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El final de las treguas

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n 1224, Castilla y el al-Andalus almohade contaban una década de paz. Paz que se había instaurado gracias a las treguas pactadas en 1214 por Alfonso VIII –tras la victoria en las Navas de Tolosa– y renovadas por Fernando III en 1221. Y esto, a pesar del denso ambiente de cruzada que se cernía sobre la Europa Occidental a partir del IV Concilio de Letrán. Celebrado en 1215 y promovido por el inflexible papa Inocencio III, el “Gran Concilio” tuvo un expreso espíritu antimusulmán, pues exhortó a los príncipes cristianos a ganarle al islam los Santos Lugares.

El último día de septiembre de 1224 expiraban las treguas suscritas entre Fernando y el califa almohade Yusuf II. Había que tomar una decisión: extender la paz o reavivar la guerra. La encrucijada llevó al rey castellano a convocar a Cortes en junio y en julio, a las que asistieron todos los nobles y prelados del reino. Ambas asambleas dictaminaron lo mismo: no renovar las treguas.

Fue una bisagra en el reinado fernandino. Sí, porque el monarca se lanzó a expandir sus fronteras con la firme convicción de expulsar el poder musulmán de la península ibérica o hacer que los moros se sometieran a su vasallaje.

Las operaciones militares se pusieron en marcha el 30 de septiembre de 1224 y se vieron beneficiadas por la crisis que atravesaba al-Andalus. A principios de ese año, el fallecimiento de Yusuf II había encendido luchas internas. Sobresalía entre los rebeldes el noble almohade ’Abd Allah al-Bayyasi –el Baezano, por ser oriundo de Baeza–, quien solicitó ayuda al monarca cristiano cuando fue asediado en su ciudad por el gobernador almohade de Sevilla. Las tropas de ambos conquistaron la ciudad de Quesada y varios castillos de Jaén –en Andalucía–, que fueron entregados al Baezano.

Esta alianza posibilitó que en los siguientes dos años las huestes de Fernando y las del rebelde almohade se apoderaran de comarcas y castillos en la Andalucía musulmana, que se repartieron entre el rey y su vasallo. En las zonas que quedaron para los castellanos se establecieron guarniciones permanentes.

Sin embargo, esta alianza le costó caro al Baezano: en 1227 fue asesinado por almohades de Córdoba, ciudad que había tomado. Siguió una contraofensiva de Fernando, que a partir de 1228 comenzó a acelerar el desgranamiento almohade en el sur peninsular. De este modo, el poder musulmán fue dividiéndose en pequeños reinos independientes –taifas–, una dispersión que más tarde o más temprano facilitaría a Fernando avanzar sobre al-Andalus, donde su gran objetivo era conquistar Sevilla.

Alfonso X

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