Читать книгу En vivo y en directo - Fernando Vivas Sabroso - Страница 48

Desplegando el abanico

Оглавление

Todo canal debía jugar tantas cartas como géneros y públicos diferenciados se le pusieran en bandeja. El 4 no quiso y no pudo jugarlas todas. Los concursos y los musicales fueron cultivados desde un inicio, y Daniel Muñoz de Baratta desbordó los tímidos conceptos que tenían Umbert y González de la comedia. Los teleteatros eran para el dúo eventos, no por especiales menos frecuentes, casi como sacar a pasear la unidad móvil. Pero la telenovela fue encarada como un mal necesario y todas las variantes de talk-show, incluidos los debates, fueron desechados de los planes de producción. Salvemos a Cabildo abierto, intentona de programa político que César Miró moderó a mediados de 1961.

Sin embargo, hubo firmes ensayos en otros géneros y algunas áreas que solo el 4 cultivó. La televisión femenina —que no feminista— fue inaugurada por Queca Herrero en Solo para mujeres del canal 13, pero el 4 le dio impulso con El mundo de la mujer de Narcisa Cisneros a inicios de 1961 y más adelante, en 1965, con Linda Guzmán en Buenas tardes, mucho gusto. La señora Cisneros era de esas voces preciadas del micrófono —había sido Mamá Dolores en la larguísima temporada de El derecho de nacer en radio El Sol— y tenía suficientes nociones básicas de modas, gimnasia, arte y decoración para presidir el “té de tías” que era la televisión mujeril de entonces, por más que se incluyeran charlas de cine o que la cordial y para nada sensual “Nacha” pidiera a la poeta Blanca Varela que recomendara lecturas a sus televidentes de las 3.30 de la tarde.

La programación mujeril está íntimamente vinculada, por su conservadurismo a ultranza, a un género ampliamente cultivado por el 4: los “programas sociales”. Llámense así a espacios como High society de David Odría y High life de Armando Cerna (para antecedentes véase, en el capítulo 1, el acápite “El canal 9: caso cerrado”) que alternaban locución en vivo con filmes y fotos fijas. Estos noticieros de jet set, impensables unos años después, eran lavadas versiones de los acontecimientos privados en que participaban los apellidos de postín y los “ellos y ellas” que retrataba la revista Caretas. David Odría, entre el 4 y el 13, no tuvo reparo en constreñir su inmensa popularidad de animador radial a la comidilla social. Pero no solo las festividades de los ricos y famosos interesaban al conductor sino un evento público y sacro como la canonización de san Martín de Porres en el Vaticano en mayo de 1962. Los primeros enviados especiales de la televisión peruana al extranjero fueron precisamente Odría y el camarógrafo Juan Caycho, encargados de cubrir este trámite papal que visto en High society aparecía como una concesión de títulos nobiliarios al santo de los pobres. Cerna, con su High life, hizo lo que pudo por varias temporadas en la nueva versión del canal 9 y parte de su archivo fílmico fue exhibido regularmente por el Noticiero de ATV en 1994.

El abanico desplegado incluía un programa turfista, Hablemos de hípica, heredado del primer canal 9 y un informativo ágil como el auto volador que llevaba por logo, el Noticiero Conchán que desde agosto de 1962 dirigió Raúl Ferro Colton, ex mandamás de El Panamericano, y narró Arturo Pomar. Este último, el único locutor del medio que sin impostar la voz en demasía, forzaba entonaciones enfáticas y cargaba sus lecturas de ironía obvia o gratuita, pronto se convirtió en la voz oficial del canal, equivalente a Humberto Martínez Morosini en el 13. Aunque Umbert y González no alentaban nada que alterase la moderación de su línea periodística; sí estuvieron a gusto al oír a Pomar leer con especial engolamiento los editoriales contra el 13 cuando el escándalo del cambio de frecuencias. En medio del entretenimiento el canal sabía informar.

En vivo y en directo

Подняться наверх