requisitos censitarios.
La representación política no provino de partido político alguno, no existían, fueron elegidos por las redes de familia, quienes, apoderándose del entramado de electores de segundo y tercer grado, afianzaron el camino para acceder al poder. Los elegidos como diputados eran prestigiosos padres de familias, casados, vecinos con oficio o modo honesto de vivir e integrantes de alguna corporación: clero, cabildo, universidad, consulado de comercio, militares.
La ciudadanía y la representación política, elementos nodales del sistema representativo y del primer liberalismo, estuvieron condicionadas por la sociedad jerárquica colonial. Debemos cambiar el enfoque de observar los cambios políticos de forma radical; sucedieron a partir de adaptaciones o reformulaciones.
Sin embargo, existen temas relacionados con la legitimidad política en los cuales los cambios fueron de larga duración y generaron conflictos. Los mecanismos para deslegitimar el poder constituido provocaron constantes conflictos respecto al poder central, antes ocupado por la figura del monarca:
1. El derecho de insurrección. La multiplicidad de poderes locales fortalecidos durante el proceso independentista, amparados por Cádiz, fue una limitación para establecer un poder central. Los insurrectos, para destituir una autoridad electa, no solo debían ampararse en sus victorias, sino obtener el respaldo de los pueblos por medio de la adhesión a un acta o plan político. En este sentido, se recurría al antiguo derecho de insurrección y luego se utilizaba un nuevo andamiaje para restablecer el poder: las elecciones.
2. La igualdad ante la ley. El nuevo sistema pretendió imponer que ley era para todos. Esto coloca a los ciudadanos en un plano de igualdad, pero se trataba de una sociedad desigual, de tal manera que las reacciones se dieron para defender los privilegios de una sociedad corporativa. Aquí no hubo reformulación, se entendió a partir del bagaje político antiguo, cuando una ley era injusta no era ley, no se tenía la obligación de obedecer; esta apreciación y práctica permaneció durante el siglo XIX.
4. ¿Cuales son las interpretaciones más relevantes, a su entender, que explican las independencias iberoamericanas?
a) Persiste la idea de que el cambio político es el resultado directo de las grandes revoluciones: la Revolución francesa y la Revolución norteamericana. Se parte del análisis causa-efecto. En este sentido, se percibe la herencia hispánica como un valor político negativo.
b) Derivado de lo anterior, la fecha de independencia se toma como corte histórico. Este aspecto lleva no solamente a un asunto de orden metodológico; el fin o comienzo de un estudio es la presencia de un enfoque interpretativo. Se asume que, a partir de la declaración de independencia, cambió todo el sistema político antiguo y, de inmediato, de forma mágica, se estableció un nuevo orden.
c) Los historiadores positivistas inventaron la existencia de próceres como gestores de la emancipación. Es decir, que se predetermina la existencia de una sociedad individualista. Esa interpretación omite que esas personas actuaban no por sí mismas, sino en representación de un cuerpo: el clero, los militares, los comerciantes, los gremios, el cabildo.
d) El análisis marxista puso a flote la cuestión social de la independencia, pero determina que la motivación fue la explotación de la metrópoli sobre las colonias americanas. Por ello se traduce que es una época de lucha anticolonialista. Los estudios desde este planteamiento tienen otra valoración negativa, puesto que la independencia no resolvió los problemas económicos y sociales de «las masas».
e) Otras veces, la emancipación aparece como el punto de origen de cada uno de los Estados-naciones. Es una justificación con la cual se levantan los elementos de creación de la nación política. Es el momento en donde se desarrolla la noción de progreso, de civilización, y se compara con el oscurantismo y el atraso impuestos por los españoles.
f) Se da por sentada la existencia de dos grupos antagónicos de tintes ideológicos, los monárquicos y los liberales. Por ende, el enfrentamiento se dio entre los «partidos» liberales y conservadores, aduciendo que los individuos estaban organizados. La versión supone una situación posterior, puesto que la sociedad estamental participó en alguna de las muchas corrientes de opinión, y se expresó en grupos o facciones.
Me parece que las interpretaciones de la independencia tienen, en general, una justificación política, más que una verdadera explicación histórica. Las investigaciones recientes están desmoronando las justificaciones nacionalistas; en este punto los historiadores están siendo acusados de apátridas. Esta situación presenta un gran reto: cómo interpretar el proceso emancipador sin lastimar o demoler las bases de los mitos fundacionales de la nación política.
5. ¿Qué temas quedan aún por investigar?
a) La omisión de los grupos subalternos. La participación de los indígenas en sus diversas expresiones corporativas, el cabildo de los pueblos y las cofradías. Es abundante el material que se refiere a las elites y muy escaso el que lo hace a los indígenas, mestizos, mulatos o negros durante el proceso emancipador.
Los pueblos tenían los elementos suficientes para entrar en el entramado de un sistema representativo; recordemos que la Iglesia aportó a este sistema su experiencia y sus prácticas para articular las elecciones indirectas. Por ejemplo, tanto los cabildos como las cofradías tenían como procedimiento de renovación y control la elección anual de sus miembros.
b) El papel del clero. Se ha visto la parte conflictiva, por ejemplo, los curas Hidalgo y Morelos en México, o los que emitieron una proclama ardiente. Pero falta estudiar a ese clero conciliador y gestor. La Iglesia desempeñó un papel preponderante en el sostenimiento del gobierno local, provincial y estatal en las nacientes repúblicas hispanoamericanas. Falta la valoración de la Iglesia como parte de la sociedad estamental y en la evolución del estado moderno en América.
c) La adaptación y el uso del lenguaje político liberal. No se debe dar por entendido que un concepto tiene igual significado que tenía en el lugar y el momento en que surgió. Existe un proceso de asimilación y otro de adaptación. Este tema comienza a ser estudiado pero no lo suficiente.
6. Cuestiones que desee formular y no hayan quedado registradas anteriormente.
a) Se debe ahondar en la autonomía provincial. Este asunto se ha mencionado, pero no ha sido explicado. Es historia social y política. Las redes de familia, los linajes indígenas, el clero, los militares, se estudian de forma separada, son parte del proceso. Participan como actores y beneficiarios, se tiende a verlos como fuerzas en conflicto.
b) La geografía política de la independencia. Se debe elaborar una geografía política que nos permita observar la posición de los pueblos y las corporaciones ante cada paso del proceso independentista. Para el tema militar, se tienen mapas de avances, derrotas y victorias militares. Nos daría la movilidad de la opinión, no emitida, sino adaptada y acogida en determinado (os) momentos políticos.
c) Formas del control social. Esto entra en la línea de los estudios de imaginarios colectivos. Mi apreciación es que los grupos subalternos o dominados tenían, a finales del período colonial y durante el siglo XIX, un mayor espacio político. Se atomizó la política, pero quedó un elemento común, la religión. La religiosidad desempeñó un papel insospechado y todavía totalmente desconocido.