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Invitación a la práctica

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Diario de autoobservaciones

La autoobservación que no se registra suele ser evanescente: así como olvidamos los sueños si no los anotamos de inmediato, lo que nos sucede mientras vivimos en el trance consensual de la vigilia también, pues se diferencia menos del sueño nocturno que lo que querríamos admitir. Sobre todo cuando aquello de lo que nos percatamos contradice la imagen que tenemos de nosotros mismos, o resulta incómodo, doloroso…

Por la misma razón, entonces, que registrar los sueños ayuda a ver cada vez con mayor claridad los patrones internos, para conocer y transformar poco a poco los circuitos del autoodio puede resultarte de enorme valor anotar lo que tus prácticas te permitan observar, llevando un Diario de Trabajo sobre Sí. En él, podrás volcar notas acerca de lo que te diste cuenta en cuanto a tus emociones, reacciones automáticas, subpersonalidades (como luego veremos), y todo hallazgo que te acontezca.

Será particularmente importante que puedas hacer foco en los momentos de autorrechazo.

Para que ese registro sea eficaz, te sugiero que pongas la mira especialmente en estos aspectos de lo que observes:

qué cosas te dices a ti mismo (pensamientos, frases repetitivas, construcciones conceptuales…);

qué actitudes disparan esa reyerta interior (por ejemplo, si estabas sosteniendo una disposición sumisa o complaciente por sentirte inadecuado ante alguien, o si tomaste una postura de víctima para que el otro se apiade de ti, o una actitud de dominación que terminó lastimando a alguien que te importa…);

qué emociones autodestructivas fueron gatilladas (vergüenza de sí, extrema irritación, tristeza, autodecepción…);

qué le pasa a tu cuerpo cuando el autoodio se dispara (sensación de estrangulamiento en el estómago, compresión en los intestinos, tensión en el cuello y los hombros, exceso o falta de apetito, ingesta de cosas que no son buenas para tu salud, o síntomas de cualquier tipo que denoten el estrés que produce la activación del mecanismo de “autodepredación”).

Importante: la práctica de la autoobservación requiere mucha paciencia y es algo que se va perfeccionando durante toda la vida. Implica, con frecuencia, advertir (sobre todo en los inicios) que constantemente nos olvidamos del propósito de vernos funcionar. Esto es natural, porque en la mayoría de las personas la atención no está bien entrenada. (Aún en el proceso de educación no se nos enseña a prestar atención correctamente, de modo relajado, presente, sin autoacoso; más bien se nos enseña que seremos castigados si no hemos prestado atención “debidamente”).

¿Qué hacer si adviertes que se te olvidó el propósito, que llevas ya varias horas que no te estás autoobservando en absoluto… o incluso desde hace un par de semanas ni siquiera recordabas que te lo habías propuesto? Como quien educa a un niño, sé firme pero amable (que debiera ser la esencia de toda disciplina psicoespiritual). Hay dos conceptos que vienen a nuestro rescate cuando esto sucede:

Comienza donde estás. (Siempre, una y otra vez, una y otra vez).

Observar la distracción es parte del ejercicio de la atención (¡no contrario a él!). Permítete aprovechar cada distracción como un nuevo sendero hacia tu camino.

El fin del autoodio

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