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Episodio IV Formas básicas El primer cuaderno

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Nunca se ha descubierto una tribu muda porque el lenguaje es un atributo humano; sin embargo, una civilización capaz de construir Machu Picchu no llegó a inventar la escritura. En la infancia, el ser humano apenas necesita algunos estímulos para dominar su lengua materna, y apenas algún esfuerzo adicional, en el entorno apropiado, para ser bilingüe, pero a ese cerebro privilegiado de la infancia le cuesta un esfuerzo sostenido dominar la mecánica de la escritura.

Escribir es dibujar letras y, sea que tengamos una letra “bonita” o “fea”, lo cierto es que dominamos el arte de ( ) ideas: los 40 mm2 que hay entre los paréntesis nos bastan para trazar los signos de aquello que completa la frase: expresar, plasmar, representar o, más precisamente para el punto, graficar. Escribir es la destreza de colocar lo que pasa por mi cerebro en áreas milimétricas de papel.

Y, para adquirir esa capacidad asombrosa, las primeras páginas de todo cuaderno (de caligrafía) empiezan, modestamente, con el entrenamiento de dibujar líneas y círculos, la coordinación motora fina; luego, llegará el estilo, con el que cualquier manuscrito será tan reconocible como la propia firma. También en Illustrator, dominar la creación y transformación de formas básicas –rectángulos, elipses y polígonos– es el primer paso para expresar visualmente ideas tan complejas que harán que dibujar letras parezca un juego de niños.

El gran libro de Illustrator

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